lunes, 29 de febrero de 2016

Desesperación o confusión.

        Nunca deberíamos llegar a una actitud de desesperación. Sólo nos conduciría a una tremenda ansiedad que poco a poco nos “destruiría” ¿A quién no se le ha “roto el corazón” ante la pérdida de un ser querido o ante el desprecio de una antigua y duradera amistad? Debemos disponernos a pensar que la vida sigue, ante un nuevo latido del corazón, y decidirnos a volver a trabajar en un nuevo desarrollo para emprender una nueva apuesta a la vida. Siempre deberíamos considerar, aunque en algunas ocasiones  lo haya dicho; la autoestima es una de las bases para el mantenimiento de una vida equilibrada, asentando la confianza y la seguridad en uno mismo.
            Pero no estemos seguros de que por tener una autoestima sólida, tengamos una protección contra las inclemencias emocionales. Aunque poseamos una “llave” que pueda abrir una nueva puerta tras la cual, es posible que encontremos una faceta desconocida que podamos conseguir recuperarnos de ese estado desolador.
          Aunque no existen soluciones fáciles, no debemos subestimar que todos tenemos la capacidad de hacer frente a las dificultades. Es frecuente llegar a pensamientos tan triste, como “a mí no me importa nadie”. Esto, destroza la necesidad de afectividad que todos tenemos, empezando por el aprecio que debemos tener hacia nuestra propia persona. Es posible que la desesperación, nos lleve al borde de un abismo que no tiene fin y nos impulse a precipitarnos en la desesperanza, llegando así a la confusión. 
          Con la desesperación casi siempre nos encontramos en un estado de confusión, ante el cual nos vemos sumergidos en una falta de decisiones que nos llegan a bloquear nuestras vidas. Conforme pasa el tiempo, hay cosas que se nos va olvidando, cayendo en la desidia. Siempre estamos a tiempo de recuperar la ilusión con una voluntad de cambio, aunque nunca debemos forzarnos ni extralimitarnos. “Las cosas y el tiempo siempre nos darán la razón” Es sencillo decirlo, aunque difícil de entender.
         Siempre podremos estar solos en aparente compañía, pero no nos quepa duda, que aunque así sea, siempre estaremos acompañados por la presencia de nuestra propia soledad. Esa confusión que a veces nos alerta, es posible que sea producto de no haber examinado lo suficiente el esfuerzo que hayamos realizado en nuestra vida ante situaciones adversas para de antemano conseguir situaciones constructivas. Cuando nos ponemos tristes, ante esas adversidades, comenzamos a sufrir desgranando nuestros viejos conflictos y situaciones dolorosas, llegando a perder la verdadera visión del presente. Así llegamos a confundirnos ante una visión negativa, matizada a base de rencores y desprecios,  que nos hacen que no estemos dispuestos a comprender.
          Entonces, es cuando nos preguntamos ¿Pero qué esperamos de la vida? La confusión nos ciega, y es necesario concentrar todas nuestras expectativas en lo que deseamos, aunque no sea realmente lo que queremos. Muchos, nunca llegarán a estar de acuerdo con la situación que la vida les presenta, pero no se dan cuenta de lo que tienen, solo es el resultado de su propia existencia del pasado, aunque siempre tendrán la opción y a través de una sólida actitud, cambiar lo que en realidad les desagrada.
 
Meditación: Casi todas las personas viven la vida en una silenciosa desesperación.

jueves, 25 de febrero de 2016

¿Miedo a morir?

            Decimos, que si hay algo cierto en esta vida, es que todos antes o después, moriremos. Desde “el irse al otro mundo”, cómo nos apunta ese dicho, es como decir: Todos los ríos  conducen  el mar; igualmente la muerte también nos conduce a ese final trágico, que nos es otro que despedirnos de esta vida. Este es un tema que seguro nos apasiona a todos, sobre todo a  aquellos que son lo suficientemente conscientes de su propia existencia como para saber que un día dejaremos de existir.
             Cuando perdemos a un ser querido, tenemos que aceptar tanto su muerte, como su vida; reconociendo, que aparte de sentir la tristeza de su marcha, también el agradecimiento por todo lo que nos ha dado mientras vivía. Por lo tanto, podemos celebrar su vida, alegrarnos de que haya vivido, recordando que esa persona sigue viva en nuestro corazón y que también nos ayudará a sobrellevar esos momentos.
            Existe otro punto de vista referente al miedo a la muerte, y es el punto de vista evolutivo, que sugiere de ese “miedo a morir” considerado como algo natural, ya que el ser humano es creado para sobrevivir, reproducirse viéndose por tanto obligado a realizar ciertos actos antes de morir, pero su final es irreversible.
             Esta toma de conciencia, nos puede plantear la siguiente pregunta: ¿Tomamos conciencia de la fragilidad de la vida, puesto que ésta nos ayuda a apreciar más los buenos momentos y las cosas sencillas que nos hacen sentirnos bien? Pues sí, la muerte, de un ser amado, nos devuelve la conciencia sobre nuestra propia mortalidad, siendo considerado como una perspectiva sobre lo que hemos perdido, y de ahí determinamos  lo que realmente somos y lo que para nosotros es “sagrado” en el sentido estricto de la palabra. Deberíamos pensar, sobre todos aquellos que sienten delirios de grandeza infinita, que algún día todo acabará y sentirán la pura realidad de sus vidas, completamente “desnuda” ante ellos, viendo cómo todo sucumbe ante sus pies, contemplando a su alrededor bajo una mirada perdida en el infinito y, con los ojos hidratados de lágrimas de frustración y tristeza, viendo como todo se acaba.
            Es entonces cuando nos sentimos tremendamente humildes, esperando quizás algún epitafio, el cual nunca podremos leer, y esperando el deseo de que alguien nos recuerde, pensando sólo por el bien que hicimos en nuestra vida.
            A pesar de todo y después de todo lo dicho, ¿seguimos viendo a la muerte con miedo? Al principio ya lo había formulado: ¿Es el miedo a la muerte más grande que el miedo a un gran sufrimiento? Desgraciadamente seguimos pensando que sí, ya que si nos pusiéramos más insensibles, perderíamos el miedo a la muerte.
             Si nos negáramos a asumir que la muerte forma parte de la vida: ¿seríamos capaces de amar?  Tenemos que pensar que sí; Amar es abrir el corazón y sentirse libre. El miedo a la muerte nos inhibe, y limita nuestra capacidad para amar. Hace que huyamos de lo inevitable, gastando nuestras energías para defendernos de ese miedo.
             Amar es estar presente y por tanto estar abierto a lo desconocido y conectado con uno mismo, junto con aquel que se nos fue. Todos dejaremos de existir algún día. Cada semana mueren un millón de personas en el mundo. Una de estas semanas será mi semana. No pretendo que este hecho me amargue la vida, aunque sería irresponsable por mi parte dejar de mencionar que debo tenerlo presente.
 
Meditación: Todos tenemos miedo, incluso los que presumen de valientes. Nacemos con miedo a la vida y nos morimos con miedo a la muerte.

 

domingo, 21 de febrero de 2016

¿Por qué nos hacemos daño?

            Es triste hablar de este concepto, pero si lo piensas bien, es así. Tratamos de salir a “flote” pisoteando a nuestros semejantes.  Nos obsesionamos por ser el mejor, por pasar por delante del otro, por tener más, pensando sólo en uno mismo. Somos capaces de destruir lo que sea, con tal de conseguir esa superación deseada. Si somos capaces de destruir un planeta, ¿de qué no seremos capaces? A veces pienso, por qué “patrón” nos guiamos. ¿Es que hemos perdido la conciencia? Será desconfianza, auto exigencias, o quizás nos sintamos sometidos a “programas mentales” lo cuales nos hacen que nos instalemos en una ceguera, sin observar que constantemente estamos haciendo daño.
              Sólo con mirar hacia algunos temas como: religiones, políticas, sexo, guerras incomprendidas, abusos sin reparar en quienes, drogas, poder sin límite, dinero, juegos, etc. etc. Y si hablamos de familias y amistades, prefiero no hablar, todo son rencores, mal entendidos, intereses, etc. El ser humano por regla general es un ser inteligente, pero si no es educado y consciente de sus propios actos, pierde el control de sus ideas y acciones, haciéndonos cometer verdaderas atrocidades, que jamás podríamos imaginar.
           Me inquieta mucho como cada vez somos más violentos. A veces soy yo, el que no puedo articular palabras. Experimento cómo quisiera decir algo, pero no sé, no puedo llegar a expresarme, quisiera decir algo, con tal de auto convencerme de las tremendas atrocidades que el mundo nos envuelve. Comprendo que en el viaje de la vida, no existen caminos llanos, todos son subidas y bajadas. Por eso para hacer nuestra vida soportable tenemos que acostumbrarnos a las injurias del tiempo y a las injusticias de los que nos rodean.
          ¡Oh Dios! ¿Por qué nos dejamos arrastrar por el mal?, y nos regocijamos de nuestro bienestar, contemplando a veces el sufrimiento de otros, experimentando un morboso placer. Esto nos hace perversos, inhumanos, violentos, haciendo que nuestras pasiones nos arrastren, nos dominen a través del rencor y la envidia.  Sé que ante todo lo dicho, no nos queda más remedio que seguir adelante, pero reconozcamos que es triste vivir en ese estado permanente y viendo que continuamente nos estamos haciendo daño.
           A veces es necesario entender que ese sufrimiento que observamos, es un mecanismo que por naturaleza nos ayuda o debía de ayudarnos a sobrellevar esas situaciones que nos hacen daño. Pero, ¿Cómo desactivarlas, para poder continuar? No, no soy capaz de entender cómo funciona esta sociedad o cual es el fin al que deseamos llegar, pero sí, experimentamos una determinada angustia que sin remisión algunas nos  dejan sin argumento, repitiendo una y mil veces: ¿Por qué somos así?
           Quizás ese sufrimiento que ya la vida nos adjunta por naturaleza propia, no sea suficiente y tengamos que vivir con ese “daño” que diariamente vemos ante nuestros semejantes.  Para conseguir sobreponerse a ese dolor que tanto nos invade es necesario no derrumbarse y negarnos a convertirnos en víctimas, haciéndonos que esos acontecimientos no nos hieran en nuestros sentimientos y ser capaces de responder a la pérdida de nuestro auténtico ser, consiguiendo de esa manera poder seguir adelante.
 
Meditación: Si hay cosas que no quiero contarte, no es por egoísmo. Es por no querer hacerte daño.

miércoles, 17 de febrero de 2016

¡No dejes nunca de amar!

                No digo nada nuevo si añado lo siguiente. “Para el amor no hay nada imposible” Al decir esto, cuántas veces hemos escuchado frases como: “Sin ti, mi vida no tiene sentido”, “Lo eres todo para mí” o ¿Qué haría yo sin ti? A veces el cine, la música y la poesía nos han hecho ver formas de interpretar el amor, dejando instalado en nuestra mente, la idea de que el amor intenso está ligado al sufrimiento. Pero, ¿qué entendemos por “amor”? ¿Solo un sentimiento? Ciertamente, si así fuera,  no se podría construir nada sólido encima. Pero si el amor es una relación, entonces es una realidad que crece y también podíamos decir, a modo de ejemplo, que se construye como un edificio. Y esto se edifica en compañía. ¡No solos! No queramos construirlo sobre las arenas los sentimientos que van y vienen, sino sobre la roca del amor verdadero; en definitiva pensemos que el amor nace del corazón.
             Un amor para siempre exige saber elegir a la persona adecuada. Volviendo al primer punto, la persona adecuada no tiene porqué ser aquella que nos vuelve locos, tampoco aquella que solo nos atrae por sus ideas o porque es “maja”. Hay que saber conjugar ambas facetas. Cuando antes del matrimonio ya se intuye que la cosa no va a funcionar, por tener maneras de ser incompatibles, ya sean de comportamientos, caracteres, formas, etc. En fin, son  tantas cosas que nos pueden poner sobre alerta y que muchas veces se intentan resolver con aquello de “yo lo cambiaré” Estamos muy equivocado.
            La evolución sana del amor suele ser lenta, porque se cimienta en el bienestar y la confianza de una persona sobre la otra. La madurez del amor es aquel que se establece entre dos personas independientes que se respetan y se demuestran cariño y atención.
          Se dice que el amor verdadero es aquel que dura para toda la vida, pero ¿qué factores influyen en la prolongación de una relación de pareja? La premisa es clara: nadie va a hacernos feliz si no somos capaces de hacernos feliz a nosotros mismos. No encontrarás la plenitud en nadie si primero no la encentras en tu interior. Existen casos en que nos impresionan debido a la edad. Cuando existe una diferencia de edad relevante en una pareja, deberíamos analizar las discrepancias que pueden surgir a causa de ello, para que la relación sobreviva, puesto que el éxito potencial realmente está en la madurez y en el nivel de experiencia de quienes se aman. Aunque es digno considerar que no existe una diferencia mágica de edad cuando del amor se trata.
           Sin embargo es de lógica que mientras más corta es esa diferencia entre dos personas que se aman, mayor serán las posibilidades de construir un amor que perdure.
           Nunca es demasiado tarde para emprender un ciclo y encauzar nuestras vidas hacia un estado de felicidad duradero, consiguiendo ampliar nuestras perspectivas y aprendiendo fórmulas nuevas que nos hagan “florecer” de nuevo.
           Si por circunstancias alguien nos ofrece una oportunidad para conocernos, puede que se arriesgue muchos, puesto que son como los lados de una moneda, sólo un 50 % existe de posibilidades tanto de ganar como de perder, pero nunca se sabe, si no se intenta. De esta forma podríamos comenzar una posible relación, aceptando nuevos hábitos y un nuevo estilo de volver a empezar. Es posible que de esa manera comience el momento de aprender a amar de verdad.

Meditación: Cuando se quiere a alguien de verdad  y se marcha, también se lleva un pedazo de su corazón.

sábado, 13 de febrero de 2016

¡Qué difícil son las mentiras!

            Cuando mentimos y desgraciadamente lo hacemos con bastante frecuencia, ponemos en juego nuestra sinceridad, retando a nuestra propia verdad. Es triste ver como en determinados momentos de nuestra vida, tratamos de decir lo que sabemos que no es cierto, o lo que aún es peor, intentamos asentar un pensamiento con la certeza de ocultar lo que verdaderamente pensamos. Por eso, deberíamos pensar que nunca podremos engañarnos a nosotros mismos.
             La verdad no siempre es contar lo sucedido, puesto que es muy posible que la “giremos” de tal forma que parezca que aquello que contamos en lo auténtico, de forma que con el tiempo, hasta nosotros mismos nos lo creemos. La mentira nos muestra un acto de insuficiencia personal y de incoherencia ante los demás, queriendo hacer ver lo que realmente no es. Así nos dice un prestigioso psicólogo: “ninguna mentira es tan fácil de creer como aquella que nos gustaría que fuese verdad”
                Entonces ¿por qué mentimos? Si lo pensamos; mentimos para quedar bien, para excusarnos ante los demás mostrando una situación irreal, y obtener ciertos derechos y de esa forma no perder unos beneficios intentando mostrar una mejor imagen de ti mismo, sin darte cuenta que a la larga le estás ofendiendo. Vivir de esa manera no es nada fácil, cómo el título indica; es permanecer envuelto en una serie de condiciones que posiblemente nos generen ansiedad, ya que debes estar alerta de mantener una personalidad falsa. Personalidad que nunca podrá ser eterna, corriendo el riesgo de ser descubierto y es cuando tus estructuras se derrumbarán ante la falsedad. De esta manera podemos corroborar que la mentira es uno de los peores defectos del ser humano, sobre todo, cuando el único afán es obtener un beneficio personal.
               A veces son situaciones a que ciertas cosas no son las que deseamos que fueran; y a través de la mentira las mostramos tal como deseamos que sean, consiguiendo de esta forma lo que tanto anhelamos. Existe un dicho muy popular que nos dice que: “la mentira dura mientras la verdad llega” y esto es verdaderamente cierto, puesto que la mentira, jamás podrá ocupar el lugar que ocupa la verdad. No es fácil perdonar a un mentiroso, debido a que ya hemos perdido la confianza en él, ese perdón requiere tiempo y sobretodo empeño en restituir esa confianza perdida, puesto que ésta hace que siempre prevalezca la desconfianza.
              Aunque no nos demos cuenta, siempre nuestro subconsciente está dispuesto a falsear cualquier historia, con tal de probar nuestra destreza, a costa de nuestras mentiras, porque… ¿cuántas veces mentimos para proteger nuestra intimidad? o simplemente para quedar bien ante los demás. Deberíamos tener por costumbre la sinceridad y obrar tal como somos, de esta manera evaluaremos los costes que tiene el saber cuestionar lo que realmente tenemos y somos. De lo contrario sólo conseguimos perder la confianza en los demás, puesto que de todo es sabido que alcanzar lo perdido no es tarea fácil, y con auténtica razón las personas mentirosas difícilmente cambian.
 
Meditación: El que miente necesita tener buena memoria.

martes, 9 de febrero de 2016

La compasión.

           Deberíamos entender que muchos confunden la compasión con los  sentimientos de aflicción, aunque es difícil distinguirlos claramente. En primer lugar es necesario serenarnos; sí, serenarnos. Vivimos aprisa; con tantos problemas, que apenas apreciamos la vida que pasa por delante de nosotros. Debido a que muchos a veces confunden la compasión con los sentimientos de aflicción. Podríamos evitar esa “carga personal” u obligación si aprendemos a sentir empatía sin involucrar nuestros propios miedos, apegos o quizás aquellas tristezas que no conseguimos resolver.
          En definitiva la compasión es el acto de querer aliviar el dolor de alguien que sufre. El resultado de ser tremendamente compasivo, está muy unido al padecimiento de una depresión crónica. Otros temen que los vuelva sentimentalmente ingenuos o que dicha actitud les impidan ver a los demás con claridad o de forma realista. A pesar de todo existen diferentes maneras sanas para aumentar nuestra compasión, puesto que las preocupaciones no tienen por qué inhibirse para esforzarnos en cultivar nuestro estado o formas de compasión.
             Muchos a veces dudamos en cultivar la compasión, debido a que nos preocupa tener que dar demasiado de nosotros mismos, mientras ayudamos a los demás.
             Otros temen pasar tiempo con personas que les son incómodas. Aunque debemos estar obligados por nosotros mismos a usar nuestro mejor juicio y sentido común para saber cuándo es justo actuar con compasión y cuándo no.
             Tal vez sería prudente y al mismo tiempo reflexivo mencionar la idea de estar siempre dispuesto a poder ayudar a los demás, tener confianza en nosotros mismos y sentir lo que valemos como persona, estando convencido de que siempre mantengamos el valor suficiente para ayudar a los demás. Si solo pensamos en nuestros problemas, no tendremos tiempo ni energías para ayudar a los demás; así es posible que estaremos más seguros del amor y de aquellos que necesitan de nuestra ayuda.
             Buscar y practicar el sentido de compasión en nuestra vida, implica algo más que empatía, algo más para sentirnos en el lugar del otro, a fin de entender su sufrimiento; sentir compasión significa sentirse parte del mundo, sentir esa desconexión que notamos con el mundo que nos rodea  restableciendo la conexión, y solo por la sencilla razón de percibir lo que siente el otro,  experimentando no solo lo que sucede a nivel racional, sino haciéndolo formar parte de ti, ya que al fin y al cabo es parte de tu mundo, puesto que tú, también formas parte de él.
            Cuántas veces el entendimiento correcto para comprender la compasión, es preguntarse a sí mismos si somos capaces de ayudar a determinada persona y por qué. Ponte en esa situación y podrás observar como sonríen cuando su dolor es aliviado. Recuerdas que la compasión es un ejercicio que termina en acción, sencillamente es querer y hacer algo para aliviar el sufrimiento de otro.
 Meditación: ¡Quién necesita piedad, son aquellos que no tienen compasión de nadie!

viernes, 5 de febrero de 2016

Emociones y deseos.

            Una emoción es como un deseo, por eso, así le llamo a este pequeño artículo. Toda emoción es el impulso que nos hace sentir algo en nuestro interior, y nos suele empujar a realizar “algo”. Tanto las emociones como los deseos caminan juntos con el fin de “mirar hacia dentro”, queriendo culminar con la facultad de alcanzar una verdad sin necesidad de razonamiento. Éstas poseen una cualidad imperativa que significa que podemos interrumpir lo que estamos realizando, haciendo generar en nuestra conciencia un profundo deseo.
             De esta manera las emociones nos llegan a nuestro intelecto en forma de deseos, siempre a través de una información relativa a la realidad y no a la que nuestras emociones desearían que fuesen. Toda emoción tiene una gran utilidad personal, y casi siempre está destinada a responder a esos hechos sucedidos que siempre tratamos de desear. Aunque es justo reconocer que a veces, también pueden hacernos daño cuando suceden en momentos inapropiados o con deseos imposibles de realizar.
             Toda emoción siempre nos ayudará a identificar formas y aspectos diferentes de momentos en nuestra vida, que a veces pueden pasar desapercibida para nuestra conciencia. Si potenciamos estas emociones alcanzaremos un conocimiento más creativo de la vida, permitiéndonos conocernos mejor a nosotros mismos y ayudándonos a relacionarnos mejor con las personas que nos rodean.
           Al mismo tiempo es necesario saber controlar las emociones y para ello tenemos que saberlas identificar, es decir, necesitamos aprender a “gestionarlas” para saber cómo manejarlas en cada momento. Comprender que todo deseo va precedido de una gran dosis emotiva, haciéndonos adoptar la forma para sentirnos bien consigo mismo y poder mantener relaciones satisfactorias con las personas de nuestro entorno.
           De esta manera para desvincularnos de las emociones, deseos y sentimientos relacionados con lo que queremos realizar, todo consiste en aprender a “situar” la mente correctamente hacia el objetivo, con la exclusión de todo lo que pretendemos ejecutar.
           Todo deseo nos saca de nosotros mismos, nos desubica y nos dispara a que vivamos en la improvisación, en el desorden y a veces en el capricho máximo de nuestra auténtica libertad. ¿Cuántas veces no nos es posible evitar que esto suceda, ya que ese deseo está regido por la leyes emotivas que son conducidas por nuestro cerebro. Negar un deseo equivale a fomentar un anhelo, y todo ello genera una frustración en nuestros sentimientos, ya que estos necesitan de una razón para poder sentir un equilibrio.
            Los deseos que muchas veces anhelamos en nuestro interior, en general están conducidos por grandes dosis emotivas, produciéndonos  esos “nudos” en la garganta, los cuales no podemos soltar por miedo a las consecuencias, aunque siempre pensamos que es más grande la recompensa que el sufrimiento que padecemos. Es de suma importancia saber tomar decisiones y saber actuar conforme a nuestra voluntad, puesto que casi siempre queremos imponer nuestros deseos a pesar de sufrir esas emociones que se anteponen a los actos que pretendemos realizar.
 
Meditación: Las situaciones difíciles se hacen más difíciles si excluyes los pequeños pasos que te puedan ayudar.

lunes, 1 de febrero de 2016

¿Por que somos tan inoportunos?

               La inoportunidad muy poco tiene de virtud. Para ser sincero, nos somete a prueba la paciencia de nuestros compañeros. Muchas veces acostumbramos a valorar las cosas de un modo relativo (buenas o malas, acertadas o erróneas, etc.) pero pasamos por alto un valor de determinada importancia; las cosas son, sobre todo, oportunas.  Es como un martilleo constante en nuestro cerebro, en nuestro subconsciente que quiere ser ordenado, poniendo a prueba nuestra emotividad.   
              Lo oportuno es simplemente una coincidencia feliz, es como una asociación afortunada. Es decir ver las cosas con claridad. El inoportuno a veces no abre la boca, creyendo que su silencio es asertivo, pero en cierta manera se siente molesto consigo mismo. Es posible que no te hayas dado cuentas que estás creando una imagen distinta a lo que tú crees que eres, solo por el hecho del concepto propio y particular que has construido de una determinada persona.
              Si no logras corregir esa inoportunidad no conseguirás nunca hacer de ella una virtud, sentirás con mayor virulencia el hecho de estar casi siempre en el lugar equivocado, sentirás el momento que estás viviendo como un momento erróneo; para explicarlo de otra manera es como un deseo de aislamiento, con la convicción de que debes convencerte de que no es como tú lo ves. ¿Qué sentido tienes añadirle a una persona un sentido de culpabilidad, el cual tú sabes que no lo tiene?
              Cuando la acción es de gran alcance (por ejemplo, una petición de perdón, un deseo de reconciliación, una ayuda, un reproche) necesariamente, intervienen dos partes. Pero cuántas veces somos inoportunos, cuando jugamos un papel definitivo. ¡Una verdadera pena! Todos los momentos, todas las personas, todos los lugares, ¡son únicos! En nuestra vida, en realidad son oportunidades que se nos presenta una sola vez y si no intentamos poner remedio, es posible que la perdamos para siempre. Aunque nos cueste un verdadero esfuerzo, deberíamos involucrarnos en resolver ese acto, que nos produce insatisfacción y no pensemos nunca que somos inoportunos, siempre existen formas distintas para poder solucionar los problemas.
             Uno de los errores más frecuentes es la ceguera sentimental, la que induce a atribuir el contagio de nuestros sentimientos hacia el otro: (arrepentimiento, remordimiento, amor, e incluso desprecio).. Es como decir, que lo que yo deseo es justamente lo que está deseando el otro, sólo que no se atreve a manifestarlo.
             En estos casos, pensemos en uno mismo en esos momentos, seguro que nos brinda la oportunidad de situarnos en el centro de la escena. Un gesto, una palabra serena, pueden crear sentimientos muy diferentes hacia nuestra conducta y poco a poco nos puede colocar en el camino de convertir la inoportunidad en virtud.
             Qué complicado ¿verdad? Desde luego, si no haces nada, no eres inoportuno, ni tampoco oportuno. Ante la duda, lo mejor es sobreponerte y aseverar una forma cautelosa y oportuna. Pero, a veces, por no resultar inoportunos, paramos nuestros sentimientos y nos quedamos detenidos. En estos casos solemos decir: si no hemos sido inoportunos, estamos a salvo, pero quizás habremos perdido para siempre una preciosa oportunidad.
 
Meditación: Si cada obra se efectúa con corazón y con amor, se consigue mejor su reconocimiento.