sábado, 28 de diciembre de 2013

¿Por qué somos tan susceptibles?

            El susceptible es aquel que primeramente nos dice “yo no engaño a nadie”, suele estar siempre en “sobre aviso”, Los susceptibles casi siempre están ligados a unos sentimientos de imperfección y sobre todo a una falta de confianza  en sí mismo.
            A estos tipos de persona, si se le suelen hacer cualquier género de pregunta, enseguida piensan: “por qué me habrá dicho eso” o “será que me tiene ganas” En general cada persona reacciona de una forma en función de su grado de susceptibilidad.
            Estas, suelen ofenderse con facilidad. Se sienten siempre aludidas ante cualquier situación y por lo general ante algunos comentarios, tienden a actuar como víctimas de lo que piensan los demás, considerándose ante ellos como una mala persona, aunque tienen que hacer un esfuerzo para presentar siempre su lado bueno.
            Frente a estos comportamientos, resulta difícil imaginar que durante su  infancia vivieron momentos de humillación y es cuando aparece la agresividad que sienten en determinadas ocasiones. Es complicado hacerles ver, que nadie va a hacerles daño, tratando de expresar lo que suelen reprimir y no digieren las situaciones que se les presentan.
            Aunque realmente son personas que, como dije anteriormente, en su periodo de juventud, debieron luchar con ese trastorno en su personalidad, la mayoría de esas personas, en especialmente las mujeres, tienen muchos momentos de susceptibilidad, es decir: “están siempre en sobre aviso”
            Son personas que a veces gozan de una baja autoestima y, por esa razón, tienen la necesidad de ser siempre el centro de atención. Les suelen molestar los comentarios y todo tipo de críticas, puesto que siempre creen que van dirigidas hacia ellos. Su carácter suele ser agresivo, aunque ellos traten de no reconocerlo.
            Todos los comentarios de los demás suelen ser muy importante para ellos, ya que tienen una falta de criterio sobre sí mismo. Cuando lo que oyen, siempre creen que son negativo, y que van dirigido hacia su persona. Por tanto no los aceptan porque el enfrentamiento suele ser demasiado doloroso al no reconocer sus carencias y limitaciones.
            Siempre existen en ellos, una parte en la cual no se sienten satisfechos, ya que nunca han podido expresarse… Tratemos de tolerar mejor las diferencias, aunque no todo el mundo piensa ni tiene la misma visión de uno mismo. Tratemos de conocer mejor a ese personaje que vive en su interior, y que es apreciado tanto como él sabe apreciar.
            Ante estas situaciones, se debe dejar de disimular y tratar de encontrar poco a poco respuesta a esa “huída”, y frente a los sutiles comentarios que alcanzan esa susceptibilidad, siempre digo: ¿por qué no aceptarlo con humor?
 
Meditación: Lo falso es susceptible de muchas combinaciones; pero la verdad no tiene más que una forma de ser.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Eliminar los resentimientos.

          Todos estamos a lo largo de nuestra vida resentidos por algo o alguien por motivo de alguna acción, la cual nos ha hecho sentirnos en ese estado. El resentimiento y la falta de perdón nos inmovilizan y a veces no nos permite crecer como persona. Superar esta situación debe ser una acción realizada por el bien de quien ha sido ofendido. No quiere decir que esto implique reconciliación, pero al menos nos libera de las consecuencias negativas que significa revivir una y otra vez los recuerdos amargos que a la larga corroen todo lo bueno de nuestra vida.
         Todos llegamos a la edad adulta con más fortalezas que debilidades. Conocerlas nos da el poder necesario para encontrar el verdadero camino de la vida.  Poseemos la gran capacidad de emulación de las conductas de nuestros educadores, con un determinado nivel de inteligencia y de sensibilidad. Nacemos con las maravillosas herramientas de la intuición y la creatividad, pero no todos sacamos provecho de nuestro potencial.
             Por tanto el resentimiento solo sirve para envenenar a quien lo cosecha. Esa actitud negativa va produciendo en nosotros un deterioro paulatinamente, no sólo en la persona a nivel psicológico, sino también a nivel interpersonal. Esto sin duda ocurre tanto a nivel de pareja como en amistades, que ven inundadas sus vidas de sentimientos que muchas veces no expresan, no verbalizan y simplemente acumulan ese resentimiento, provocando una gama impredecible de negatividad dentro de sí mismo.
            Debemos crecer como personas, pero no motivadas por el impulso de la frustración o de las deficiencias, puesto que el resentimiento propiamente significa, volver a experimentar ese sentimiento especialmente doloroso. Aunque se entiende generalmente en el sentido de rencor y sin perdón, a veces inconsciente de envidia u odio, que se manifiesta en críticas, comentarios o insinuaciones que desprestigian a la persona que es objeto del resentimiento.
             En ocasiones nos cuesta trabajo eliminar el resentimiento sin ayuda, pero si recurres a esa persona que de verdad te aprecia podrás conseguir eliminar ese estado que te atormenta. Su explicación está entre las cosas que irremediablemente pasaron y las que no deberían haber pasado. De este modo, siempre estaremos lejos de esos resentimientos que verdaderamente no martiriza a través del recuerdo.
             Seguramente en alguna ocasión, como la mayoría de las personas has sentido esa mezcla de rabia y frustración que se experimenta cuando, a tu juicio, un amigo te ha defraudado en algo, y no quiere o no puede expresarle directamente tu afectividad.
              Sabrás que ese resentimiento a la larga hace daño, y sin embargo no piensas rectificar. Nunca olvides que la calidad no está en los hechos, sino en la persona que hace esos hechos.

 Meditación: Las lágrimas más amargas que se derramarán sobre nuestra tumba serán las de las palabras no dichas y las obras inacabadas.

jueves, 19 de diciembre de 2013

¿Por qué nos enfadamos?

            ¿Cuántas veces al día nos enfadamos? Pues, sinceramente, bastantes. La mayoría de las personas pasamos demasiado tiempo enfadadas, aunque sea sólo explosiones cortas de un grito o dos, pero reiteradas. Desde luego hay personas más predispuestas a enfadarse que otras, pero en general, el enfado es tan consustancial al género humano como comer y andar. Nos enfadamos con los hijos, con los amigos, con la pareja, con el trabajo, con la vida. Y prueba de ello es la cantidad de sinónimos que la palabra tiene; desde ira, indignación o rabia, hasta expresiones familiares como “cabrearse”, “sulfurarse”, “estar hasta el moño” o “estar de mala uva”.
             El enfado es como una batería que se va cargando, y cada vez coloca a las partes en posiciones más enfrentadas, haciendo nuestros esfuerzos más ineficaces.
             Cuando nacemos ya empezamos a desarrollar nuestro repertorio de expresiones disconformes y luego, al hacernos mayores en vez de berrear y patalear insultamos, o nos inventamos nuevas formas más intensas como agredir o difamar. Por suerte algunos también aprenden a dominar las frustraciones.
              Pero: ¿qué es lo que nos enfada? Pues tres razones: los demás, las circunstancias y nosotros mismos. En los tres casos el enfado puede estar más que justificado: si te roban la cartera, o te dicen lo que no quieres escuchar, (aunque sea verdad) o te has olvidado las llaves de tu casa cuando ya está lejos.
              Realmente son muchos los casos que provocan la indignación, pero hay también muchas deformaciones del enfado. Una de ellas radica en los rasgos de nuestra personalidad. Las discusiones conyugales, por ejemplo, que son tan habituales, acaban siendo demoledoras para la pareja, aunque los protagonistas lo sepan, ya es demasiado tarde. Otra razón es ver reveses en todas partes. Sentirse siempre un agredido o una víctima es un “mal rollo”. Un poco de distancia ante las cosas y un poco de aceptación de las dificultades vienen siempre muy bien. La vida está llena de imperfecciones y algunas de ellas nos perjudican, está claro. Cuando el enfado es útil, adelante, pero cuando no lo es, es mejor contar hasta tres.
              Los que se enfadan por cualquier cosa se convierten en profesionales de la hostilidad y eso es, en definitiva un sufrimiento. Saber enfadarse es muy fácil. Ser rotundo en el enfado pero comedido y elegante, es todo un arte. Un arte, por cierto, que solo se aprende en la vida, la cual está llena de circunstancias sin argumentos.

 Meditación: El enfado es la incapacidad que demuestran los humanos para no aceptar una manera de pensar diferente a la suya.
 

viernes, 13 de diciembre de 2013

Una nueva vida.

             A veces la vida cuando menos lo espera y sin pedirnos permiso nos empuja hacia un nuevo comienzo; es como si te quitaran media vida, pero así tienes que sobrevivir y seguir adelante. Todo nuevo comienzo, nos crea una sensación de incertidumbre o miedo, sobre todo cuando ya no tienes a tu lado aquella persona con la que prácticamente has vivido toda la vida.
            Cuando perdemos a un ser querido quizás no sepamos muy bien encontrarnos a nosotros mismo, no sabemos qué decir, ni qué hacer. Esas son mis primeras reacciones. Por ello, debo aprender “el proceso de la muerte” Todo tiene su tiempo y su camino por recorrer; aunque es muy difícil de entender.
               Lo que verdaderamente pesa sobre mi ánimo es una terrible  soledad cargada de tristeza; es como sentirse aislado, deprimido, incapaz de expresar mis sentimientos, desconectado de lo que ocurre a mi alrededor, e incluso aunque esté rodeado de gente.
               Ante estos nuevos comienzos, los cuales la vida me presenta, ni el mejor equipo de planificación me hace sentirme satisfecho, todo son dudas, indecisiones y temores hacia el mañana.  La vida nunca vuelve a ser la misma, por mucho que te digan y te animen a seguir y a decir lo que debes hacer. ¡Mañana será igual! Y así para siempre.
               Cuando alguien a quien hemos amado, decide que ha llegado el momento de cambiar de plano, se nos va la mitad de nuestra forma de vivir. Reconozco que es un reto muy grande en el día a día.
                Pero son justos esos momentos  en los que estoy solo, sin nadie, olvidado, perdido, los que me da tiempo a pensar, recordar todo y cada uno de los momento vivido con ella. Sinceramente no puedo darme una respuesta lógica o al menos que me consuele, puesto que cuando llega la muerte de esa persona con la que has compartido toda tu vida… ¿Cómo se supera esa ausencia?  No existen manuales, ni enciclopedias que me digan las palabras “mágicas” para aliviar ese dolor que invade mi alma.
                 No existe más camino que el que decida yo mismo. Nadie me puede decir que tome esta, o aquella decisión. Me he pasado muchos momentos de mi vida, dando concejos, opiniones, etc., y ahora es el momento de respetar ese espacio vacío que me invade, en el cual se encuentran todos los grandes momentos que pasé junto a ella.
                 En este caso debo asumir y comprender que no se puede eliminar el sufrimiento, que el ser humano no tiene capacidad para ello. Puedo en determinados momentos, escapar de él, pero no eliminarlo. Solo con reflexión y sobre todo con humildad, debo comprender que no puedo hacer nada con respecto a mi propio dolor, solo aceptar que él, de ahora en adelante me va a condicionar mi vida.
                   Todos me acreditan mil comentarios, mil demostraciones de lo que debo hacer, aunque pensándolo bien, lo que realmente necesito es aceptar las “cosas” tal como son y, sobre todo, aprender a vivir una nueva vida, aceptando la voluntad de Dios.

Meditación: Siento un dolor inmenso por haberte ido de este mundo. Tu gran amor y ejemplo hará que permanezca en mi recuerdo.

El Señor es mi pastor... (Salmo 23)


 
Meditación: El Señor es mi pastor; nada me falta. En verdes praderas me hace descansar,…