Sencillamente lo
primero que tenemos para ofrecer ante los demás, es nuestra imagen. Ella es
la que a primera vista nos define. Por eso: ¿cuántas veces deseamos mostrar
la realidad limitando nuestras apariencias? Nuestra imagen es como nuestra
carta de presentación, ella refleja la manera en que queremos relacionarnos con
el mundo y con los demás. Con frecuencia le damos mucha importancia a la imagen
que mostramos a los demás, hasta el punto de olvidarnos de nosotros mismos.
Cuando hablamos de
imagen, no nos referimos solo a la vestimenta sino a algo mucho más amplio que
incluye también la postura, los movimientos, los rasgos físicos, la manera de
caminar, la mirada, la risa, el tono de voz, la higiene, la cortesía, la
educación, etc. Es decir, es un
estilo de vida, una forma de ser y actuar ya que cada persona tiene la suya, y
que sin querer mostramos ante los demás.
Ese es el motivo
por el que cuidamos lo que de nosotros se ve, lo que parece, aunque a menudo
intuimos que lo que parece no es. Curiosamente sin darnos cuenta, cuando
nuestra imagen y nuestro interior se mezclan y se complementan, aparece nuestra
verdadera identidad. Es de exclusiva importante cuidar nuestra imagen personal
porque es lo primero que los demás ven de nosotros y, aún sin pronunciar
palabra, estamos transmitiendo datos y proyectando nuestra personalidad a
través de la imagen que ofrecemos al exterior. Nuestras sensaciones, emociones,
nuestra forma de hablar, etc., en general son actos que nos ayudan a mostrar lo
que queremos y lo que realmente somos. Puesto que en realidad no es solo eso
que aparece ante nuestros ojos. Incluso sin darnos cuenta tenemos facetas
desconocidas para nosotros mismos, con las que muchas veces sorprendemos a los
demás.
Cuando nos
preguntamos por nuestra forma de ser, en realidad no debemos basarnos
solo en lo que piensan los demás u opinan de nosotros. Unos de los
objetivos principales es renovar nuestra imagen y no aparecer siempre con ese
esquema que habitualmente llevamos, ya que todo esto identifica nuestro
simbolismo personal.
Es de suma
importancia aceptar cómo nos sentimos, sabiendo a veces que nuestro estado de
ánimo puede ser pasajero y emitimos una situación personal que no es nuestro
estado propio. Nuestra imagen personal y visual que ofrecemos, no sólo refuerza
nuestra seguridad, sino que también fomenta la aceptación social y sobre todo
nuestra confianza hacia los demás. Así, el hecho de conectar con nuestro
interior, ya aceptamos que éste nos guíe y nos presente una apariencia digna
ante los demás. Aunque para eso es necesario que nos arriesgáramos a compartir
y saber comunicar nuestras emociones personales.
Nuestra imagen es
ver reflejada nuestra propia realidad a través de aquellas elecciones que
hayamos tomado a través de nuestra vida. Cada una de estas elecciones nos llevará
hacia un lugar o hacia otro. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido de algo que
hicimos o dijimos en determinado momento? La formación de nuestra propia imagen
tiene mucho que ver con quien eres y con quien llevas dentro de ti. Crear tu
propia imagen, tiene mucho que ver con ser capaz de soñar y de visualizar aquello
que queremos lograr. Tenemos que convencernos que cuando queremos algo,
debemos poner todas nuestras fuerzas y, es entonces cuando algo mágico
sucede, algo se “abre” en nuestra vida, llegando a idealizar una nueva forma en
nuestra nueva imagen.
Meditación:
Tu imagen no consiste en ser notado, sino en ser recordado.
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