lunes, 27 de julio de 2020

Confías en tí mismo.

     
Sí, pensándolo bien veremos que es una situación muy corriente que a menudo nos sucede. Perdemos la confianza. Muchos acuerdos, compromisos, palabras dadas, se pierden sin saber por qué. Posiblemente hayamos perdido la confianza en nosotros mismos. Es cierto, los tiempos han cambiado y son pocas las personas en que podamos confiar a través de nuestro entorno. Ante esto ¿qué podemos hacer? Reducir el medio de nuestro entorno estrechándolo a la mínima expresión de confianza. Cada persona debe saber valorar su nivel de confianza ante los demás para saber valorarse a sí misma.
            Es posible que nuestra autoestima sea la personificación básica de nuestra propia forma de ser. De nuestra autoestima siempre dependerá, a que aspiramos en la vida, que podemos lograr y por supuesto, que deseamos conseguir. Muchos se preguntarán: ¿en qué consiste la autoestima?  La autoestima podría definirse como el aprecio y valoración que uno tiene por sí mismo, siendo esto un aspecto muy importante en todo ser humano. Es ser consciente de que somos competentes para enfrentarnos a los desafíos básicos de la vida. Es decir, confiar en nuestra capacidad de pensar, aprender, elegir y tomar nuestras propias decisiones.
            Es importante señalar que, aunque nosotros somos los responsables de definir nuestra autoestima, conseguir tener una autoestima alta no es sencillo. La autoestima conlleva diversos procesos internos a través de los cuales se debe llegar a la aceptación de todo lo que forma parte de una persona, es decir: su imagen física, capacidades, defectos, valoración de nuestras virtudes, etc.
Siempre deberíamos estar dispuestos a hacer un favor o ayudar a nuestros seres más queridos, aunque tampoco debe convertirse esto en una prioridad. Es de relativa importancia que también nos tengamos en cuenta a nosotros mismos. Si decidimos ignorar estas “señales”, podríamos condenarnos a repetir la misma historia una y otra vez. Una de las mejores recomendaciones que hay para evitar tener que decir continuamente a todo que si cuando en realidad se quiere decir que no, cuando nos piden algo, debemos pensar tranquilamente por unos momentos, teniendo el deber de plantearnos si realmente queremos y podemos hacer eso que se nos pide, o si tenemos otras prioridades que interfieran con dicha actuación. De esa manera nos acredita en poder manifestar una determinada confianza en uno mismo.
             El principal concepto de la autoestima es, vivir conscientemente y respetar la realidad de los hechos sin evadirse ni negarla, siempre presente en lo que hacemos. Actuar de esta forma requiere un esfuerzo que en algunos momentos no estamos dispuestos a poder realizar.
            Pensemos siempre que la autoestima reside siempre en el centro de nuestro ser. Que es como una experiencia íntima, un crecimiento que a veces puede tener riesgos y no menos sufrimientos, pero que nos ofrece una gran recompensa. En definitiva, es el orgullo de ser aquello en lo que hemos deseamos convertirnos y de la misma manera nos forjamos en poseer una confianza de nuestra propia forma de ser.

Meditación: La confianza en uno mismo es el prime secreto del éxito.

lunes, 20 de julio de 2020

Aceptar los cambios.

Nunca los cambios son bien aceptados, o mejor dicho nos producen algunas alteraciones, puesto que nos acostumbramos a la rutina diaria y el hecho de cualquier nueva experiencia, nos hace pasar una etapa de incertidumbre, la cual nos sentimos alterados anta nuestros ritmos de vida. Sería imposible pensar que toda una vida la pasemos sin que se produzca en nosotros una forma distinta de vivir.
Por lo general todos los cambios forman parte de nuestra existencia, pensemos por ejemplo la venida de los hijos, nuestra misma edad hace que a medida que avanza irremediablemente es necesario adaptarnos a nuevas situaciones, no digamos cuando por desgracia nos quedamos sólo o cambiamos de pareja, todos son momentos que nadie está libre que a través de una vida puedan producirse. Todo nos obliga a tener modificaciones en nuestras rutinas y costumbres, obligándonos a tomar nuevas alternativas y por supuesto, no nos queda otro remedio, que la aceptación.
Recuerdo que cuando empecé a estudiar, no en los primeros cursos; es posible que fuera a partir del tercer año, notaba de manera muy subjetiva, las formas de interpretar las distintas formas que se nos presenta mediante análisis exhaustivos los caracteres motivados por aquellos cambios que la vida adopta ante momentos determinados. Pensemos que el cambio en sí, no hace daño, casi siempre son las circunstancias que lo provocan, es entonces cuando decimos: “Que barbaridad, cuanto he cambiado o cuanto has cambiado” Esto suele aparecer en nuestro subconsciente no permitiéndonos evolucionar nada, solo mantenemos el deseo de permanecer como antes.
Sin embargo, muchos se obstinan no en cambiar ellos, sino en hacer cambiar situaciones que no dependen de ellos mismos, generando de esa forma una gran frustración e impotencia. Es posible que alguna vez nos sintamos “estancados” y sin poder avanzar. Es normal que esto nos suceda. Todo consiste en la aceptación y sobre todo tu potencial de desafío ante una nueva realidad. También existen personas que se resisten al cambio que la vida les pone por delante, y ante esto, solo pueden esperar incertidumbre, miedo continuo e inseguridad. Es necesario reconocer que el primer paso es la aceptación. Aunque muchos se pregunten: ¿pero qué es la aceptación, es posible que detrás de cada cambio, nos encontremos con unos problemas o algo que queremos dejar atrás. La idea no es escapar de ese cambio que se no presenta, sino enfrentarnos de una manera activa, consiguiendo que nuestros pensamientos o sentimientos, se activen de una forma relevante a fin de que nuestra mente haga reaparecen una forma nueva de adaptar nuestra vida.
La idea es no escapar ante este nuevo cambio que se nos presenta, al contrario, debemos enfrentarnos a una manera que haga parecer que es una nueva continuidad. No esperemos que todo sea fácil. ¿Cuántos de nosotros esperamos o creemos que las cosas van a ser fáciles y que vamos a adaptarnos, pero todo tiene su proceso? En realidad, todos los cambios nos obligan la mayoría de las veces a tomar decisiones distintas en nuestra vida y posturas a veces incómodas ante los demás, pensando que la única forma de seguir adelante es simplemente la aceptación de ese nuevo cambio.

Meditación: Mi vida cambió cuando por fin entendí qué si yo cambiaba, mi vida iba a cambiar.

lunes, 13 de julio de 2020

Emociones agradables.

       
¿Quién no ha tenido emociones a lo largo de su vida? Ya sean de carácter positivo o negativo, aunque lo realmente evidente es que siempre las hemos tenidos. Pero: ¿qué son las emociones? ¿Cómo actúan en nuestra vida? Las emociones son aquellas reacciones fisiológicas que se desencadenan en nuestro ser, las cuales se generan por experiencia directa y se perciben ante la continua observación de las personas de nuestro entorno. Estas emociones siempre están presentes en nuestra vida, actuando siempre de base al comportamiento experimentado, y sujetas a “controlarlas o reprimirlas” Sin lugar a dudas éstas, podemos controlarlas de forma adecuada cuando surgen, ya que en función de ellas solemos tomar decisiones de una forma u otra y al mismo tiempo nos motivan de una manera positiva o a veces negativas, según las consecuencias del objetivo a experimentar.
Por eso decimos que dejar libres nuestras emociones y pensamientos sin tratar de juzgarlas, ni tratar de evitarlas, siempre nos conducirá a un camino que nos liberará de las inquietudes y sobre todo del estrés. Con esa práctica siempre llegaremos a ganar lo que se llama “equilibrio emocional” Todas las emociones llegan a tener una gran importancia y utilidad en nuestras vidas, puesto que nos ayudan a responder a lo que nos sucede y a tomar decisiones, con el fin de revivir el recuerdo de algunos sucesos importantes. Aunque también pueden acarrearnos consecuencias negativas en momentos inapropiados, y en ocasiones daños substanciales debido a una inestabilidad personal.
            Experimentar emociones positivas es siempre agradable y placentera a corto plazo, puesto que tendrían otros efectos beneficiosos más duraderos en la medida que se sostienen para tiempos de larga duración. Es decir, cuando sentimos algún deseo o vemos cumplido alguna ilusión llegamos a una agradable sensación emocional, de seguridad, bienestar y energía positiva. Las emociones no son buenas ni malas, pero pueden resultarnos agradables o desagradables. Todas ellas son necesarias, por tanto, etiquetarse por algunas emociones de carácter negativas no es conveniente. Lo que tenemos que hacer es aprender a situar cada emoción donde toca y a otorgar a cada una el peso necesario en cada momento. Las emociones se sienten y no debemos permitir que nos dominen.
            Del mismo modo que hablaba de emociones agradables, éstas pueden llegar a ser de carácter desagradables, llegando a formar parte del repertorio natural de nuestras emociones humanas. ¿Cuántas veces nos bloqueamos y llegamos a pensar en “círculos viciosos” para evitarlas? El esfuerzo de no valorarlas y aceptarlas sin más, hace que no las rechacemos; en estos casos uno se da cuenta de que el malestar, el enfado o la contrariedad a que estamos sometidos, no es algo que podamos huir, sino que forma parte de la experiencia humana de la vida misma.
            Pensemos siempre que provocar alegría en los demás puede ayudarnos a conseguir situaciones agradables de emotividad, que poco a poco son asimiladas contigo mismo y éstas son asociadas a un estado de alegría generalizada. Desgraciadamente existen personas que se encierran de forma hermética no permitiendo vivir dichas emociones. Es bueno que sientas emociones agradables cuando alguien piensa en ti. Siempre te llenará de orgullo, y si lo planificas bien, conseguirás que ese concepto emocional sea de carácter positivo y agradable.

Meditación: Quien no sabe llorar con el corazón, tampoco sabe reír.

lunes, 6 de julio de 2020

¡El temor al miedo!

          En verdad no os lo puedo asegurar, pero sí que existen personas que perciben continuamente un cierto estado de temor o miedo, por llamarlo de alguna manera. No es que sean ataques de pánico, pero sí una cierta incertidumbre ante cualquier estado en que se presentan. Sin lugar a dudas esos miedos o temores, como al principio decía, dependen de una estricta situación debido a su propia personalidad. Es posible que esa situación llegue a limitarle e incluso impedirle que realicen ciertos actos en su vida privada. Otra cosa son los llamados ataques de pánicos, los cuales hacen que nos provoquen una inestabilidad, la cual no pueden superar.
Estos nos son conscientes del nivel de agobio el cual expresan, al mismo tiempo que atraviesan una inquietud o tensión que pueden llegar a ser preocupante, llegando en algunos casos a que nuestro organismo no sea capaz de tolerar. Los síntomas aparecen de repente en cualquier momento, sin predecir en qué lugar nos puede sorprender. Son miedos ante un estado de perturbación de nuestro estado de ánimo. Quien lo padece no suele identificar que le sucede, ni siquiera el riesgo ni la amenaza que perciben.
Como es habitual no dispongo de muchos espacios para explicar dicho fenómeno, pero ateniéndome al corte espacio de estos artículos, solo deciros que aquellos que lo padecen se manifiestan ante una persecución, suscitada por una sensación de mareos, falta de aire, vista nublada y en general ante una inseguridad de que alguien les hace daño. Son casos en que se pierde la confianza de los propios recursos para poder afrontar situaciones concretas. La principal causa que los motivan no son otros que una disminución del propio sentido de seguridad.
En general, todos hemos sentido miedo alguna vez, pero estos casos presentan  carácter neurológicos, acompañados de unos comportamientos anómalos, motivados a veces por causas que quedaron a través del tiempo “paralizadas” en nuestro subconsciente y cuando se presentan no guardan ninguna relación con la causa que lo desencadenan, siendo muy recomendable en estos casos acudir a especialización facultativa. En definitiva, cuántas veces esos miedos cumplen en nuestro interior, una actitud de arma defensiva, la cual nos advierte de los peligros que continuamente padecemos, permitiéndonos que sigamos “luchando” y al mismo tiempo facilitándonos nuestra propia supervivencia. 
Es justo reconocer que ante estas actitudes, solemos actuar sin saber en realidad que nos ocurre, y ni siquiera sabemos cómo prevenirlas, terminando siempre ante un estado de vergüenza ante los demás, debido a las dificultades de intentar disimularlas.
No siendo mí intención dramatizar ante estas situaciones, y comparándolas en forma de metáfora con nuestra propia vida, siempre diré que el verdadero miedo o temor es el “estar muerto en vida”, es decir; no saber por qué luchar. Repito una vez más que vivir esta vida que nos ha tocado, no es fácil. El valiente no es aquel que jamás siente miedo, sino aquel que se enfrenta a sus propias dificultades. Sólo nosotros tenemos el poder de dar sentido a nuestra vida, escapando a esos temores imaginarios.
Por tanto, no nos sintamos temerosos ante las adversidades que la vida nos depara, y pensemos siempre que nunca llegaremos a comprender lo que nuestro cuerpo es capaz de soportar.

Meditación: No es miedo a preguntar, es miedo a que te respondan lo que no quiere escuchar.