jueves, 19 de septiembre de 2013

Me atrae, pero no le conozco.

           Este es un tema bastante escabroso. La pregunta es la siguiente: ¿Por qué nos “encaprichamos” de una determinada persona y no de cualquier otra de las miles que encontramos en nuestro camino? Pero la cuestión aún es más difícil, puesto que esa persona no la conocemos personalmente. Unos opinan que es cosa del azar, otros que es cuestión de probabilidades, incluso los hay que dicen que depende de la educación y de su cultura.
            Algunos opinan que pueda ser por su voz; ésta le transmite cierto grado de romanticismo emocional que las neuronas son las culpables de todo. Indudablemente también depende de la aptitud receptiva que se tenga en ese tiempo, pareciendo todo realmente maravilloso.
            A todo esto debemos considerar que hombres y mujeres somos muy diferentes y por tanto reaccionamos de manera distinta ante situaciones similares. Cuando una mujer le interesa un hombre emite una serie de signos (aparte de la situación o distancia  que se encuentre), algunos de los cuales podemos observar también en el hombre.
            Otro de los síntomas que nos seducen son sus palabras, las cuales las percibimos como si estuviera a nuestro lado. Es posible que la atracción sexual derive de la casualidad o es nuestra mente quien selecciona sin pedirnos permiso alguno.
            A pocas personas le suele importar el proceso –tanto físico como orgánico- la verdad es que se desarrolla durante el enamoramiento, que realmente es un ejercicio necesario para aprender o amar sin sufrir. Esta idea mágica de la atracción se torna casi siempre peligrosa, ya que por cualquier motivo se trunca, puesto que nos convertimos en víctimas de nuestros propios sentimiento cuando las cosas salen bien o sufriendo cuando éstas se rompen sin motivo aparente.
            He de decir también que estos tipos de trastornos emocionales no dejan de tener su morbo, al menos para protagonizar un cierto periodo de tiempo posiblemente muy intenso, pero que en definitiva no llega a conducir a ninguna parte.
            En estos casos la conveniencia es más previsible; como la edad, clase social, educación, pero ¿no es más excitante la propia fantasía? Sí lo es, pero la fantasía no hace buenas migas con la emoción y la razón.
            La emoción y la razón son dos caras de la misma moneda y es la única forma de entender porqué sentimos que nuestro corazón se salga del pecho al percibir a una persona entre una muchedumbre.
            No esperemos nunca nada de estas situaciones, ya que no tienen solidez y no pueden sostenerse por sí misma; ahora bien, saquemos de ellas todo lo positivo que nos ofrezca, manteniendo siempre una situación firme y coherente.
           
Meditación: Cuando conozco a alguien no me importa si es blanco o es negro, judío o musulmán, Solo me basta que tiene un gran corazón.

2 comentarios:

  1. Ains, pues va a ser verdad, mira que yo soy muy caprichosa, y cuándo me da por alguien...
    Claro que, luego, cuando la cosa se pone seria o lo conozco, ya no es lo mismo....
    Yo creo que soy más primaria, a veces es el olor, otra veces la voz...

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  2. Gracias Alicia por tu sinceridad. Aunque estos caprichos sean solo de amistad, siempre dejan “arañazos” que nunca se olvidan.- Saludos cordiales

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