domingo, 27 de abril de 2014

¡Cuídate! I

            Cuantas veces saludamos a alguien o le felicitamos y a continuación le añadimos eso de “cuídate”. ¿Es que quizás dudamos de que no sapan cuidarse por sí solos? No, sencillamente es que además de añadirle ese deseo de felicitación, por el mucho afecto que le profesamos, también le deseamos que se encuentre bien de salud y que no se descuiden en sus hábitos personales. ¡Toda una muestra de aprecio y admiración hacia esa persona!
            Los deseos de cuidados personales hacia una persona determinada son vitales para desearle que tenga una vida plena y feliz. Significa que valore su existencia y mida sus necesidades a fin de hallar un equilibrio en su propia vida. Es como un simple formulismo, pero si lo miramos bien, es un deseo añadido con el cual sólo deseamos que esa persona siempre esté bien de salud y que se preocupe de mantenerse en un estado moderado, al fin de que consiga disfrutar de su vida, junto con la felicidad que le deseamos. Existe una idea la cual no debemos confundir la cual creemos que cuidarse solo va más allá de cualquier trivialidad que imaginamos; es el caso de quien cuida su pelo periódicamente, su peso, o de causar buena impresión, etc.
             En cuestión, no es más que todo lo que engloba a una vida en general,  refiriéndose a esos “cuidados” correspondiente a un estado feliz.  Dentro de ese vocablo tan sencillo “cuídate” encierra mucho más de lo que etimológicamente representa. Es como si uno no estuviera para cuidarle o advertirte de que te preocupe, puesto que yo no estaré “allí” para protegerte. Por otro lado tenemos el cuidado general del cuerpo, tomando la delantera a la propia salud, puesto que la salud nos empeñamos en definirla, a pesar de que intuitivamente todos sabemos en qué consiste, (es el supuesto del buen vivir).
            Todo es un protocolo muy simple que conlleva desearle la práctica de una regla de oro. Sencillamente desear lo que anhelamos que posea. No se trata de egoísmo, sino un principio básico que le recordará que siempre existe alguien que desearía que te encuentres bien.
           No deberíamos olvidar que uno de nuestros requisitos como animal racional es cuidarnos, haciendo uso de la razón, puesto que sus usos pueden ser múltiples. Una mente sana es el complemento de una buena vida. Todo lo cual implica ponerla en funcionamiento. Aunque por costumbre, si cabe, todo consiste en cuidar un poco de nuestro cuerpo, puesto que al final, todo repercute en nuestra mente.
           Pensemos que el cuidado de uno mismo no es completo sin el cuidado de los demás, ya que al mismo tiempo debemos de cuidar de nuestra autonomía. Somos nosotros los que damos ley a nosotros mismos.
           En lo que se refiere a la relación de unos con otros, podríamos destacar dos aspectos. El de la amistad y el de la atención. La amistad, el mayor de los bienes, el cual se sitúa entre la moralidad que a todos engloba y la singularidad del afecto en cuanto que se concentra únicamente en una persona. Y el de la atención es como un protocolo de afecto, como decía anteriormente, con el simple deseo de que no descuide sus atenciones. Nunca está demás que alguien nos recuerde que debemos cuidarnos, eso nos demuestra, sin ninguna apelación, el profundo afecto que esa persona nos profesa, sin necesidad que nos corresponda.

 
Meditación: La verdadera amistad es como la buena salud; casi nunca conocemos su valor hasta que la perdemos.

miércoles, 23 de abril de 2014

Tener imaginación.

           La imaginación se caracteriza por la capacidad de crear mundos fantásticos, íntimos y propios donde el sujeto es generalmente el protagonista y donde no existe ni límites ni restricciones de ninguna clase para el impulso de su libertad.
           Por tanto, imaginar no sirve tan sólo para pasar un rato, sino que a través de ella aumenta nuestra capacidad mental convirtiéndonos en adultos flexible y tolerante.
           Gracias a la imaginación construimos un mundo íntimo, propio y nuevo. El pasado se hace presente con la ayuda de la memoria, recobrando una vida nueva y original mediante la actividad imaginativa. La riqueza de la imaginación hace posible la reconstrucción de experiencia pasadas conscientes como inconscientes, donde la única ley que impera es la de la satisfacción personal, rompiendo los moldes de lo real y las rígidas relaciones de aquella causa del aspecto y del tiempo.
            Fundamentalmente consiste en formar representaciones de objetos, situaciones o afectos, en ausencia de esos objetos o cosas. Aunque la actividad imaginativa no es sólo una representación y actualización del pasado, sino que abarca también la posibilidad de idealizar un futuro, anticipándonos al tiempo.
           La imaginación puede llevarnos a cualquier parte con la mente. Nos permite subir más arriba de lo que alguna vez nos imaginamos poder alcanzar. Se suele decir que la imaginación es el sexto sentido. Lo mejor sería poderlo usarla de una manera positiva para influir en otra persona.
           La imaginación nos puede ayudar a identificar aquellos obstáculos o ataduras que nos limitan o nos impiden alcanzar una meta, quitando lo que una vez nos impusimos. Por eso cuando se deja de imaginar, se deja de soñar, dejas de vivir y de ser uno mismo. Cuando ya no imaginamos, no pensamos lo que podemos llegar a ser. Poco a poco sentimos ataduras que nos impiden llegar a esa meta imaginativa, dejando de creer en ti mismo, y como consecuencia dejamos de creer.
            Pensar con imaginación nos hace afrontar la vida de un modo renovador y apasionante. La imaginación no tiene límite. Por ello, el desarrollo del la imaginación es vital para saber vivir a gusto y sobre todo para vivir bien.
            A veces estamos olvidando como soñar y es por eso que estamos viviendo en un mundo estresante y deprimido. Parece como si los que “dirigen” el mundo estuvieran interesados en terminar nuestras habilidades para soñar, estando nosotros colaborando con ellos. Siempre podrán controlar el mundo, pero no pueden robar nuestra imaginación. Usa siempre tu habilidad de saber imaginar, crea tu propia realidad. No importa las circunstancias, solo tu habilidad para soñar te hará grande. Piensas siempre: “si puedes crearlo en tu mente, podrás tenerlo en tu vida”

 Meditación: No busques culpables a tu alrededor, tu peor enemigo en ocasiones eres tú mismo.
 

Yo también perdí el piano.




Meditación: Ya apareció el piano de cola. 

sábado, 19 de abril de 2014

Caricias y palabras.

             Siempre nos gustaron las caricias; y no digamos de pequeño, cuando éstas actuaban como un remedio para mucho de nuestros males. Una caricia es un acto de afecto y cariño, y sobre todo una invitación al diálogo y a la comunicación.
             Aparte de su aparente sencillez, en ellas se manifiestas las relaciones humanas, al mismo tiempo que se facilita la comprensión de muchas situaciones personales, así como el modo de resolverlas. Quien acaricia pone de manifiesto sus emociones, sentimientos y disposiciones positivas, al mismo tiempo, que el que es acariciado  realiza ese mismo proceso con sus reacciones.
             Todos acariciamos y todos deseamos ser acariciados, sobre todo los niños; éstos necesitan tanto este contacto que si se les priva pueden tener serios problemas en su desarrollo. Aunque no siempre acariciamos con finalidad erótica. A veces es un simple gesto de ternura, otras una forma de demostrar un acto de amistad o apoyo. Siempre hemos de considerar que a través de las caricias no manifestamos un intento de posesión sino de acercamiento y comprensión a los demás y a uno mismo.
             A esta acción de contacto o reconocimiento le llamamos “caricia” la cual se define como, cualquier acto que implique el reconocimiento de la presencia de otro, o dicho de otro modo, es cualquier estímulo social dirigido de un ser vivo a otro y que reconoce la existencia de éste.
             Cuando mimamos a alguien, nos mimamos a nosotros mismos al dejarnos envolver por la ternura que estamos manifestando. A decir verdad, todos necesitamos una dosis de cariño, y si no lo recibimos, nos sentimos rechazados y defraudados y de esta forma nos repercute en todas las facetas de nuestra vida.
              Nos han educado en una cultura donde las normas y tabúes restringen las caricias. Así nos dicen; “no toques, no te dejes tocar” Estos perjuicios dificultan que la caricia sea una forma natural de comunicación, llegándola a sentirlas como una amenaza.  Pero, ¿quién da caricias sinceras? Todo aquel que se sienta amable, que se acepte a sí mismo y a los demás y lo demuestre a través de la ternura, emoción y nos conecten afectivamente.
              Solemos empeñarnos en que nos quieran, olvidando que lo mejor para sentirse lleno de sentimiento, es no recibir ningún tipo de aprecio, sino darlo. Para apreciar tanto a quien nos aprecia (amistad), como a quien no conocemos (caridad), e incluso a quien nos niega (perdón), hay que tomar una contundente decisión “Aceptar que toda persona, por el simple hecho de serlo, se merece todo nuestro afecto”
              Es de suma importancia el concepto egoísta de obtener algo de alguien a través de afecto artificial, puesto que cualquiera muestra de aprecio que se comparta, por simple que sea, confirma una “caricia” valiosa.
              Las personas equilibradas tienen el suficiente coraje, para lanzar palabras llenas de todo aprecio a pesar de no ser correspondidas.

 
Meditación: Las palabras son un rompecabezas que reflejan nuestros pensamientos, solo hay que ordenarlas para resolver el enigma.

martes, 15 de abril de 2014

Mejor algo más de prudencia.

           La prudencia, es el valor de saber cuándo hacer y decir las cosas para que salgan bien. Sí, es cierto que ocasiones callamos por interés. Es la consecuencia de conseguir algo y sabemos que si decimos lo que pensamos, así tal cual lo pensamos, perderemos más de lo que ganamos callando. En esos casos, no es el miedo quien nos aconseja callar, sino la perspectiva de ganar algo mejor si esperamos un tiempo.
           La prudencia es tan discreta que pasa inadvertida ente nuestros ojos. Por eso nos admiramos de las personas que normalmente toman decisiones acertadas, dando la impresión de que jamás suelen equivocarse; sacan adelante y casi siempre con éxito todo lo que se proponen; conservan la calma aún en las situaciones más difíciles; percibimos en ellos una natural comprensión hacia todas las personas y jamás ofenden o pierden la compostura. Realmente así es la prudencia, decidida, activa, emprendedora y comprensiva. ¿Deberíamos prescindir de la prudencia? ¡Creo que no! Sería justo que aportáramos a nuestra vida una buena dosis de prudencia para potenciar nuestra personalidad. 
             Siempre pienso que estos momentos en que vivimos, no estaría mal que dediquemos tiempo a la reflexión y a la cordura, aprendiendo al mismo tiempo algunas observaciones propias de nuestros grandes pensadores. En verdad, esta no es otra cosa que la sabiduría aplicada a nuestra cotidiana forma de vivir.
            Si nos ponemos a pensar definimos a la prudencia, como no pasarnos de los límites establecidos. Pero: ¿cómo debe ser esta actitud? Actuar siempre en virtud a las realidades externas. Conocer bien estas circunstancias, juzgar a las personas, tiempo, lugar, puesto que las circunstancias concretas no suelen repetirse.
             Debemos aprender a verlas a la luz de los primeros principios intelectuales y morales. De esta forma no solo ejercitamos la virtud de la prudencia sino también de otras virtudes. El dominio que la prudencia tiene sobre el acto, nos lleva la realización de conocer la verdad.
             El prudente no se las da de serlo, no milita como prudente de oficio, simplemente lo es y sus actos hablan de su cordura y sabiduría. Distinguir lo que de verdad es bueno y deseable de lo que conviene evitar, por más que se nos presente como placentero y atractivo es crucial para evitar incontables problemas.
             Es recomendable que jamás perdamos el tiempo con personas “imposibles” o retorcidas en sus pensamientos e intenciones, puesto que solo nos creará problemas por todas partes.
             El buen ejercicio de la prudencia requiere una buena formación de este hábito práctico. Si la prudencia debe ajustarse a la verdad, lo principal es nuestra paz interior, es decir, no sólo se debe mirar nuestra verdad, sino ajustarnos a la verdad de nuestro prójimo. Séneca razonaba acerca de esta virtud lo siguiente: “El que es prudente es moderado y el que es moderado es constante; el que es constante vive sin tristeza; el que vive sin tristeza es feliz” Por tanto el prudente e feliz.
 
Meditación: La confidencia corrompe la amistad; el mucho contacto la consume y el respeto la conserva.

 

viernes, 11 de abril de 2014

El adios no es para siempre.

          ¿Cuántos acudimos a métodos artificiales, para enfrentarnos al final de la  pérdida de un ser querido? ¡Qué continuo sufrimiento! Pensamos siempre que  cada vínculo que creamos, ya está cerrado, pero siempre residen aspectos de esa persona que perdurará en nuestra memoria y que permanentemente sentimos en nosotros, aunque intentemos cerrar ese vació, en verdad de alguna manera nos hacemos  dependiente de esa persona, trayéndola continuamente a nuestra mente de una u otra manera.
            Sea o no una decisión predeterminada, separarse es un proceso triste y doloroso que a veces es regado por dosis de resentimiento y ganas de abatimiento, puesto que sacar a la luz nuestra dualidad de sentimientos hacia objetos, tanto positivos como (afectos, convivencias, agradecimientos), no son suficientes para librarnos de esos “enganches” que nos hace sentirnos apoyado siempre en su recuerdo.
           Aceptar que nuestros caminos se han separado y valorar todo lo bueno que hemos compartido hasta ese momento, es el primer paso a dar para seguir adelante. Ese es un proceso que me he encontrado por diferentes situaciones y condicionamientos, a través de ella y, que hemos pasado juntos por situaciones y momentos de todo tipo.
           Despedirme definitivamente para siempre es realmente difícil, puesto que  siempre  representaste todo en mi vida, y ello ha quedado depositado en mi subconsciente, quiera o no, haciendo por cualquiera circunstancia evocar momentos positivos. Si es cierto, que llegamos a la aceptación a través del abatimiento ya que la vida y el tiempo, así nos lo rige. Es una nueva etapa para vivirla en paz nuevamente.
            Pero, ¿qué debería suceder para poder decir que lo vamos soportando bien? Todo se formaliza cuando aquello que lo forma, salimos de la misma, más enriquecido a través de la comprensión y la reflexión. Considerando que “soportarlo bien” es sinónimo de que ese vínculo continúa bajo otra forma; es decir, bajo un estado de recuerdo permanente. Aunque con la fatalidad de esa pérdida, no sólo necesito aceptar que ya no volverá más a estar entre nosotros, sino que tengo la necesidad de ofrecerte el mejor adiós; intentando dártelo sobre todo con mis recuerdos al tenerte presente siempre en mi vida. 
            Desde muy temprana edad, y durante distintas etapas de mi vida me ha tocado demasiadas veces decir adiós a personas muy queridas. Varias veces ese adiós era definitivo, ya que tuvieron que “irse” al encuentro del Padre; otras, porque la vida así lo decidió, y no tuve más remedio que empezar de nuevo haciéndome fuerte ante el dolor que esa situación representaba.
            Se que cada día se me hace más difícil comprenderlo y aceptarlo, puesto que te llevo dentro de mi piel, y que jamás dejaré de soñarte. ¡¡Señor, dame tiempo para aceptarlo, aunque nunca podré olvidarte!!

 
Meditación: ¡Cuánto me gustaría que estuvieras junto a mí en este día para poder abrazarte y desearte todo lo mejor en el día de tu onomástica. Desde que te fuiste nada ha sido igual, a veces una gran melancolía invade mi alma y no es nada fácil seguir adelante!
 

miércoles, 9 de abril de 2014

Las virtudes no nacen.

            Todo lo que nos ocurre en nuestra vida tiene un objetivo y un significado especial, como puede ser el amor, la sensibilidad, la tranquilidad de espíritu, etc., etc. Decía un filósofo griego: “Las virtudes no nacen en nosotros de forma natural, sino que la naturaleza nos ha concedido la capacidad de recibirlas, y esa capacidad llega a madurar gracias a la costumbre”. Por eso, desear de forma ignorante alcanzar ese objeto del deseo, sólo contribuye al desorden y al sufrimiento en uno mismo y en los demás.
            La cuestión más importante en torno a este concepto, radica en el afán de superación. Podríamos decirlo de una manera sencilla: todo consiste en superar a otros o superarse a uno mismo, dependiendo de dónde situemos el control de nuestras acciones y esfuerzos. No comparemos nunca una acción a quienes nos comparan, ni lo hagamos nada con relación al rango a la persona que lo haga. Es un error creer atribuir el concepto de virtud al querer hacer lo que otros hacen. Son nuestros propios resultados o nuestros propios esfuerzos los que debemos superar. Es una sencilla observación sobre todo de nuestra evolución, haciendo florecer nuestras aptitudes en nuestro carácter, llegando a producir un inmenso gozo al comprobar como resultado la experiencia de una evolución
            Siempre debemos tener en cuenta a uno mismo como referencia para progresar; esa es la clave de la superación. La voluntad de creer está condicionada por los logros obtenidos, a través de las virtudes ajenas. Siempre supeditada al  control de nuestra vida y comparándolo con ese algo exterior que nos conduce a sentirnos seguros.
            Hay quienes se consideran perfectos, pero es solo porque se exigen menos de sí mismo. Se suele decir: “que nadie es perfecto, que todos tenemos defectos o aspectos que debemos mejorar de nuestra personalidad para lograr una mejor calidad de vida y cercanía con los demás. Así que es necesario revisar nuestro comportamiento e identificar cuáles son nuestros principales defectos, para empezar a mejorar cada uno de ellos poco a poco.
             Nuestras virtudes son perfecciones habituales y estables del entendimiento y de la voluntad, que regulan nuestros actos, ordenan nuestras pasiones y guían nuestra conducta en conformidad con la razón, adquiridas y fortalecidas por medio de actos premeditados, buenos y reiterados.
             Repasemos nuestra vida y dejemos que nuestros propios triunfos del pasado se conviertan en las fuentes de energía y en los puntos de apoyos que necesitamos en estos momentos para sacar rendimientos a esa latente capacidad que todavía nos queda por experimentar. Juzguémonos siempre, no por lo que somos sino por lo que podríamos haber llegado a ser.

 
Meditación; La virtud nos consiste en hacer grandes cosas, sino en hacer bien las pequeñas.

sábado, 5 de abril de 2014

Mentir por costumbre.

          El hecho de mentir requiere cualidades que no todos el mundo posee  Mentir forma parte de esas personas para quienes son un auténtico talento elaborar historias que no solamente son creíbles. La mentira es “casi necesaria” para la vida en sociedad, como lo es en las relaciones más íntimas de pareja. Lo importante es siempre consciente de la anormalidad de la mentira, que es lo que distingue al mentiroso medio del verdadero mentiroso, para quien mentir se convierte en algo natural.
           A este tipo de persona le creen a pies juntilla. Su aplomo y capacidad de respuesta le permite no caer en renuncio y salir siempre a la superficie en cuanto se siente un poco desestabilizado. El mentiroso se forma de pequeño. A través de su infancia se prueba la mentira, aprende a utilizarla. Estos años son determinantes y si no se enseña que mentir conlleva más riesgos que asumir la responsabilidad de la culpa, el individuo se suele quedar con la idea de que mentir sale a cuenta y, de adulto engañará con frecuencia. 
           Cuantas veces el objetivo de mentir, no es engañar a la gente, pero, con el paso del tiempo, van tomando por costumbre salir de situaciones complicadas a base de imaginación y moldeando un poco la auténtica realidad. Hasta tal punto que la frontera entre la verdad y la mentira, no es muy veraz.
           Algunas de las mentiras que decimos son respuestas automáticas. Las tenemos tan integradas que apenas nos damos cuenta. Lo cierto es que la utilizamos a diario, en todo tipo de situaciones. Siendo a veces su intención de escasa trascendencia. El problema surge cuando espoleados por nuestra inseguridad y el miedo a no ser aceptados tal y como somos, optamos por disfrazar la verdad y el respeto a las personas que nos rodean. Esto esconde un problema de identidad. Es muy probable que ante esa situación intentes rechazar algo de ti o del aspecto de tu personalidad de la cual te desagrada, o parte de tu pasado que no acabas de asumir.
           De esta forma observamos que puede ser una idea tentadora, siendo la vía más rápida para ganarnos la admiración y el respeto de las personas que nos rodean. Como decía anteriormente, solemos empezar de pequeño, pero poco a poco, nos vamos “enredando” en el mundo de la mentira. Y en este proceso, nos olvidamos que la mentira suele ser como “pompas de jabón”
             El problema suele estar cuando nos pillan mintiendo “in fraganti”. En ese momento perdemos mucho más que nuestro disfraz, y es cuando reconocemos que es una lección devastadora. Para verificar esta situación, no tenemos más que observar cómo hemos reaccionado y de qué manera nos hemos sentido cuando una persona cercana se da cuenta que le hemos engañado.
             Todo el hechizo desaparece, al igual que la confianza que han depositado en nosotros, destruyendo por completo nuestra credibilidad. Deberíamos no ver la mentira como la única puerta de salida para encontrar una situación fácil. Siempre encontraremos armas a las que recurrir y, sobre todo, obligarnos a decir siempre la verdad en todas las cosas que consideremos de importancias y sobre aquellas personas que nos importa. No vaya a ser que corramos el riesgo de perderlas por el afán de mentir.

 Meditación: Hay que tener buena memoria después de haber mentido.

           

martes, 1 de abril de 2014

La primera impresión.

            La primera impresión es la que en un segundo decidimos si confiamos en un desconocido, Por eso, ésta desempeña un papel crucial en nuestras relaciones personales. A esto, nos preguntamos: ¿Nos podemos fiar de ellas? Casi tardamos unas décimas de segundo en decidir si una persona nos parece confiable o no, así como el grado de confiabilidad que nos merece. ¿En qué nos basamos para formarnos una opinión de alguien en menos de un segundo?
              Existen infinidad de conceptos por los cuales decidimos: advertimos si la persona mira directamente a los ojos, si sonríe, si tiene una mirada bonita, etc. Por ejemplo nos fijamos en el área que rodea la boca, para decidir si una persona es extrovertida.
            En todo esto radica el principal riesgo de las primeras impresiones, ya que todas proceden de un mecanismo inconsciente que se remueve en nuestro interior. A veces una persona con un aspecto presuntamente agresivo no tiene por qué ser agresivo.   Cuando pasan unos minutos, la razón empieza a hacer acto de presencia. Por el contrario cuantas veces conocemos a una persona y, rápidamente sentimos rechazo. Este es el hecho que despierta en nosotros recuerdos que tienen que ver con otras personas que nos hicieron daño, aunque eso no quiera decir que dicha persona vaya a hacernos daño. Eso se denomina como un mecanismo que se conoce como “atención selectiva”.
            Si sentimos confianza por alguien desde el primer momento, nuestra relación estará teñida de ese sentimiento. A no ser que nos juegue una mala pasada. En estos casos deberíamos utilizar el filtro de la razón y, además mejorar el proceso que nos lleva a formar un juicio de la primera impresión.
            Aquí nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para no dejarnos arrastrar por primeras impresiones erróneas? Indudablemente, debemos usar siempre nuestra conciencia para observarnos cuando enjuiciamos a otra persona. Y siempre es muy interesante estar atento a los desconocidos que despiertan en nosotros sentimientos muy intensos de rechazo o atracción. Sobre todo cuando un mismo tipo de persona nos conduce siempre a la misma primera impresión.
              Precisamente, esos patrones que se repiten a lo largo de nuestra vida, nos hablan mucho de nuestro mundo interior, Sólo de esa manera evitaremos convertirnos en esclavos de nuestras primeras impresiones.
              La primera impresión es la que en un segundo decidimos si confiamos en un desconocido, Por eso, ésta desempeña un papel crucial en nuestras relaciones personales. A esto, nos preguntamos: ¿Nos podemos fiar de ellas? Casi tardamos unas décimas de segundo en decidir si una persona nos parece confiable o no, así como el grado de confiabilidad que nos merece. ¿En qué nos basamos para formarnos una opinión de alguien en menos de un segundo?
             Existen infinidad de conceptos por los cuales decidimos: advertimos si la persona mira directamente a los ojos, si sonríe, si tiene una mirada bonita, etc. Por ejemplo nos fijamos en el área que rodea la boca, para decidir si una persona es extrovertida.
             En todo esto radica el principal riesgo de las primeras impresiones, ya que todas proceden de un mecanismo inconsciente que se remueve en nuestro interior. A veces una persona con un aspecto presuntamente agresivo no tiene por qué ser agresivo.   Cuando pasan unos minutos, la razón empieza a hacer acto de presencia. Por el contrario cuantas veces conocemos a una persona y, rápidamente sentimos rechazo. Este es el hecho que despierta en nosotros recuerdos que tienen que ver con otras personas que nos hicieron daño, aunque eso no quiera decir que dicha persona vaya a hacernos daño. Eso se denomina como un mecanismo que se conoce como “atención selectiva”.
            Si sentimos confianza por alguien desde el primer momento, nuestra relación estará teñida de ese sentimiento. A no ser que nos juegue una mala pasada. En estos casos deberíamos utilizar el filtro de la razón y, además mejorar el proceso que nos lleva a formar un juicio de la primera impresión.
           Aquí nos preguntamos: ¿Qué podemos hacer para no dejarnos arrastrar por primeras impresiones erróneas? Indudablemente, debemos usar siempre nuestra conciencia para observarnos cuando enjuiciamos a otra persona. Y siempre es muy interesante estar atento a los desconocidos que despiertan en nosotros sentimientos muy intensos de rechazo o atracción. Sobre todo cuando un mismo tipo de persona nos conduce siempre a la misma primera impresión.
            Precisamente, esos patrones que se repiten a lo largo de nuestra vida, nos hablan mucho de nuestro mundo interior, Sólo de esa manera evitaremos convertirnos en esclavos de nuestras primeras impresiones.
 
Meditación: Nunca se tiene una segunda oportunidad, para causar una primera impresión.