viernes, 28 de noviembre de 2014

Compasión y lástima.

            La compasión es la lástima de un sentimiento por el sufrimiento ajeno. Como casi todas las emociones tiene un aspecto positivo y otro negativo. Podríamos definirla también como el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento. Gracias a ella aspiramos a alcanzar la iluminación; es ella la que nos inspira a iniciarnos en las verdaderas acciones virtuosas que nos conducen a un estado el cual nos hace encontrar el camino y el esfuerzo para nuestro desarrollo
            En principio la compasión es una actitud activa de ayuda al que sufre, un intento de evitar ese dolor. Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso consiste en cultivar la empatía o la proximidad hacia los demás. Es como decir: “cumplír con la demanda social para expresar un sentimiento de condolencia… y sigo con lo mío”-
            Cuanto más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir. Para practicar la compasión debemos intentar ser comprensivos con los demás, todos nos equivocamos alguna vez. Piensa en alguna ocasión en que te hayas equivocado y si alguien fue compasivo contigo, haciéndote ver tu error, pero no te juzgó
             Cuando hablo de cercanía no me refiero a una proximidad meramente física, ni tampoco emocional. Es un sentimiento de responsabilidad de preocupación por esa persona. Con el fin de desarrollar esa cercanía es necesario reflexionar sobre las virtudes implícitas de una alegría por el bienestar del otro.   
              Siempre deberíamos ver la paz mental y la felicidad que se deriva de ello, al mismo tiempo que reconocemos las cercanías que provienen del egoísmo y observemos como ésta nos conduce a actuar de un modo complaciente, y cómo nuestra situación actual se basa en la explotación de aquellos que son menos afortunados.
            Con el valor de la compasión reafirmamos y perfeccionamos otros valores como generosidad y servicio, por poner a disposición de los demás aquello que se negaron a ver. También de esa forma participamos con sencillez, puesto que no hacemos distinción entre las personas a las que ayudamos, por tomar en nuestras manos sus problemas haciéndolos  propios, ya que al ponerlos en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda desinteresada.
             La verdadera compasión transforma el sentimiento en acción y va de la mano para acompañar el dolor. Por lo tanto significa comprender el problema del que está a nuestro lado y ponernos en su lugar. ¿Es lícito que si alguien nos defraudó volvamos a confiar en él? Plantear venganza nos estanca espiritualmente. La compasión también nos reclama que elijamos bien nuestras ideas y lo que hagamos no contamine con críticas destructivas.
            En lugar de reconocer las diferencias que tenemos con los demás, tratemos de reconocer las cosas que tenemos en común. Al final de cuentas todos necesitamos de la ayuda de nuestros semejantes, aunque no queramos reconocerlo.
            El punto final de la práctica de la compasión está sencillamente en aliviar el sufrimiento de aquella persona que apreciamos y conocemos, tratando que su estado no llegue a comprometerlo y haciendo que reflexione aunque sea tarde.

 Meditación: La sociedad está plagada de fuerzas que impiden al ser humano lograr su anhelo más esencial: ser feliz.

martes, 25 de noviembre de 2014

¿Tanto nos cuesta decidir?

            ¿Por qué siempre tenemos miedo a decidir entre varias alternativas?; es posible que temamos equivocarnos o cometer errores. Pero los errores son simplemente datos que nos proporcionan información sobre hasta qué punto nuestras predicciones fueron atinadas. Debemos comenzar por darnos oportunidades a esa “nueva idea” y así empezar a trabajar en la expansión de nuestra conciencia y poco a poco veremos cómo se van abriendo las puertas al mundo que nos rodea. Puesto que con respeto y cautela nada es absolutamente imposible.
            ¿Cuántas veces pensamos que las indecisiones son unos de los males más comunes de nuestra sociedad. Es verdad que existen personas que están indecisas entre dos amores que le aportan cosas diferentes y, realmente no se atreven a escoger. Esto es  miedo a decidir, uno de los males más comunes, que actualmente nos afectan, sobre todo cuando no estamos en forma a nivel emocional.
            Para lograr una decisión pensada es importante conocer y entender el escenario o problema que nos afecte. Debemos comprender y analizar las consecuencias de las distintas decisiones que podamos tomar, porque una buena o incorrecta resolución tendrá seguramente resultados positivos o negativos para nosotros.         
            Cuando nos cuesta mucho decidir, es cuando vemos la situación como insoportable, por eso no tomar la decisión acertada tras haber invertido tanto esfuerzo y tanto tiempo pensando en cuál era la mejor elección, nos vemos abocados a una situación  de desesperación. La solución para los indecisos pasa por darse cuenta de que ninguno de los fallos puede llegar a ser terribles; puede ser un poco malo, pero nada más. Es decir, cuando fallamos, también podemos intentar de ser felices. En la cultura de hoy, donde la búsqueda del placer parece ser lo más importante ya que  lo único movilizador en nuestro interior, es el deseo, el querer o el tener ganas para iniciar algún cambio conductual.
            Tomar decisiones acertadas es la mejor forma de evitar problemas. Una forma de saber si la decisión que hemos tomado es la correcta, es examinar las consecuencias de nuestra decisión. Sinceramente es difícil encontrar la pócima que nos haga infalibles a la hora de decidir, aunque creo que no debamos realizar ningún acto sin antes meditarlo.
            Todos queremos creer y todos queremos sentir, cosa que nos suele pasar con el amor, puesto que esa es una decisión que nos llega con el tiempo, con palabras, frases que emocionan y, un día creemos tener la edad suficiente para salir a su encuentro y emprender la aventura a su búsqueda, y a los miedos de otros corazones rotos. En estos casos las diferencias, nunca son entendidas, ni bien recibidas cuando empiezan a conmovernos de que todo aquello era un mito, de que no existía y, que eso que estábamos buscando no era verdad ni jamás hubo existido.
             Pero cuando las emociones descienden a nuestro nivel, necesariamente sólo nos queda la auténtica verdad, aunque pocos son los que se atreven a quedarse con ellas.  Es entonces cuando muchos pueden dar testimonio de veracidad de que aquello, nunca existió. Nadie es perfecto y tú no eres la excepción, puede ser que te equivoques pero la mejor parte de esto es que siempre puedes regresar y volver a tomar una decisión en base a tus nuevas experiencias. Por tanto esas decisiones para una inmensa mayoría, solo es entrar en el mundo de la utopía, la ilusión y los mitos.

 Meditación: Cuando tengas que decidir con el corazón, es mejor que decidas con la cabeza.

sábado, 22 de noviembre de 2014

La paz interior.

           Es difícil encontrar ese estado de paz interior, por el cual a través de él, nos hace sentirnos en una situación de bienestar interior. Ante esto, deberíamos meditar y contemplar que la felicidad nada tiene que ver con los deseos de dejar lo que cada uno es, sino por el contrario preocuparse solo de ser auténticamente uno mismo.
           La reflexión y la meditación nos llevarán a esa nueva perspectiva. Así nos daremos cuenta de que nuestros conflictos internos no son eternos, y entonces, aquella energía que alimentó antes nuestra desgastadora batalla puede ser utilizada para vivir y obrar positivamente.
            De esta manera nos hacemos responsables e irremediablemente acreedores de nuestra felicidad, y de cómo nos irá en nuestra vida. Los conflictos y apuros de nuestra vida cotidiana que continuamente “cargamos”, nos hacen sentirnos cansados, fragmentando nuestras energías, y haciendo que no encontremos una base firme para nuestro bienestar.  La paz interior es esa base sencilla, porque ella engendra energía y aumenta nuestra capacidad física y espiritual, a través de la cual descubrimos esa calma interior, y el empleo efectivo de esa fuerza que nos hará que tengamos menos probabilidades de derrochar recursos vitales en preocupaciones, lamentos, culpas y estupideces.
            Todo esto nos abre los ojos, y finalmente nos cuestionamos que pocas cosas existen más deseables en esta vida que el deseo de ser feliz. Si nos dijeran que podemos hacerlo realidad en un solo sueño, ninguno sería más apropiado que el deseo de ser feliz.
             En este recorrido, a través de la meditación y la reflexión, las cuales, son dos herramientas definitivas, proporcionándonos excelentes formas para desarrollar nuestra conciencia y el entendimiento en todas las áreas de nuestra vida, para alcanzar la paz interior y para conservarla. Todo nos ayudará a trasladar nuestra atención al momento presente y a ejercer controles sobre nuestra mente, apartándonos de las ansiedades y de las actitudes defensivas que no nos permiten alcanzar un bienestar espiritual.
             En la vida real, “la de todos los días” y a pesar de nuestras quejas, las cosas difícilmente salen exactamente como deseamos y cuando se asemejan a eso, no ocurre en los plazos que habíamos imaginado. Lo cierto es que, en el mundo de lo cotidiano siempre encontraremos dificultades, obstáculos y limitaciones para hacer realidad nuestros sueños, teniendo a veces que elegir cada vez más conscientemente entre varias actitudes.
              Una de las cosas digna de meditar son las renuncias; esas son las “renuncias a los apegos”. Las cosas materiales han de ser puestas en su debido lugar. Están ahí para ser usadas, desde luego. Están para usarlas. Pero cuando han rebasado su utilidad, debemos estar prestos a renunciar a ellas, o quizás pasarlas a alguien que las necesite. Cualquier cosa a la cual no puedas renunciar cuando has rebasado su utilidad, te posee; y en esta era materialista muchos de nosotros estamos atrapados por nuestras posesiones. De esta forma nunca llegaremos a ser libre, ni a encontrar esa paz interior.
 
Meditación: Uno no hace amigos: los reconoce a medida que los va encontrando.

 

miércoles, 19 de noviembre de 2014

¿Por qué siempre fallamos?

           Cuando comenzamos cualquiera relación, por supuesto pensamos que todo nos irá bien. Al menos ese es el propósito con la cual la emprendemos. Pero ¿qué nos sucede?  Es que no la hemos elaborado bien, o quizás sea el miedo, considerando éste como la antesala de ese acabado que deseamos. Dominar esta situación nos hará visualizar mejor el objetivo y pensar en un finalizado perfecto. Generalmente las gente que no aspira a tener finales felices, suelen quedarse a medias, puesto que la vida misma les pondrá algún fallo, que les hará que no consigan ese acabado que sueñan.
            Cuantas veces sin tener nada, lo intentamos todo y sin esperar nada seguimos teniendo esperanza. En ocasiones nos damos cuenta de que hemos vaciado nuestra vida por estar con nuestra pareja y a pesar de todo podemos sentirnos mal por ese motivo, puesto que si la pareja se rompe, todo puede ser negativo para nuestros sentimientos.
            Compartimos toda la vida con la misma persona, estando siempre acompañados y lógicamente las relaciones han de ser mucho más amplias, pero a pesar de enriquecer todos esos aspectos no son puramente necesarios para una verdadera relación de pareja.
            Tengamos presente que siempre es fundamental perdonar esos fallos sin ningún tipo de dudas, así podremos ponernos de nuevo en marcha para llegar a buen puerto. El perdonar conlleva la confianza en las personas, consiguiendo ayudarnos el uno al otro, a pesar de reconocer que es una tarea complicada el volver a recuperar la confianza.
            No es nada nuevo que aceptar nuestra pareja tal cual es, con sus defectos y sus virtudes, no es nada fácil. Es posible que tanto uno como otro tengan comportamientos que no sean de nuestro agrado. Comprendo que tenemos todo el derecho a pedirle que cambie, pero si nos empeñamos en que debe cambiar de inmediato, puede que no sea admisible dicha actitud, debido a que consigamos empeorar más la situación.
           Pocas son las parejas que deciden cambiar si de alguna manera se les exige que lo hagan, a la larga todo se convierte en reproches y sobre todo en malos entendidos. Lo más habitual es que esos fallos, consigan llegar a un enfado, estableciéndose entre ambos un comportamiento que al final lo conseguido es llegar a un estado de tensión al no aceptar las diferencias. Es decir podemos aceptar a nuestra pareja aunque fallemos en algunos de nuestros comportamientos, pero no establecer relaciones de dependencia, sólo así llegaremos a conseguir vidas de independencia y egoísmos.
          También ocurre habitualmente que la pareja termina viviendo en la monotonía y lógicamente se va perdiendo la ilusión. Lo bonito de la vida en pareja es que si los dos quieren, no tienen por qué caer en el aburrimiento. Mantener esa ilusión es un "trabajo" que lo único que requiere es pensar en que la pareja merece la pena cuidarla y que como cualquier cosa que nos guste cuidar, la mimaremos y trataremos con cariño. Todo lo que no se cuida, se estropea, y la pareja no es diferente.
          Es posible que no consigamos controlar nuestras emociones o sentimientos, aunque siempre somos libres de elegir la forma de evitar esas discordias, y para ello solo tenemos que decidir qué tipo de relaciones y que persona exigimos tener a nuestro lado para evitar esos fallos.

 Meditación: Plantearse los menos problemas posibles es la única manera de resolverlos.

domingo, 16 de noviembre de 2014

Tener lo necesario.

            La lógica nos dice que para dar algo es necesario tenerlo, cuando tenemos ese algo, significa que lo hemos sembrado y estamos ante la posibilidad de tener más de lo que sembramos. Aprender a vivir con menos, es esa lección de vida que escuchamos en boca de todos los maestros espirituales, que vuelve hacia nosotros, pero esta vez de la mano de los economistas, los ministros, o los propios jefes de gobiernos.
             Acumular para tener más, es un sinsentido que no proporciona la felicidad, no valora las cosas en su justa medida y  siempre nos permitirá desapegarnos de ellas. A veces, muchas personas esperan recibir lo que no han sembrado. Si hemos sido respetuosos, ¿esperaríamos recibir respeto? La verdad es que es muy probable.
             Desde niños, hemos aprendido a valorar nuestros útiles, nuestra ropa y nuestras cosas. Nos han enseñado a conservar, a cuidar, a no destruir, y hacer lo posible para tener más y más. Sería tan difícil cuestionar esa pauta… Y, sin embargo, quizás haya algo que sí podamos hacer: podemos agregar dos matices que, sin violar la esencia de lo cultural, que nos permita explorar la capacidad de desprendernos de algo de lo que tenemos. Me refiero al aprendizaje del sentido de compartir y al descubrimiento del sentido de ayudar desinteresadamente.
             A todo eso se le llama solidaridad, pero la pregunta es: ¿hacemos uso de ella? El solo acto de dar, o ayudar no es lo más difícil. El problema empieza a existir cuando se nos presenta el dilema de ayudar sin recibir nada a cambio, es decir, ayudar sin que nadie se entere. A la hora de realizar esta elección, es clave considerar el talante personal, la capacidad intelectual, pues no todos estamos hechos para lo mismo, sino que cada cual tiene una forma de ser y aunque no lo creamos una tarea de como realizar las cosas en este mundo en que vivimos.
             Aceptar a las personas, es la mejor vía para poder desarrollar positivamente cualquier situación de  nuestra vida. Es necesario aprender a aceptarla y a  sus diferentes formas de ser. Aprender a reconocer lo que es nuestra vida hoy, y  aceptar nuestro trabajo, aceptar a nuestros amigos, nuestro hogar, nuestros bienes materiales, nuestra salud, nuestros pensamientos, nuestros errores, nuestras victorias; en fin debemos aceptarnos como somos, aprender a amarnos más fácilmente sin rencores y aprender a olvidar, siendo desprendidos, de esta manera podemos más fácilmente colaborar con nuestro propio crecimiento debido a que mientras más nos conozcamos a nosotros mismos es directa la conexión que podemos hacer con nuestras propias fuentes y con nuestros propios deseos. Siempre será una forma de encontrar la felicidad.
            Sea una u otra la suerte que nos ha tocado en la vida, siempre existe el juego de las circunstancias y el trabajo personal, que, sumado, pueden permitirnos que, de una familia de alto poder adquisitivo, surja un artista revolucionario o un bohemio poeta y que, de un ámbito carente, surja un escritor afamado o un científico benefactor de la humanidad.
             En la vida cotidiana, estas heroicidades no son frecuentes, pero existen. Por eso, seguir el dictado de nuestro corazón, atreviéndonos a soltar algo de lo que tenemos, nos puede llevar a la verdadera realización personal.

            Meditación: Cuando tratamos de descubrir lo mejor que hay en los demás, descubrimos lo mejor de nosotros mismos.

jueves, 13 de noviembre de 2014

¿Debemos ponernos límites?

              Cuantas veces por hábitos o imitaciones, nos inventamos mundos fabulosos, donde nos encontramos buenos, malos y mártires o, desgraciadamente nos sentimos víctimas injustamente elegidas por la Providencia. En realidad nada tiene de malo soñar un poco, si uno es capaz de despertarse y diferenciar esos sueños de la realidad.
              La crisis de los valores, la tendencia al aislamiento o al anonimato, y la sistemática invasión de la privacidad ajena, son asuntos relacionados con un tema en el cual  no se deberían perder de vista en ningún momento los derechos individuales. Derechos que tendríamos que incluir, por lo menos o ser tratados con respeto, al mismo tiempo de poder sentir, pensar y creer diferentes posiciones sobre nuestros límites; es decir: decidir sobre las propias cosas y cambiar de opinión sin autorización; y muy especialmente, deberíamos incluir con letras grandes y claras nuestro derecho a decidir.
               Nadie nace temeroso de ser quien es, eso se aprende poco a poco y, paradójicamente, de la mano de quienes más queremos. Casi al mismo tiempo, confirmamos que darle espacio a nuestro verdadero deseo ocasiona regaños, enojo y abandono. Pero si bien ese mecanismo puede parecer normal durante los primeros años de vida, no lo es, al seguir anclado a una insaciable búsqueda de atención y aprobación cuando somos adultos.
             Exigir respeto empieza por respetarse a uno mismo; y si acepto, aunque sea esporádicamente, el maltrato o la ofensa, se considera consentida personalmente. Por otro lado, es casi una constante que las personas que no han desarrollado su capacidad de ejercer o defender sus derechos, tienden a sobrevalorar los derechos, la fuerza, la habilidad y las armas de los demás, denigrando y despreciando las propias.
             Se calcula que solamente en España hay más de cuatro millones de personas que padecen algún tipo de ansiedad social. Es en estas personas las que se hace más nítido y urgente aprender a decir que “no”. Hablando con sinceridad, ¿cuales son nuestras fantasías cuando no nos atrevemos a decir que “no”?  Seguramente se molestarán con uno mismo. Pensarán que somos una mala persona e incluso dirán que no le queremos lo suficiente.  Después de todo, nunca defraudaremos con un “no” a aquellos que nos aprecian como somos, y que son, obviamente, los únicos que nos aprecian verdaderamente.
              En efecto, si aprendemos a decir “no” y a valorar nuestro “si”, habremos dado un gran paso en la conquista de una mejor calidad de vida sin renunciar al gozo del encuentro con los demás.
 Meditación: La busca de los límites es una rigurosa reflexión en torno a los temas más fundamentales del saber humano.

lunes, 10 de noviembre de 2014

Aprender a escuchar.

            A veces adormecido, podemos agudizar ese “sexto sentido” que es la intuición, cuya aportación, siempre protegida por la razón, es de tanta utilidad en las tomas de decisiones y en las resoluciones de muchos de nuestros problemas. Y es que la  mayoría nos hemos acostumbrado a desoírla de forma sistemática.
             En el estado de pareja la capacidad para discutir las discrepancias, es el principal indicador de una relación fructífera, donde saber resolver los problemas requiere saber escuchar. Este enunciado se puede adaptar muy bien a muchos otros aspectos de nuestra vida, por ejemplo, el entorno laboral o escolar, así como para entablar una amistad duradera.
              Es necesario observar qué sentimos, qué decimos, qué hacemos, en definitiva es observarnos con conciencia. Es como un conocimiento interior que podemos ejercitar también con la práctica de la atención plena que nos aportan determinadas disciplinas, como “la meditación, el yoga, la danza y otras disciplinas enfocadas a las sensaciones que nuestro cuerpo percibe”
             Para esto debemos desarrollar nuestra sensibilidad, ya que nuestra intuición es una inteligencia de la que todos disponemos para realizar elecciones, solucionar problemas, comprender el sentido de lo que nos sucede e identificar las señales que puedan guiar nuestra vida.
              Para aprender a escucharnos a nosotros mismos, debemos proponernos, empezando por darnos un momento de calma, en soledad. Una vez cómodamente instalado, intentar visualizar las distintas opciones. Todas estas actitudes se aprenden o se perfeccionan, y quien nace con estas facultades, si no las practica ni las desea perfeccionar, las deteriora o las pierde. Si al imaginar una opción nos sentimos especialmente bien, probablemente vale la pena seguir adelante. Si al contrario, nos invade una sensación de malestar, quizás debamos descartarla o hacer ajustes hasta que nos sintamos de acuerdo con nosotros mismos.
               De esta manera podemos afinar el oído con una escucha atenta, es decir: no estar pensando en lo que vamos a decir antes de que el otro acabe de hablar,  escuchándonos a nosotros mismos para tomar conciencia de si hay concordancia entre lo que decimos, hacemos y pensamos.
               Todos creemos que hacerlo de esta manera es importante, pero. ¿Cuántos de nosotros lo hacemos bien? Mucha gente centra su atención en lo que va a decir antes de que termine de hablar la otra persona y esa, no es la mejor comunicación. Independientemente de los conocimientos que se haya cursado o de la experiencia que cada uno posea, siempre debemos aprender a escuchar.

 Meditación: Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar.
 

viernes, 7 de noviembre de 2014

Expresarse con palabras.

             Lo más lógico y normal es entender y explicarnos a través de la palabra. Pero ¿Cuántas veces éstas, como se suele decir: “se las lleva el viento”? No porque no se entiendan ni porque se expliquen de formas mal intencionadas. No, siempre suelen  mostrarse de la forma más correcta; entonces, ¿Qué sucede?  No es otra cosa que el producto de pasar de tener una dinámica y distendida relación, a la terca sinrazón del mutismo, sin la más leve explicación.
             Sería relevante remarcar que el pasado no se puede explicar en su totalidad con palabras a distancias, Utilizando las palabras lo que hacemos es fragmentar la realidad en partes, cuando lo real, es que todo está unido a todo. Una razón muy importante es la que debemos hablar a las personas de forma educada y con buenas palabras, puesto que  si no se hace, el mismo silencio ya está haciendo daño de una forma indirecta.
            También el problema, es que la mayoría nos pasamos gran parte del día con la mente saltando agitadamente entre el pasado y el futuro, y mientras tanto nos perdemos el presente. La vida es eso que sucede mientras estás haciendo otros planes. Así decimos que la vida transcurre entre palabras y silencios. Pero ¡ojo! Los silencios, no son un elemento accidental, sino un elemento decisivo para conseguir una comprensión auténtica. Aunque reconozco que nadie (o casi nadie) quiere callar para siempre, pues callar se percibe como un fracaso emocional.
            Cuando escuchamos continuadamente, no deberíamos dejar que nuestra mente divague y salte hacia temas totalmente imaginativos. Decimos que a través de la palabra es posible la comunicación, así es posible comprendernos; sin embargo el poder de la palabra va más allá que el simple intercambio de ideas, al mismo tiempo sirve para cautivar y convencer.
           Consideremos siempre que somos seres “sociales”, en el sentido de que pasamos la mayor parte de nuestra vida con otras personas. Por consiguiente, es importante aprender, entenderse y funcionar adecuadamente en situaciones al menos sociales. Todos conocemos y podríamos citar en teoría cuales son los principios básicos para lograr una correcta comunicación, pero a veces “cerramos los ojos” y nuestra mente no la dejamos hablar
            El perdón es una necesidad en nuestro tiempo. La imperiosa necesidad que tenemos de él, surge del hecho de que nadie está libre de heridas, como consecuencia de frustraciones, decepciones, penas de amor, traiciones… Las dificultades de vivir en sociedad se encuentran por doquier. Conflictos en las parejas, entre amigos, personas divorciadas, patrones y empleados, etc., y todos tienen algún día necesidad de perdonar para establecer la paz y seguir viviendo juntos.
             Si nos atreviéramos a decir lo que pasa por nuestra mente, seguramente encontraríamos mucha paz al final de lo dicho, más armonía y no tendríamos la necesidad de pensar en silencio, aumentando de esta forma nuestra confianza personal.

 
Meditación: Los buenos tiempos se convierten en buenos recuerdos; los malos tiempos en grandes lecciones, solo hay que aprender.

martes, 4 de noviembre de 2014

Un momento sublime.

            Nuestro ser tiene dos partes: el interior y el exterior. El exterior puede ser público, pero el interior no. Si haces público el interior, perderás tu alma, tu rostro original, y vivirás como si no tuvieras ser interior.
           Todo lo original está en el interior, puesto que el interior significa tu vida privada. ¿Te has fijado cómo hacen el amor las mujeres? Un hombre hace el amor con los ojos abiertos: observa. No se entregan completamente en el acto, no están totalmente en él.  Una mujer tiene más sentido, porque tiene una conexión más delicada de su interior. Siempre cierra los ojos, puesto que el amor posee una fragancia completamente única y distinta.
            Aunque en realidad se vive a través de los ojos: el ochenta por ciento de la vida está influida por la vista. No debería ser así; pero debemos restablecer el equilibrio También deberíamos tocar, “cómo si viéramos” porque el tacto tiene algo sublime que no ofrece la vista. Intentemos tocar a la mujer o al hombre que quieres con luz fuerte y después en la oscuridad. Observemos como a través de esa oscuridad, el cuerpo se revela mejor, mientras que con la luz fuerte se esconde.
              Cuando tocamos en la oscuridad, apreciamos algo muy “cercano”. Sin embargo cuando vemos, parece que estamos lejos. En la oscuridad y, con discreción, se revela algo que no puede revelarse a plena luz del día. Al igual que las semillas necesitan oscuridad y vida privada en la tierra, las relaciones profundas e íntimas se mantienen en el interior. Necesitamos vida privada, un lugar en el que solo existen dos. Es entonces cuando llega el momento en el que los dos se funden en uno solo.
              No quiero decir con esto que hayamos de movernos siempre en la oscuridad. La luz tiene su belleza y su razón de ser. Si la semilla permaneciera en la oscuridad para siempre y no saliera nunca para recibir la luz del sol, moriría. Por eso, debemos aceptar el desafío del exterior, pero sólo cuando hayamos conseguido unas profundas raíces en nuestro interior.
             Raramente debemos permitir que entren en nuestro “templo”, porque así debe ser. Si la gente entra y sale sin cesar, dejará de ser un templo. Puede ser la sala de espera de un aeropuerto, pero nunca un templo. Muy raramente debemos permitir que alguien entre en nuestro ser. Eso es el amor.
             Así que debemos conducirnos en ese espacio, armados de valor y entrar. Incluso si nos sentimos tristes y solos, no nos preocupemos: es el precio que hay que pagar. Porque una vez que hayas llegado a la fuente, todo cambiará completamente y nos convertiremos en individuos. Esa es la diferencia, entre individuo y persona: un individuo es un fenómeno falso, una persona, es una realidad. Puesto que solo las persona pueden llegar a amar, mientras que los individuos solo juegan al amor.

 Meditación: Nuestra vida interior no consiste es tener buenas cartas, sino en saber jugar bien con las que  tienes.

sábado, 1 de noviembre de 2014

Temor al compromiso.

           Todos deseamos ser independiente y autosuficiente como fuera posible. Si, es cierto, el impulso de distinguirnos de los demás forma parte de nuestro crecimiento tanto como la necesidad de pertenecer a un grupo o colectivo. A veces nos mostramos como si nos hubiéramos creado una burbuja de bienestar, a nuestro modo y semejanza.
             Es entonces cuando el miedo aparece haciendo peligrar dicha burbuja, cuando creemos que va a producirse un cambio que pueda desestabilizar nuestra seguridad. Si estos límites son sobrepasados, nos sentimos como amenazado en nuestro espacio vital, como un peligro a nuestra necesidad de independencia e integridad, y es entonces cuando aparece el miedo. Así es como se desarrolla el miedo a la intimidad.
              El miedo pone en la balanza los recursos que uno tiene y aquello que tenemos que afrontar. Cuando se produce estos desajustes, es cuando el temor se hace presente. Por tanto, es cuestión de inseguridad y de no conocerse bien a uno mismo, lo que conlleva a ese malestar y frustración que a veces padecemos.
             Muchas veces, cualquier relación de confianza o cercanía nos produce ese temor a la intimidad, a abrirnos y a entregarnos, conduciendo todo a un estado de aislamiento y soledad. Debido a ese alejamiento, estas personas conocen muy poco acerca de los demás, lo que le provoca inseguridad en sus relaciones.
              Existen personas que se agobian en las relaciones, o pierden el interés, por miedo a que dicha relación les lleve a una situación estable. Prefieren no establecer vínculos emocionales ni hacer planes de futuro en común. Los que saben cómo relacionarse con este tipo de persona, pueden estar seguros de contar con un profundo afecto, aunque no sean capaces de mostrarlo, o incluso admitirlo.
Cuando más adelante vaya la relación, más agobiante se vuelven. Son partidarios de relaciones de poco tiempo, y no es raro que aquellos que tienen temor al compromiso terminen bruscamente la relación cuando se ven atrapados en esa espiral de la que ven difícil su salida.
             Ese temor al compromiso puede condicionar nuestra vida. Por tanto determinar el temor al compromiso es un paso esencial para construir una relación sana y estable.
             Cuando ese temor se nos presenta, significa generalmente que le tenemos miedo al cambio. La incertidumbre de futuro y todo lo que esto implica para un futuro de vida, nos hace perder libertades y el hecho de estar atados a alguien por el resto de nuestra vida, nos hace que empecemos a buscarle defecto a nuestra pareja para tener de esta manera una razón que justifique nuestros temores.
             Ese estilo huidizo que esas personas presentan, son aquellas que viven una relación en estado continuo de acercamiento-alejamiento. Son las que más dicen quererse enamorar para después sentirse “acorralados” Por eso huyen. Suelen ser personas con un alto grado de autosuficiencia emocional y una baja activación de los deseos de apego. En definitiva son las más proclive a sentir el llamado “temor al compromiso” huyendo de una relación duradera y cuando consiguen lograrlo, procuran no atarlos en corto.

            Meditación: El compromiso es una palabra que necesita de mucho valor para ser pronunciada.