martes, 27 de agosto de 2013

La seducción III.

               Son muchos los factores que influyen en el arte de seducir, como por ejemplo, la mirada; ¿A quién no le encanta gustar? Pues como decía la mirada es uno de los factores más influyente en la seducción. Saber mirar: ¡qué importante es mirar! Y en lo que toca a la boca, prescindiendo a la configuración física. ¿Quién no disfruta del placer de atraer a otro? La sonrisa tiene una potencialidad insinuadora y expresiva inapreciable.            Todo esto nos gusta a casi todos, porque esa corriente de atracción, aparentemente simple, no sólo es divertida en sí misma, sino que conlleva un valor añadido doble: primero, porque uno se siente más fuerte, algo en su interior  le dice que tiene mucho ganado a la hora de seguir un objetivo, y segundo porque nos sentimos valioso. El atractivo de la sonrisa cuando es enigmática tiene una manifestación en el campo del arte de la seducción.
            Pero el gustar a los demás puede ser el efecto involuntario de un don natural o el resultado de una estrategia intencionada. Unos dientes bien cuidados constituyen un instrumento esencial para configurar una sonrisa atractiva y seductora. Aunque no lo parezca, la voz es también un componente físico de vital importancia para completar el encanto de una persona, se da el caso de personas agraciadas físicamente pueden ver arruinado su atractivo por una voz desagradable.
            La conducta del seductor tiene su “ciencia”. Trabaja con tesón para obtener el halago supremo, pero cuando lo consigue prefiere no prolongar demasiado la conquista, ante el riesgo de exhibir su verdadero ser.
            Existen muchas teorías que en las manos está toda la vida de las personas. Las célebre “manos de pianista” suelen ser hermosas. Pero a veces unas manos endurecidas por el trabajo y ennoblecidas por la edad de un anciano, son a veces capaz de despertar una tierna atracción. Todo es cuestión de saberlas utilizar, de hacerlas “hablar” dotándolas de un sentimiento personal.
            Indudablemente el elemento físico juega un papel importantísimo en la seducción, como por ejemplo el olor, porque aunque no se ve, se siente y en las distancias cortas puede ser decisivo.
            No debemos dejar ni de prestarle atención a la vestimenta; ésta constituye todo un discurso sin palabras que habla de nosotros más allá de las pretensiones mostrativas del interesado. La ropa nos encasilla o nos distingue, nos personaliza o nos manifiesta, nos hace vulgares o nos da prestancia y elegancia. La vestimenta aunque nos parezca mentira, es el signo más directo e inmediato de nuestro buen gusto o mal gusto.
            Los seductores, a pesar de todo lo mencionado, no son fraudulentos, ni claramente mentirosos, como hay otros; ellos son, simplemente, unos inventores de sí mismos, con un halo delatador y en muchos casos, y más en esta sociedad de apariencias, las vivencias más comunes son las de la importancia de despertar el interés de las personas de nuestro entorno.

Meditación; Seducimos valiéndonos de mentir y pretendemos ser amados por nosotros mismos.

2 comentarios:

  1. Esto me lo voy a leer un par de veces más a ver si aprendo algo...

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  2. Gracias Alicia por tu comentario, aunque no consideres nunca en lo que lleves puesto, sino en lo que configure tu propia identidad. Saludos.-

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