¿Debemos volver el
rostro a lo que nos hacen daño? ¡Jamás! A tu enemigo hay que mirarlo
cara a cara, entenderlo y saber por qué te ha hecho daño. Para cerrar una etapa
necesitamos entender, comprender y no huir. Cuántas veces nuestras relaciones
de amistad también suelen ser muy determinantes para muchas personas. El verse
traicionado, engañado, nuestras rupturas traumáticas suelen dejar su oscuro
sustrato en nuestra personalidad. Dejamos de confiar en las personas y,
simplemente, valoramos que es más preferible no volver a tener una relación
para no sufrir.
Así, los
sentimientos son los fenómenos que nos constituyen desde lo más simple a lo más
complejo como individuos únicos, capaces de sentir muy diversas cosas y
completamente diferentes entre sí. Los sentimientos humanos nos colocan,
además, mucho más cerca a nuestro yo más íntimo, ya que el momento de mayor
sentimentalidad es aquel en el cual los estímulos surgen y se hacen claramente
visibles.
Cuando hablamos de
personas sufridas nos referimos siempre a aquellas cuya inseguridad proviene de
una falta de confianza en sí misma, que se manifiestan a través de unas
carencias de forma casi constante, y que persisten continuamente desde hace
bastante tiempo, formando parte de los rasgos que integran su personalidad. Debemos
entender que ese sufrimiento es parte de nuestro cerebro y realmente son
las emociones las que nos ayudan a saber sobrellevarlos. Esto, tiene diferentes
sinónimos y aparece de múltiples formas, como estrés, angustia, ansiedad, etc.
Entendiendo esto, deberíamos evitar sufrir por algo que forma parte del cerebro
de nosotros mismos.
Sin lugar a dudas,
con más edad la memoria acumula más sufrimientos. Luego no es verdad que
todo “los malos ratos se olvidan”. Quizás se olviden los detalles, pero queda
en el pozo de la memoria la causa del sufrimiento.
Al mismo tiempo
podríamos pensar que el sufrimiento es una especie de pesar en la vida, esto
es, nos toca a unos más o menos de manera imprevisible. Aunque no es así del
todo. A salvo de los casos personales, hay determinadas circunstancias que nos
permiten asegurar que unas personas suelen sufrir más que otras. Por si fuera
usted una de las que ha acumulado sufrimientos, puede que le consuele
comprobar, que sea posible que sus circunstancias personales le llevaron a ese
resultado. Lo malo es que no hay ninguna ventanilla ante la que reclamar el
exceso de sufrimiento.
No podremos evitar
que algunas veces sucedan que esos sentimientos nos entristezcan, puesto que
son parte de nuestra vida. Lo que sí
podemos es disfrutar de aquellos momentos buenos y superar los malos cuando
éstos vengan. ¡No debemos resignarnos a la tristeza, y luchemos contra ella!
Cuando aparece en
nuestro estado ese sentimiento de tristeza, reflexionemos sobre aquello que
hemos perdido y dándole “vueltas” mentalmente, percibamos lo afortunados que
podríamos haber sido ante aquella sensible pérdida. Pero a pesar de no poderlo
remediar nos quedamos en esa fase, en que todos son lamentos, llegando a un
tremendo estado de total impotencia. Entendamos siempre esta forma de ser,
tenemos que ser capaces de enfrentarnos a nuestros próximos retos, con la firme
condición de olvidar, evitando sufrir por aquellos sentimientos, haciendo que
seamos capaces de sobreponernos a fin de formular todo nuestro potencial que
llevamos dentro.
Meditación:
El dolor de la mente es peor que el dolor del cuerpo.