miércoles, 29 de enero de 2020

¿Oír o querer escuchar?

       
Aunque nos parezca lo mismo no es igual, puesto que, si no padecemos de una auténtica sordera, nuestros sentidos auditivos siempre están oyendo. A veces sonidos como pueden ser murmullos ambientales que proceden del exterior o incluso música, la cual nos ayuda a realizar las tareas cotidianas, pero es posible que no le prestemos atención, sencillamente porque no nos proponemos. Pero escuchar, ya es otra cosa; es prestar atención a aquello que oímos, queriendo descifrar aquello que oímos, de manera que nuestro propósito es, querer saber y entender aquellos que oímos. 
Escuchar significa pensar en el mensaje para entender de manera clara y concisa lo que día a día nos quieren hacer ver.  Esto requiere saber entender esas palabras, y pensar detenidamente lo que con ello desean transmitirnos. Por mucho que nos neguemos es esencial aceptar de una vez por todas esa realidad con una actitud, la más serena posible, incluso de buen grado. ¡Cuántos escuchan diariamente aquello que alguien intenta hacerle comprender! pero no desean entenderlo! ¿Por qué? No lo sabemos: por desprecio, por rechazo, por indiferencia, por temor, etc. Querer escuchar es una actitud difícil, requiere de un dominio sobre uno mismo y al mismo tiempo implica esfuerzo y comprensión, apoyado siempre en un deseo de querer comprender lo que tratamos a veces de aceptar, para evitar ese sufrimiento innecesario que diariamente nos atenaza. Para ello te debes poner en el lugar del otro, y adentrarte en su ámbito de interés y no sólo escucharle, sino entenderle en su marco de referencia   
            Deberíamos entender que la vida a veces nos dice “cosas”, a través ¿de quién? No lo sabemos, (eso es lo de menos) pero cuando las analizamos en soledad, comprendemos que tienen razón. Somos nosotros los que no queremos escucharlas por los motivos que sean, pero en el fondo de nuestro ser, decimos: “siempre me voy a mostrar de esta manera” Debo pensar que “la puerta de la felicidad, se abre hacia dentro, por tanto, debo retirarme un poco para abrirla, si la empujo, la cierro cada vez más” Por eso digo, que al principio parezca una paradoja, no es lo mismo oír que escuchar. Ya hemos visto que son acciones completamente distintas.
            Por ejemplo para oír debemos percibir los sonidos, sin necesariamente pretender  que le estemos oyendo. Por ejemplo, te puedo estar oyendo, pero si no te pongo atención, nunca entenderé lo que mes estás diciendo.
            Habitualmente decimos: “hablar es una necesidad, escuchar es un arte” Una gran verdad, puesto que los seres humanos no estamos diseñados para escuchar, pero sí para oír. Oír y escuchar, sólo está en la intención. Pero querer escuchar es algo que se hace intencionadamente, mientras que oír es algo que sucede independientemente a nuestra voluntad. Escuchar es más que oír. Es sencillamente prestar atención, involucrar nuestro intelecto para poder captar el contenido o percibir mejor el mensaje.
            Si sabemos escuchar bien nuestras relaciones humanas, serán afectivas y nuestro trato en el seno del trabajo, de la amistad, del amor; ¡más exitosa! Escuchar significa muchas cosas, pero especialmente es seguir abierto a la vida, luchar por una relación. Muchas veces pensamos que oír y escuchar es lo mismo, sin embargo, no es así, y menos aún, si no queremos escuchar.

Meditación: Lo importante no es escuchar lo que se dice, sino averiguar lo que se piensa.

miércoles, 22 de enero de 2020

Vivir en soledad.


Aunque muchos podamos en ocasiones permanecer solos, el temor a la soledad es un estado que requiere ser atendido para evitar sufrimientos. Ese temor es contraproducente en aquellos casos en los cuales una persona está inmersa en una relación destructiva, dado que no le permite salir de ese estado en el cual se encuentra.  Simplemente es razón de no quedarse solo. Ese temor hace que nos sintamos incapaces de soltar esa relación que no funciona, por mucho que estemos sufriendo con ella.
Para muchos la soledad equivale al infierno: buscamos esquivarla a cualquier precio. Sobre todo, cuando nos conduce hacia nuestro mundo interior, en el cual nos asustamos y nos sentimos incómodos. Hay momentos en nuestra vida que estamos llenos de angustia y desprovisto de sentimientos de seguridad, por eso nos parece aterrador. Siempre hemos tenido momentos en nuestra vida, incluso experiencias que fueron difíciles de asimilar, siendo estas el motivo de vivir la soledad con ansiedad.
Todos deseamos comunicarnos con aquellos seres queridos que amamos y apreciamos; formas con las que muchos nos comunicamos sin palabras, por eso en cuanto usamos las palabras, las convertimos en etiquetas, que tomamos con realidades.
Al hablar decimos lo que creemos que es correcto, pero a veces la otra persona no capta nuestra forma de expresarnos, por lo que nuestras palabras no producen el efecto deseado de aclarar una situación a fin de fomentar un entendimiento mutuo. A solas, podemos escuchar tal vez el murmullo incesante de cuanto pensamos. Todos pasamos por épocas en que no tenemos a nadie en quien apoyarnos, nadie con quien compartir experiencias, ni a quienes contar cuestiones personales e íntimas, con quien podríamos intercambiar ideas, con el simple deseo de que comprendan nuestros sentimientos personales en momentos determinados.
¿Cuántas personas viven una situación de silencio por el rechazo social a que se ven sometidas? El mundo nos empuja a momentos críticos, pero en medio de toda esta situación aparecen luces en el trayecto de la vida, hombres y mujeres de fe, capaces de detenerse en el camino para escucharnos. A lo largo de nuestra vida y sobre todo en los momentos de dolor, solemos experimentar abandono y lejanía, parece que Dios no interviene en nuestro drama humano y a menudo surge la pregunta ¿por qué a mí? Es entonces cuando el que sufre llega incluso a reprocharle a la Providencia su abandono, y es justo cuando las fuerzas más fallan.
Es cierto que nos gusta la compañía de las gentes, las actividades, los eventos sociales, pero si nos encontramos algunas horas en soledad, es cuando debemos tener la suficiente capacidad para vencer esos momentos que nos angustia. El silencio interior es esencial para poder oír la llamada de la belleza y poder responder a ella. A veces nos dejamos llevar por el pesar. En realidad, ante esa situación, volvemos a establecer lazos de unión afectivos, siendo el objetivo principal, determinar esos “lazos” de unión para no estar concentrado en la soledad, y recuperar un nuevo proyecto de vida.
Pensemos siempre que cuando estamos en una etapa tan oscura, debemos valorar mucho más la luz, y darnos cuenta de que cuando estás en tu peor momento tienes más recursos de los que crees.

Meditación: No tiendas a eliminar a las personas del pasado; eso solo da soledad.

jueves, 16 de enero de 2020

Los deseos.


           Casi siempre, luego de los deseos de dinero, vienen los deseos de poder. Entonces vemos que mucha gente comienza a evolucionar. Aunque todo se suele enfocar hacia los deseos físicos y hacia los deseos de riquezas. Todos son deseos que comienzan con el poder. Luego vienen los deseos del amor.
            Si nos preguntamos si estamos viviendo en función de un proyecto de vida personal decidido, o si más bien actuamos siguiendo el dictamen, de la sociedad. Podríamos decir que en nuestra mente se encuentra almacenada toda una serie de archivos con información referente a determinadas formas de comportamientos que debemos mantener en nuestra vida.
            Sin embargo, aunque la información que contienen estos archivos, están totalmente desactualizados, y en muchas ocasiones lo seguimos manteniendo operativos sin realizar ningún tipo de revisión acerca de un sentido idóneo. Por eso es importante que aprendamos a detectar la existencia de nuestros deseos.
            Cuando un deseo es una pauta en nuestro interior y no se corresponde con el propio deseo o necesidad personal, irremediablemente, cada vez que tratamos de comportarnos en función de su mandato aparecerá una pugna en nuestro interior; por un lado, nuestras necesidades personales más genuinas y, por otro lado, las exigencias sociales que hemos introducido.
            Como todos los organismos el hombre se conduce de forma que necesita cosas que no posee y que le hacen falta para existir. La carencia de éstas provoca desequilibrios y tensiones. Una vez conseguido, esa inquietud descansa. Nuestros deseos recuperan el equilibrio interior que eventualmente han sido alterado por la falta de lo necesario, cesando esa búsqueda.
            Es importante señalar que, en ocasiones, al estar una persona tan identificada con un deseo y no tener apenas contacto con sus necesidades personales, la tensión de esa pugna interior no se manifiesta en su dinámica personal a través de un intenso interés, sino por medio de sentimientos de apatía, cansancio desmotivación y falta de energía vital.
            Si estamos bajo de autoestima, nos resultará difícil perseguir necesidades se supervivencia. Pero esas necesidades y deseos menos vitales parecen pocos importantes, especialmente si chocan con lo de otras personas. Además, solemos identificar necesidades como meros deseos, descuidando la verdadera satisfacción personal.
            Pensemos que estamos comportándonos de una forma irregular, sacrificando nuestro confort con los demás; pero en realidad somos nosotros verdaderos mártires debido a nuestra baja autoestima. En estos casos la línea divisoria entre necesidades y deseos varía en cada persona. A veces necesitamos absolutamente hablar con alguien sobre un problema personal inquietante, mientras que otras a veces el mismo problema parece menos apremiante, algo que deseamos resolver, pero se puede posponer para más adelante. Para recuperar nuestro verdadero yo e impedir que tengamos una personalidad fragmentada, hemos de dividir entre lo que queremos y lo que quieren los demás, es fundamental aprender a cuestionar, con un espíritu crítico y constructivo, nuestros deberes, creencias, deseos, actitudes y valores personales.
            Esta es la mejor forma de vivir, guiados por un auténtico proyecto de vida personal y no por nuestros deseos, a veces infantiles.

Meditación: Nada cuesta más, que aquello que se desea.

viernes, 10 de enero de 2020

Volver a tener ilusión.


Cuando se pierde la ilusión es como dejar de vivir, no a hay nada que te reconforte, ni nada que aparentemente te ilusione. Es como si hubieras dejado parte de tu vida aparcada, sin fuerzas para poderla poner de nuevo en marcha.  Es un sentimiento de pérdida de motivación ante todas las circunstancias que la vida nos ofrece. Todo nos parece sin sentido, diciendo. Ya ¿para qué? No espero nada de la vida.
Aunque sacando fuerzas de donde no hay, nosotros mismos nos decimos; tengo que “levantarme” no puedo seguir así. Ya no tiene sentido seguir así. Y la pregunta que automáticamente nos viene a la mente es la siguiente ¿Cómo puedo recuperar la ilusión?
Si nos ponemos a pensar, encontramos mil maneras de desarrollar una nueva actitud de forma constructiva, para poder superarme. Pero a veces. ¡Es tan difícil! En estos casos es de suma importancia acudir al optimismo inteligente que surge de la corriente positiva y se define de cómo ir observando objetivamente la corriente que la vida nos ofrece día a día. Todo esto escribirlo es relativamente fácil, lo complicado es llevarlo a la práctica diariamente. Sí, sé que me vas decir: “todo depende de ti” Tu eres el único que puedes cambiar. Volver a tener ilusión, sólo depende de uno mismo, de tomar conciencia de que la resignación es como decía Honorato de Balzac, “La resignación es morir un poco cada día”
Solo deseo estar con mi soledad, y al mismo tiempo luchado para que nadie a mí alrededor me lo note. ¡Nada fácil! Primeramente, porque ellos no entiendo que esté a así y sin quererme hacer daño me “machacan” ofreciéndome proposiciones de todo tipo: laborales, artísticas, de colaboración, etc., 
Volver a tener ilusión, es observar más entusiasmo por mejorar la situación personal y sobre todo a mejorar el entorno en que nos encontramos ante los demás. Solo cuando nos ocurre algo muy grave como la pérdida de un ser querido, es cuando observamos aquello que manteníamos día a día
A veces pienso que debemos ser conscientes del regalo que es vivir cada día. Las cosas más preciadas no pueden fabricarse con las manos, ni pueden comprarse con dinero, ¡se construyen con el corazón! Pienso que todos los días tenemos motivos de agradecimiento. Siempre a todos mis amigos suelo decirles “que se cuiden y que sean felices” Es tremendo el dolor que se experimenta cuando ni siquiera se dignan contestar pareciendo que le hemos hecho un tremendo desagravio.  Nada nuevo estoy diciendo, pero no somos lo suficiente valiente en muchas ocasiones para corresponder a lo que a veces sentimos por ellos.
            Todo lo que hacemos con pasión tiene mucha fuerza de salir adelante, que las que hacemos de forma rutinaria. Para abandonar ese sentimiento de culpa, hace tiempo que dejé ese tratamiento, reconozco que puede estar bien o mal, sean blancas o negras. Pero he de aceptar que “todo está como está” y que cada persona da lo mejor que puede dar en cada situación. He de asumir que no estar acertado no es un problema, no implica nada que haya que arrepentirse, pero jamás debe llegar al desprecio; pienso que al menos pueda convertirse en una ayuda para aprender.

Meditación: La constancia es una virtud, pero al mismo tiempo una maldición, cuando la sinrazón de hace imperante.

jueves, 2 de enero de 2020

Las coincidencias.


            Si, en realidad las coincidencias son como experiencias sincronizadas en nuestras vidas cuando menos lo esperamos. Son antiguas vivencias que conservan el sentimiento de esas realidades invisibles, referidas al sentido de las cosas que no podemos explicar con nuestra mente racional; pero en determinado momento afluyen en las direcciones de nuestras vidas e influyen en nuestro pensamiento.
            Todas ellas señalan el camino del corazón, al que se sigue dejando guiar por la intuición y no por el análisis racional. Para aceptar dichas coincidencias en nuestras vidas, debemos estar receptivos y atentos a todo lo que nos rodea, creando lo que se llama una “auténtica apertura” a una posibilidad de sincronismo.
            En algún momento determinado es posible que nos haya sucedido, e incluso lleguen aparecernos como improbables sus resultados. Es como una conexión entre suceso, persona e información, todo a través de hilos invisibles difícil de determinar. Sea como sea, son como fenómenos cotidianos que se generan de modo continuo y cuya probabilidad de que se produzcan nuevamente, parece aumentar por la facilidad de un acceso a la información y a la comunicación que hay en nuestros días.
               Siempre y en algún momento hemos experimentado coincidencia en nuestras vidas. De tal manera que las coincidencias son sucesos que ocurren relacionados con otros acontecimientos, es decir: dos o más sucesos que ocurren al mismo tiempo. Esta es una experiencia universal que sucede con frecuencia, pero precisamente por ello tendemos a no darle importancia pasando desapercibidos a nuestro lado.
            Sería necesario vivir en el nivel de la mente continuamente y esperar de manera retrospectiva, para conocer las grandes coincidencias de nuestra vida. Si la supiéramos de antemano, participaríamos en la creación de la aventura de nuestra vida. De esta manera el camino sería evidente y seguro para no aceptar señales de coincidencias.
             En muchas ocasiones son como mensajes del ámbito en que vivimos que nos indican cómo actuar para hacer que nuestros sueños se manifiesten. Así pues, para aceptar las coincidencias debemos tener una intención y entonces ponernos en contacto con nuestro ser espiritual. Sólo entonces podremos creer en las coincidencias para satisfacer nuestras intenciones. Tener una intención es fácil, tan fácil como formular un deseo. Cuando empezamos a considerar las coincidencias como oportunidades, cada una adquiere un significado distinto. Cada coincidencia se convierte en una oportunidad para la creatividad, y se convierte en el deseo que ansiamos cumplir.
            Cuando en diversas circunstancias, esto se repite, pocos hemos buscado el significado que ocultan esas coincidencias, llegando a descubrir un propósito relacionado con nuestras profundas necesidades. Por tanto, consideremos que las coincidencias son señalamientos en el camino que atraen nuestra mirada hacia algo importante que necesitamos. Siempre somos libres de ignorar esas señales siguiendo adelante, o prestarle atención para así vivir el milagro que estábamos esperando.

Meditación: Dicen que las coincidencias existen, más bien existe el deseo de tenerlas.