En la vida abundan momentos de agotamiento, que son como una especie de rendición. Hay épocas en nuestra vida, en la que parece que el cielo se nos pone muy negro. Son esos instantes en que nos sentimos hecho un “trapo” y sin recursos, son los que nos cuesta trabajo mirar con claridad puesto que parece que todo se nos cubre.
Muchos tenemos problemas enquistados de tiempo, produciéndonos una sensación de fracaso total, llegando a surgir que los pequeños problemas cotidianos, no le encontramos solución.
La pregunta que nos hacemos es la siguiente; ¿Por qué fracasamos una y otra vez en lograr lo que nos proponemos? ¿Cómo renacer de ese “no puedo más” cuando tenemos un mal día lleno de contrariedades? Nuestra vida está llena de mensajes para nosotros, ellos se encargan de recordarnos que algo no hemos aprendido, algo que nos falta por entender. La clave está en descubrir las raíces de nuestras angustias y, a partir de ahí, despertar de nuestra “rendición” convirtiéndola en un acelerador de positivismo, al servicio de nuestra paz interior.
Todos tenemos en algún momento de nuestra vida una situación de derrota. Es como si tuviéramos temor al éxito, a lograr nuestras metas. De esta forma sólo conseguimos castigarnos, puesto que realmente lo que verdaderamente existe son aquellos asuntos que perduran en nuestro interior, y no hemos llegado a resolver.
Si nos agotamos por comprometernos a determinados compromisos o actividades, que nos resultan apasionantes, sería conveniente si son realmente necesarios para nuestra condición de vida o quizás, si éstos nos lleven a una presión social mayor de nuestras predisposiciones, deberíamos proceder así.
En estos casos ¿qué hacer?, sería una buena actitud, compatibilizar y no perder las perspectiva de que la familia es como un barco que acabará “haciendo agua” si cada parte no está bien cuidada y bien tratada.
Disfrutemos del placer de ese descanso reparador cuando llegue la noche. Pero a ser posible, experimentando siempre el descanso como si tuviéramos todo el tiempo del mundo.
En estos casos es necesario romper con ese tabú que nos hemos creado contra nosotros mismos. Y para hacerlo, tenemos que aceptar lo que hicimos, y que nunca se lo demos achacar a la mala suerte, ni a los demás, sino que es nuestro exclusivo destino.
Nadie nos dijo que la vida, sería un “camino de rosas” sin espinas. De modo que dejemos de un lado las culpas y los complejos de inseguridades, si no de ese modo podemos acabar entrando en una espiral de negatividad que nos generará más inseguridad y es entonces cuando todo lo que está a nuestro alrededor nos acaba yendo verdaderamente mal.
Confiemos siempre en nuestra capacidad de cambiar las cosas, encontrando soluciones, sintiéndonos firmes y seguros de que podemos lograrlo. No dejemos de confiar en nuestra capacidad, pensando que si no lo podemos cambiar ahora, lo podremos cambiar más adelante.
Meditación: Pesimismo es amargarte la vida cuando hay mejores cosas por realizar.
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