jueves, 27 de septiembre de 2018

Nuestras impaciencias.

         Todo en nuestra vida nos empuja a la impaciencia; las nuevas tecnologías, el estrés ligado a nuestras múltiples obligaciones, etc. Si no encuentras satisfacción en ti mismo, resulta en vano que la busques en otra parte. ¿Por qué? Muy sencillo, la respuesta está dentro de tú cabeza. Cada vez que nos sentimos impacientes, nos ocasionamos a nosotros mismos un cierto malestar, limitando de alguna manera nuestra felicidad, o dicho de otra forma: para bajar nuestra presión hay que empezar por identificar de qué se nutre nuestra impaciencia.
            La impaciencia teñida de dominación está construida sobre la idea de que delegar tareas es sinónimo de pérdida de tiempo. Esta creencia puede ser la pantalla de una falta de confianza en unos mismos proyectada sobre los demás o la misma necesidad de reconocimiento.
            La impaciencia suele ser una respuesta al miedo. El terror de que nunca lograremos lo que sea, o el miedo de perderse algo. En cualquier caso, es el temor de que no conseguiremos algo que creamos que podemos necesitar en la actualidad.
            A esto nos preguntamos: ¿Por qué nos sentimos impacientes? En verdad son muchas las cosas que nos suceden dentro de uno mismo cuando nos sentimos impacientes. En seguida nos viene a la mente, la falta de seguridad, la falta de madurez emocional y sobre todo la baja autoestima. La impaciencia se origina en un pensamiento muy hondo dentro de nosotros que se llama: Nuestra soledad.
            Efectivamente, todos somos impacientes alguna vez; y me pregunto: ¿qué hemos obtenido? Posiblemente, resultados pobres, lo que no queremos. Por eso, conseguir lo que queremos no es nada fácil. Así de esta forma, entender nuestras impaciencias desde su raíz más profunda, es empezar por conocer nuestras intranquilidades, nuestras insatisfacciones, y sobre todo nuestras necesidades afectivas, las cuales pueden ser un fuerte obstáculo si no la sabemos entender y dejamos que se nos cuelgue como una pesada carga sobre nuestro vivir diario.
            El impaciente ansioso, actúa en todas direcciones, pues para él se trata de colmar una sensación de carencia, de vacío más que de actuar por curiosidad o por pasión. En todos los casos, la respuesta será la misma: actuar deprisa y constantemente para no volver a sentir la falta insoportable de impaciencia.
            Las personas impacientes son por naturaleza, rápidas de acción y de pensamientos. Siempre tienen prisa y todo les parece lento, razón por lo cual se irritan con facilidad.
            A veces una espera demasiado larga, puede llevarnos a la explosión o al abandono. Esta dificultad no es vivida como un desafío a la inteligencia, sino como una forma de cuestionar una agresión personal. En este caso se presenta como una impaciencia colérica, manifestándose como un rechazo a la frustración personal.
            En estos casos y para llegar a un equilibrio debemos abandonar nuestro estado, de impaciencia, puesto que es imposible conseguir de esta forma lo que nos hemos propuesto, saliendo de la lógica destructiva del “todo o nada”, reforzando de esa manera nuestra autoestima y sobre todo la confianza en nuestras capacidades.

Meditación: La misma esperanza deja de ser felicidad cuando va acompañada de la impaciencia