martes, 26 de febrero de 2013

Saber los sentimientos de los demás.

            Definir la frontera entre la vida privada y la laboral no siempre es fácil. Tampoco lo es, entablar la relación ideal con los compañeros de trabajo. ¿La clave? Conseguir el equilibrio entre afectividad y discreción.
            En el trabajo somos esos a quienes nos gusta escuchar las experiencias de los demás, sus sentimientos y sus historias. Parecemos ávidos de confesiones e incita a tus compañeros a verte como aquel a quien se le puede contar todo, asumiendo así el rol de saber escuchar. Para uno mismo, lo más importante es transmitir una buena imagen y caer bien a todo el mundo.
            Por eso debemos manejar hábilmente las emociones de unos y otros. Eso nos convierte en una persona al saber interpretar todas las condiciones para adaptarnos a la otra persona y caerle bien. Otra de las cosas es, gustar que la gente quiera hablar contigo y que recurra a tu espíritu de líder, que cultivas con empeño. En cambio, te encanta que los demás te revelen sus secretos, tú sólo usas emociones en las situaciones en que puedes servirte para atraer la simpatía de un compañero determinado.
            Pero detrás de ese acercamiento se esconde la necesidad de ser bien visto, de sentirte aceptado y apreciado. Crees que para que los otros te aprecien debes transmitirles la imagen exacta a sus emociones. Cuando se presenta un problema, en vez de expresar lo que sientes, focalizas tu energía en descubrir cuál es la actitud que transmitirá la mejor imagen de ti. Y siempre sucede que si el “viento” no sopla a tu favor, puedes que salgas herido al ver a tu compañero que no comparte tu postura.
            Siempre esa actitud procede de un narcisismo frágil, que quiere consolidarse a través de una imagen perfecta. Y en ciertos casos no tan habituales, usamos las emociones de los demás para conocer mejor sus fallos, un saber que constituye un cierto poder para ir escalando posiciones.
            Sea como sea, si nos mostráramos más tal como somos, saldríamos beneficiados, porque la máscara sólo funciona durante un corto periodo de tiempo. Para recuperar la confianza en nosotros mismos, podemos buscar una forma  donde poder ser auténticos y restaurar una buena imagen, sin depender de lo que piensan los demás.

Meditación: La mayoría de los temores los generan nuestros sentimientos.

sábado, 23 de febrero de 2013

Tener confianza I.

           Mientras unos se lanzan con un entusiasmo desconcertante, otros les paralizan las dudas. El impulso es una cuestión de confianza o más bien de creer en uno mismo en la justa medida. No debemos ser ni desanimados débiles, ni demasiado arrogantes, debemos desarrollar un mejor conocimiento de nosotros mismos, conocer nuestras habilidades y sobre todo nuestros recursos.
            A veces la confianza nos impulsa a seguir nuestros propios criterios, asumiendo nuevos retos, consiguiendo respetarnos a nosotros mismos y a respetar a los demás.
            No creamos que sea sencillo tener seguridad en uno mismo cuando vivimos en un entorno de desconfianza generalizada.
            Una postura que puede ser positiva, nos lleva a ejercitar nuestro espíritu crítico y a procurar informarnos, para después actuar según nuestro propio criterio. Pero, ¿cómo no caer en el desánimo?
            Pero si la autoconfianza y la autoestima se empiezan a forjar en la infancia, sólo se asientan con la experiencia de la vida. Es con los años como se consolida la confianza en nosotros mismos, a medida que con nuestros actos, nos demostramos que somos capaces de afrontar nuevos retos, de estar ahí cuando los que apreciamos nos necesitan.             Tenemos que sobreponernos a los fracasos y de esa manera seguir intentándolo.
            Cuando existe una amistad profunda, de esas que uno encuentra apenas algunas veces en la vida… siempre perdura. Aunque no se hable quizás en semanas, meses o años. Siempre existen palabras de silencio. Porque los silencios jamás callan. Son más elocuentes que el mejor de los discursos. Son silencios que se mantienen en un profundo desencuentro y que se convierten en un pensamiento constante, manteniéndose siempre  un recuerdo aunque jamás pronunciemos una sola palabra. Debemos tener presente que muchas veces los silencios hacen más daños que las propias palabras.         
            Se trata, al fin y al cabo, de confiar en nuestros criterios para responsabilizarnos de nuestros propios actos, y no conformarnos con ser simple espectadores por temor a equivocarnos. Puesto que gracias a aquellos actos de sinceridad quedaron solventados muchos problemas, y que  si desgraciadamente no hubiera sido de esa forma, hubieran terminado en una situación desagradable para alguien. ¡Nunca sabremos lo eficientes y hábiles que podemos ser, si en determinaos momentos actuamos con decisión, en lugar de permanecer de brazos cruzados, acosta de la desconfianza, del desprecio y del continuo mutismo!

Meditación: A veces los silencios, ofenden más que las palabras.

jueves, 21 de febrero de 2013

Las relaciones y los afectos.

          Generalizar estos dos conceptos resulta muy complejo, puesto que responsabilizar a nuestra generación con la actual, no es nada fácil de responder.           Primeramente es digno de considerar, la atención que nuestra generación le prestaba al trabajo, la eficacia y a la productividad. Todo hace una obsesiva causa que actualmente nos distrae y nos impide profundizar en nuestras relaciones y en los sentimientos que nos unen con el resto del mundo, no solo en las organizaciones en que hemos contribuido con nuestro trabajo.
            Sin embargo, de ese empeño por mejorar el mundo que nos rodea surge la falta de atención hacia otros ámbitos como, por ejemplo, el humano. Y eso, a menudo, no ha impedido el diálogo con nuestros hijos, con los jóvenes, ya que habíamos dado por sentado que la palabra no era necesaria, puesto que todo podía reemplazarse por el consumo y con el gasto.
            Cosa que frecuente sucede en la pareja, siendo causa que todo esto puede provocar en el matrimonio, emergido a la superficie después de haber permanecido en silencio durante muchos años. Sucede  frecuentemente que el hábito de estar juntos, nos adormece sin que nos demos cuenta, y sólo cuando tiene lugar algún acontecimiento verdaderamente trascendental, como puede ser una boda, un viaje de estudio de varios meses, etc. es cuando la pareja se enfrenta a la cruda realidad, revisando entonces sus propios mecanismos, sucediendo entonces esa falta de relaciones y de afectos.
            ¿Cuántas veces la vida nos pone circunstancias en la que nos traen nuevas visiones, nuevas formas de ser, de expresarnos, de relacionarnos con el mundo? Y todo es debido a nuestras relaciones y afectividad vividas en las raíces de nuestras familias.
            Tiempo hemos tenido para adaptarnos a la capacidad de transformarnos a nosotros mismos y considerarnos constantemente al contexto en que hemos vivido.
            La vida nos cambia, y hacemos bien en seguir una evolución, sin negar nunca de dónde venimos, aceptando incluso el dolor de las distancias creadas entre nosotros y aquellos que nos han permitido ser quienes somos. Ser agradecidos con lo que hemos vivido en el pasado, nos aporta mayor claridad a la hora de disfrutar todo aquello que sentimos. Esto es lo que realmente nos permite reconocer nuestro propio lugar en la vida y nos da fuerza para convivir con la carga que en determinados momentos llevamos, pero nunca perdiendo las relaciones y la afectividad con nuestros semejantes.

Meditación: Muchas personas pasan por nuestra vida, pero sólo pocas llegan a ocupar un gran lugar en nuestro corazón.

Desde los afectos.


Meditación: Todo cuanto puede hacer un hombre, ciertamente, es dar su afecto a un solo ser o algunos contados seres humanos.

Este vídeo pertenece a la colección particular de Karina Cortez


lunes, 18 de febrero de 2013

Las premoniciones II.

          Como decía en el artículo anterior, llamamos premonición a la facultad de conocer cosas mediante un procedimiento distinto al del conocimiento científico; es decir, a la facultad de conocer una cuestión concreta sin que aparentemente existan razones sujetas a la explicación lógica que lo justifique. Por tanto, podemos decir que la premonición tiene un cierto carácter mágico, más o menos inexplicable, pero es una realidad. En definitiva las premoniciones existen.
            El conocimiento científico nace como producto de un aprendizaje sujeto a las razones de la lógica y a la comprobación experimental. Estas circunstancias avalan formas de intervención, de actuación e incluso de predicción de futuro.       
            Esta forma de conocimiento nos da de predicción de futuro. Dándonos en determinadas ocasiones de una gran “seguridad” y para algunos es la única forma de conocimiento válido. Sin embargo a veces se pueden saber cosas, sin saber por qué, estando más o menos convencidos de que podemos tener razón, ya que, aparentemente, no tiene fundamento. Esta es la premonición, a través de la cual presentimos conceptos o futuros acontecimientos que se cumplen afirmándonos en la realidad de ser más o menos intuitivos.
            En definitiva las premoniciones están íntimamente relacionadas con nuestros procesos de carácter inconsciente. No solamente aprendemos de una forma consciente, sino que las diversas experiencias que nos van surgiendo a lo largo de nuestra vida e incluso las ajenas, de las que sin darnos cuenta tomamos buena nota.
            A veces no nos podemos explicar racionalmente, pero muchas veces comprobamos, tiempo más tarde, que nuestra primera impresión fue acertada.
            Decimos que hay personas más intuitivas que otras, y es cierto. Efectivamente existen  personas muy observadoras poseyendo fama de tener más intuición que las personas más cerebrales. En realidad, puede ser también que existan personas que actúan más en consecuencia de lo que les dicta su intuición y otras que actúan más a través de convicciones racionales

Meditación: La razón teme la derrota, pero la premonición disfruta la vida y sus desafíos

sábado, 16 de febrero de 2013

Las premoniciones I.

             ¿Cuántas veces hemos tomado una decisión sólo porque has tenido una corazonada y hemos acertado. Los presentimiento o, lo que es lo mismo, la intuición también son una fuente de conocimientos.
            En muchas ocasiones los seres humanos sentimos un impulso que nos conduce a tomar decisiones y a emprender acciones sin evaluar las consecuencias de nuestros actos. Mucha gente denomina este fenómeno “presentimiento” o “corazonada”, pero en realidad, se trata de nuestra intuición, un mecanismo del cerebro que cada vez despierta mayor interés en nuestro ámbito interior.
            A esto se le suele decir: “la facultad de comprender las cosas instantáneamente, sin necesidad de razonamiento”. Y es que no todo el conocimiento acumulado por un individuo está gestionado por la razón humana.
            En realidad, es bastante habitual que, al enfrentarnos a un problema, su proceso resolutivo dependa de los datos que arrojen nuestra intuición.
            Una reacción instintiva o un sentimiento visceral es el que se hace mediante una evaluación sobre algo de forma rápida, y que se hace lo bastante fuerte como para que actuemos en consecuencia, aunque no seamos plenamente conscientes de sus razones.
            Quizás dos de los aspectos que más llaman más la atención son: el reconocimiento y el respeto hacia esos procesos intuitivos que se debían de una evaluación lógica y racional.
            No obstante, aunque el funcionamiento de la intuición suena a algo extraordinario, lo cierto es que en la actualidad existen instrumentos y registros que muestran que la intuición no es algo azaroso, arbitrario o compulsivo, sino que sigue unas reglas que se corresponden con una actividad personalmente determinada.

Meditación: A cierta edad, un poco de amor propio y otro poco de picardía, las cosas que más deseamos son las que fingimos no desear.

jueves, 14 de febrero de 2013

Cuidar el amor.

             Aparentemente esto parece muy sencillo, pero no lo es. Todo tenemos acceso al amor, pero los malos hábitos como las críticas, el desprecio, nuestra actitud siempre defensiva y la evasión son los mayores enemigos del amor. Por eso digo, que no es tan sencilla la cosa como amar, eso hasta puede ser una palabra, una expresión… No basta eso. No alcanza.
            El amor no muere por causas naturales, muere por negligencias y abandono. Muere por ceguera e indiferencia y porque no se le da por sentado. En cualquier relación, sobre todo en las de mayor proximidad y confianza, surgen casi inevitablemente diferencias, quejas y reproches. Sin embargo, existe  una gran diferencia entre lo que es una queja y una crítica.
            Una queja manifiesta una acción específica que debe ser corregida de un modo muy concreto; la crítica es una enmienda a la totalidad cargada de juicio acusatorio. Lo más parecido a la crítica es el desprecio. El sarcasmo, el cinismo, la burla, el humor hostil. Todas ellas son las formas que se manifiesta; formas en que se manifiesta el desprecio, que con el tiempo envenenan las relaciones y suscita el disgusto en el otro.
            Cuando uno de los miembros de una pareja se siente tan desamparado que decide retirarse, genera un gran sentimiento de soledad en el otro. Con el tiempo la pareja terminará separándose, o seguirá conviviendo sin más, en una relación inerte; podrán incluso compartir actividades, pero ya sin conexión afectiva entre ellos.
            En primer lugar es necesario aceptar los cambios en la relación. No podemos pretender mantener un ritmo sexual como el de los comienzos, ni que nuestra pareja esté siempre perfecta para nosotros. La responsabilidades diarias de cada uno nos dejan, a veces, poco tiempo para cuidar nuestro aspecto físico como desearíamos. Debido a esto no debemos reprocharle esto a nuestra pareja, ni tampoco sentirnos acomplejados si nuestro físico va cambiando irremediablemente con el tiempo.
            Es relativamente importante ser comprensivos y esforzarnos por entender los problemas de ambos, junto con nuestras preocupaciones. Con el tiempo, la relación se suele volver individualista, dejando de cortarnos lo bien o lo mal que nos ha ido el día.
            Justo es decir que, mantener la comunicación es esencial para cuidar la relación de pareja. No cabe duda que al principio de la relación es más fácil estar siempre pendiente del otro, sin olvidar las recompensas inmediatas que aporta un enamoramiento recién estrenado.  Cuando la pasión inicial da paso al amor reposado, es cuando empieza la tarea de mantener día a día, la complicidad. Siempre y cuando nuestra pareja merezca dicho esfuerzo, claro está, ya que nadie tiene por qué aguantar a una persona que nos hace daño.

Meditación: El amor nace de un flechazo; la amistad del intercambio prolongado.

miércoles, 6 de febrero de 2013

El sentimiento de culpa II.

           Decía al comenzar el comentario I de este mismo título: ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra vida nos hemos sentido culpables? En realidad se suele tener una imagen negativa de la culpabilidad, pero si es cierto que si los humanos dejáramos de sentirla, nuestras vidas probablemente acabarían por parecerse a una pesadilla.
            Como una sencilla definición, podríamos decir que, “la culpabilidad es un estado de ánimo doloroso ligado a la conciencia de que –tal vez- hagamos hecho daño al prójimo, ya sea con alguna de nuestras palabras o actos”, -con un exceso de crítica mal intencionada-; pero a veces se da la circunstancias que nos hacen sentirnos culpables cuando en realidad hemos obrado correctamente e incluso haciendo un enorme favor que repercutirá para siempre en la vida de otra persona.
            El exceso de culpabilidad suele darse en personas con alto grado de sensibilidad, y que se preocupan ante el juicio de una amistad, o con rasgos de perfeccionistas. La culpabilidad les lleva a hacerse daño a sí mismo, o cuando de forma excesiva e inútil es imposible que  aquella  supuesta persona le sea incapaz de reconocer el alcance de dicho acto.
            Pero también existen personas con déficit de culpabilidad, puesto que éstas, creen no sentirse obligadas a sopesar lo que supondría las consecuencias que llevaría el agradecimiento de dicho acto. Esta ausencia de culpabilidad hace que, en su lugar sufran, recordando siempre su forma de actuar.
            Por mucho que lo pongamos todo por escrito y explicarlo una y mil veces todo  será en vano, puesto que existen personas que jamás se sentirían obligada a darnos su afirmación, puesto que su “sin razón” o su “orgullo” es tan fuerte que nunca les llevaría a aclarar dichos sentimientos.       
            Así pues, las tres etapas para afrontar la culpabilidad son: tomar conciencia de ella, aclararla y, finalmente, decidir qué hacer. La culpabilidad es, en el fondo, un excelente ejemplo de cómo los estados de ánimos dolorosos pueden iluminarnos; ya sea sobre nuestros comportamientos, cuando es legítimo; ya sea sobre quienes nos rodean o sobre las presiones que nos imponen la sociedad, cuando no lo es tanto. Continuemos, pues, culpabilizándonos. Pero siempre con lucidez.

Meditación: Ten siempre presente, lo que uno siembre, eso cosechará.

domingo, 3 de febrero de 2013

¿Existe el verdadero amor?

           A esto podríamos llamarle el “amor auténtico”, que debería ser el estado natural del ser humano. En verdad es como una orientación del carácter que determina el tipo de relación de una persona con el mundo que nos rodea y no con el sujeto amoroso.          En otras palabras: si realmente queremos a una persona, queremos a todas la personas, amando al mundo y a la vida.
            Una de las consecuencias del amor auténtico, es que despierta nuestra afectividad hacia tu pareja, hacia tus amigos, hacia el mundo, etc. En definitiva…queremos que nos quieran. El amor auténtico no hace análisis sobre lo bueno o lo malo del otro. Es un estado natural, contemplativo, propio de tu naturaleza interna.
            Todo surge de lo más profundo del ser humano. Al principio, en lo que se refiere al amor de pareja, estando muy centrado en el “ego” personal, pero luego puede ir madurando y llevarnos a pensar en lo que daremos al otro. Por eso a veces nos preguntamos: ¿es el enamoramiento, amor auténtico? O es un secuestro del alma, que no nos deja pensar ni razonar bien, ni nos permite ser libres.
            Lo que sí es cierto que nos tonifica y nos aporta ilusión, puesto que el enamoramiento no surge de la voluntad, porque, si así fuera muchos enamorados  se aburrirían. Para decirlo de una forma clara y sencilla; “la felicidad suprema en la vida es tener la convicción de que nos aman por lo que somos o, mejor dicho, a pesar de lo que somos”
            Teóricamente el amor auténtico, surge de la voluntad de la vida, que tiene sus propios propósitos. A veces, es imprudente, puesto que la vida nos somete a crisis, a emergencias espirituales. Y nos obliga a replantearnos nuestros estatus y nuestras relaciones con los demás. También decimos que este amor es ciego, como dice el tópico; al principio no sabemos cómo es la otra persona. Sin embargo, nos atrae. Con el tiempo, le vamos viendo mejor, y es entonces cuando elegimos si dar el paso hacia el amor auténtico. Quizás el enamoramiento es solo el envoltorio del verdadero amor.
            Todos necesitamos que nos quieran. Dar y recibir amor es una capacidad de índole superior para  el que ser humano está ampliamente dotado, y a la vez constituye para él una necesidad, ya que una existencia sin amor supone un vacío en una parcela importante de nuestra vida.
            A lo largo de la vida vamos estableciendo numerosas relaciones interpersonales en las que vamos volcando más o menos afecto en razón de la afinidad que sentimos por ciertas personas
            De forma más o menos inconsciente, damos cariño esperando que éste obtenga una cierta resonancia en la persona querida, de tal modo que esta persona también nos de cariño a nosotros, lo que supone un reconocimiento, una reciprocidad y el establecimiento de un vínculo afectivo.
            El hecho de querer a los demás, nos hace establecer con ellos unos vínculos. Y si éstos son francos, sanos y sinceros, nos sentimos útiles, necesarios y satisfechos de nosotros mismos, al desarrollar una importante capacidad en nuestra personalidad.

Meditación: El triunfo en el amor no es conseguir pareja, sino tener a alguien que te apoye en los momentos difíciles.