Nada más triste es ir a ver a tu oponente y explicarle nuestros sentimientos, pidiéndole perdón. Pero aún es más doloroso que no te lo conceda al considerarlo con un total desprecio. Para ello es recomendable hacer balance de los actos, reconsiderar la situación y admitir que podemos tener buena parte de error. Pero ¿hemos pensado que quizás el error puede estar en el que te lo ha de conceder?
Reconocer las disculpas sinceramente, significa admitir que nos equivocamos y que nos hacemos responsables del error cometido, admitiendo la necesidad de un cambio. Muchos pensamos que si pedimos perdón, admitimos que nos hemos equivocado, actuando en contra de la propia autoestima e imagen que el otro tiene de nosotros. Pero ¿cómo lograrlo? Es cierto que cada una de las partes debe tomar la decisión de disculparse sinceramente, siendo ambas parte capaz de perdonar. Para poder perdonar, hay que ponerse en el lugar del otro y entender que así como a uno le cuesta perdonar, al otro también le cuesta pedir perdón y de esta manera no es necesario seguir recriminándose.
Desgraciadamente existen personas que por fuera aparentan y fingen ser humildes, pero por dentro siguen manteniendo ante un recelo imperdonable.
Aparentan ser sencillos, pero en su interior siempre andan sintiéndose cada vez más en posesión de la verdad. Para esto se necesita humildad, pero no una humildad fingida, ya que ser humilde no es rechazar las cualidades que se tienen. ¡Claro que las tienes! En tus manos está el incrementarlas y usarlas para bien. Es importante reflexionar que ser humilde y reconocer la actitud del otro, tampoco significa conformarse con lo que uno es y decir: “como tengo defectos y lo reconozco, así se quedarán las cosas”.
Para ello debemos reconocer la verdad, y la verdad está en nosotros, no puede buscarse en ningún otro lugar que no sea nuestro interior, pero para ello debemos escuchar nuestra conciencia y reconocer porqué pedimos perdón.
Lamentablemente nuestra personalidad a veces está llena de alineaciones exteriores abarrotada de perjuicios, ocultando nuestra voz interior, y para ello es necesario ir desarrollando las virtudes hasta depurarnos y comprender la verdadera realidad con claridad. Nadie tiene la verdad, la verdad es individual. Por eso, observar la situación sin juzgarla es verdaderamente complicado, hasta que tu conciencia en la más estricta soledad, te diga que, quizás hubiera sido posible, que la otra persona, es la que en realidad necesitaba pedir perdón.
Personalmente creo que es mejor sacar cuanto antes las cosas, aquello que nos ha ofendido, aquello que nos ha molestado o lo que nos preocupa, reflexionar y analizar si de verdad se hubiera necesitado pedir perdón. Asumir nuestra parte de responsabilidad y partir de una cierta objetividad sobre el “conflicto” debiendo ser consciente de que siempre existen dos versiones de las cosas, y de que, probablemente, es posible que haya una parte incomprendida. Por eso para mi, resolver un conflicto también es importante ser capaz de ponernos en el lugar del otro, y sobre todo estar dispuesto a escuchar. Pero jamás utilizar el silencio como respuesta.
Meditación: No te dejes engañar, perdona. El rencor es el arma de los que no tienen razón ni corazón.
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