Saber hablar es un arte que implica a su vez, saber escuchar, Saber articular palabras y estar atento a la que el interlocutor pronuncia, es un ejercicio que exige esfuerzo, sensibilidad y sabiduría.
Escuchar es oír con atención, curiosidad e interés lo que la otra persona está diciendo, sin hablar de uno mismo ni preparar una determinada respuesta. Únicamente cuando uno es capaz de escuchar al otro, abriendo la “puerta” para que el interlocutor pueda comunicarse con él. Precisamente esta interlocución compuesta de una escucha respetuosa y de un habla adecuada, es la esencia del diálogo.
Así decimos que el justo equilibrio entre saber escuchar y saber hablar, produce el milagro del diálogo. Considerando al diálogo como un milagro de armonía, de respeto y de sinceridad que posibilita la convivencia pacífica.
Saber escuchar es el ingrediente clave de la comunicación afectiva. Escuchando logramos mejorar la comunicación, incrementar el nivel de comprensión y conocimiento, acrecentar la productividad y sobre todo desarrollar las habilidades de liderazgo.
En toda relación existen diferencias, pero cuando no existe comunicación, se acaba teniendo un abultado estado de malestar. A algunas personas les cuesta afrontar los conflictos, mostrar sus desacuerdos y expresar que algo les molesta. Otra cuestión importante es centrare primero en las emociones de una persona y luego en las de la otra. Es entonces cuando se puede escuchar una a una realmente. En esos momentos somos capaces de estar centrados en lo que cada uno tenía que decir, para luego expresar en primera persona lo que les estabas ocurriendo sin juzgar ni criticar.
Cuando tenemos problemas de comunicación con los demás es más fácil echarle la culpa a la otra persona, y esa actitud realmente no nos ayuda a que la comunicación sea mejor, puesto que en una comunicación debemos hablar, pero sobre todo hay que escuchar.
Entre las razones principales por las que la mayoría no escuchamos con atención, están éstos distintos conceptos: temor a ser influidos por ellos, pensar que somos los poseedores de la verdad, que el otro está equivocado y sentir que cuando uno habla puede ejercer más influencia que cuando escucha.
Los conflictos nos dan la oportunidad de conocernos mejor, y cuando los resolvemos, evitamos que ese malestar de fondo que suele distanciar se acumule. Por tanto saber escuchar y sentirse escuchado por la otra persona es una experiencia que nos facilita la apertura, la creencia y la resolución de las diferencias y los desacuerdos.
Desarrollar esta habilidad requiere, más que ninguna otra, de una gran voluntad y disposición hacia el cambio de enfoques, conductas y formas de ver las cosas. Es algo que debe producirse desde “dentro” de nosotros mismos. Por esa razón, debemos utilizar un pensamiento muy reflexivo sobre todo en el tema del control de nuestras emociones.
Meditación: Nunca es tiempo perdido el que se emplea en escuchar con humildad cosas que no se entienden.
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