La realidad es que la vida nos pega golpes muy duros, golpes que nos tambalean y a veces nos derriban, siempre suelo escribir sobre el camino que uno patea día a día, de los buenos y malos momentos, pero sobre todo de la amistad, puesto que ésta es unos de los pilares de nuestra existencia.
A veces pienso que el mejor lugar para dejar los malos recuerdos que nos pasa, es el pasado, puesto que este no vuelve jamás. Sentirnos culpables, mueve nuestros hilos internos en torno a premiar lo que se considera bueno y castigar o reprochar lo malo. En esos momentos difíciles debemos tener fe y ante esa amargura, solo nos queda meditar y buscar una solución, abrir los ojos y no dejar pasar las oportunidades que nos puedan llegar.
Extrañar el pasado, pensando, soñando en un reencuentro cada día más lejano, bajamos los brazos abatidos por el tiempo y cansado de esperar. Así es la realidad. Con el tiempo y con ayuda de alguien, intentamos encontrar a esa persona, para remediar aquello que tanta tristeza nos produjo, aunque lo mejor es pretender olvidar, y dejar que esa parte de nuestro pasado no siga, intentando siempre poder continuar.
Si la analizamos bien, nuestras vidas están llenas de mentiras, verdades y engaños; suertes y desgracias, de amigos y enemigos, de alegrías y desilusiones; todo nos conduce a un cúmulo de sorpresas, que cada vez nos sorprende más.
Cuantas veces pienso que el perdón es una necesidad en nuestro tiempo. Pero, ¡Qué difícil es! Todos pasamos por la imperiosa necesidad de que aparezca, aunque nadie está libre de que esas heridas surjan en nuestra vida, como frustraciones, decepciones, penas, etc.
Estas dificultades son consecuencia de vivir en sociedad y se presentan por doquier. Conflictos de pareja, de familia, de amigos, etc. Todos tenemos algún día la necesidad de perdonar para establecer esa paz y seguridad que todos necesitamos.
Para entender la verdadera importancia del perdón en las relaciones humanas, debemos intentar imaginar cómo sería el mundo sin perdón. Estaríamos condenados a perpetuar en nosotros mismos y en los demás el daño sufrido.
Cuando uno irradia amor se presenta el juicio. Cuando uno pone en acción la amistad, hay perdón para todos. Lo que más duele es el desprecio y, ese desprecio no genera servicio. Pensemos siempre que no hay errores, solo maestros. No hay víctimas solo aprendices. Las personas que no quieren perdonar, difícilmente lograrán vivir los momentos presentes. Aferrarse al pasado es condenar nuestro presente y bloquear nuestro futuro.
Existen pasados en nuestra vida que han sido importante o eso creemos, que no nos dejan olvidar. Esos recuerdos nos acompañan dándonos un sentido a nuestra existencia. Por eso lo conservamos, aún siendo nocivos.
Cuando alguien pasa por una pérdida afectiva, el dolor es tan fuerte que de algún modo la persona quiere no perder “ese algo” o al menos el recuerdo.
Aunque intentemos hacer olvidar ese “mal momento” o ese daño que nos causó, es necesario el tiempo para entender y aceptar que esa situación ya no existe.
Reconozco que pocas personas tienen la capacidad de darse cuenta que el momento es ahora y que el pasado es inevitable.
Meditación: A veces los hechos más simples, aún siendo involuntarios, son los que más duelen.
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