jueves, 29 de agosto de 2013

Las marcas de la vida.

            Me pregunto: ¿merece la pena vivir una vida triste? Una vida dónde todo sale mal, dónde no tenemos ilusión por seguir, dónde no tenemos esperanza. Lo bueno es que la mayoría de las vidas tristes tienen solución. No siempre dejan marcas en el cuerpo, aunque labran arañazos en nuestro corazón y dejan surcos en el alma.
            Esa tristeza es parte de la vida y, no la podemos evitar, pero podemos manejarla para disminuirla o quizás eliminarla. Es la respuesta natural ante las situaciones dolorosas, que todos vivimos.
            Pensar en los buenos recuerdos, si los hemos vivido más de una vez, pueden definitivamente tenerlos de nuevo. Eso es lo hermoso de los recuerdos. Solo porque las cosas parecen ser malas hoy, no significa que mañana serán iguales.
            Sin esos arañazos, la vida no sabe a nada. Ellos vienen solo, sin que nadie los llame. Si, es cierto que nosotros no lo buscamos, pero los avatares en el que vivimos y nuestra fragilidad hacen que aparezcan casi cotidianamente.
            El dolor dura el tiempo que tú quieres que dure, no importa las circunstancias en las que nos encontremos; nunca se nos puede quitar la libertad, la libertad de amar es lo que da sentido a nuestra vida, con sus complementos, y en si la felicidad.
            A veces no son los demás los que deslizan sus uñas sobre nosotros, somos nosotros mismos los que nos infringimos esos arañazos a través de nuestros recuerdos, los cuales nos dejan unas huellas cargada de un contenido sentimental.
            Por eso debemos poner esos sentimientos en perspectiva y entender la razón por la cual estamos dolidos. Cuando nos sentimos tristes, llegamos a pensar que la vida es cruel o injusta, así que es fácil entender por qué, en esos momentos, la felicidad nos parece la mejor meta de la vida o el estado “natural” por alcanzarla. Sin embargo, pasaríamos por alto una importante verdad sobre nuestras experiencias. Los momentos de dicha y alegría más profunda de bienestar que a veces nos envuelven, sólo tienen sentido porque representan un contraste con nuestras decepciones, sufrimientos y tristezas, e incluso con esos momentos en que nos sentimos atrapados por esos arañazos que la vida continuamente nos presenta.
            Al tener presente nuestros sentimientos, nos preguntamos: ¿La razón por la cual estamos realmente molesto, es realmente tan importante como pensamos? ¿Tanto me afectó? Si con sinceridad nos respondemos, comprenderíamos que todos tenemos la capacidad de ser feliz, aunque la mayoría de las veces no parezca ser así. Si destapamos nuestra felicidad interior veremos que tiene que ver en parte con nuestro cuerpo y en parte con nuestra mente. Pues combinando estas dos teorías, nos podríamos encontrar con que el mundo es más maravilloso e indulgente visto desde ese ángulo.
            Querer curarse es recabar en el fondo de aquellas palabras amigas, las cuales fueron compartidas con plena confianza. Pues pensándolo bien casi desearíamos más esos arañazos de la vida, que el duro e insensible sabor del silencio.

Meditación: ¡Qué pequeñas son tus manos en relación con todo lo que la vida ha querido darte!

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