Es realmente genial contar con ese alguien, que sabes que siempre estará “ahí” en los momentos más importante, que nunca se olvida. Pero, ¿le conoces? Es posible que no, pero la verdad es que nunca falla. Es más si algún día no apareciera, con sinceridad, me preocuparía. Ya me acostumbré, y siempre le espero.
Es como si ya no supiera vivir sin su presencia. Si te sientes fuera de ti, piensas que siempre está presente para aconsejarte y no olvidarte. Sentimos que en cada experiencia, nunca se olvida. Por eso, si algún día no apareciera, sentiría que nos falta algo. Si tus sueños se vienen abajo por alguna razón, yo estaré para recordarte a donde pertenecen.
No es suficiente decir que algo nos falta o lo requerimos. Se trata de alguien muy especial, que no se agota de ser imprescindible, para compartir afecto. Es como un tipo de elección, la de una preferencia, la de una decisión. No sólo ese algo, siempre lo esperamos, sino incluso cada vez más intenso, más pleno y sobre todo con más sentido.
Contar con un amigo es una bendición. Aprender a valorar esa amistad, es corresponder de la misma forma, a pesar de no estar presente. Piensas que un conocido te puede mostrar el camino, pero un amigo, está dispuesto a recorrerlo contigo.
A través de ese “alguien” la situación no sólo es más llevadera, sino incluso más intensa, más plena, con más sentido. Cuando no es preciso ni siquiera recordarle, porque sabes que su presencia es tan contundente que no requiere remitirse a otros tiempos. No hace falta pensar en ese “alguien” porque ya es pura razón que estará ahí.
Cuando cada detalle viene a ser de su interés, sin precisar ser noticia, cuando todo tiempo se dilata adormecido por la dejadez, no son necesarias más palabras, ya que la manifestación de aquel, a quien apreciamos es permanente en nuestra mente.
Descubrimos a través del tiempo que esa relación de amistad siempre fue verdadera, no desea ser posesión ni pertenencia, sino ejercicio de dar, basado en la confianza en el otro, en la paz que nos transmite, y en el enriquecimiento personal que experimentamos.
La única manera de reconocerlo es correspondiendo y aceptarlo como es. Pero también con la amabilidad y sensibilidad que él nos aporta. Contar con ese “alguien” es una suerte de permanencia que se sostiene en instantes irrepetibles, sin recibir nada a cambio. No siempre es una historia contada, pero sí una travesía, una aventura, con algún paso errante a través del tiempo. Y sólo así se cuida.
Bastaría la sencillez de unas palabras cordiales, sin ningún compromiso, para abrir espacio en que irrumpa la verdad de lo sucedido. Y si nos hace sentir algo, con quien ya forma parte de nuestra mejor realidad, eso sólo tiene un nombre. Amistad.
Un nombre que es el mejor de los sentimientos y el mejor de las acciones que coincide con lo que brota cada vez que vivimos.
Meditación: Se necesita de un minuto para que te fijes en alguien, una hora para que te agrade, un día para quererlo, pero necesitas de toda una vida para que los puedas olvidar.
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