sábado, 11 de mayo de 2019

Todos necesitamos de alguien.


Aunque no queramos reconocerlo, lo cierto es que no nos agrada que nos corrijan o nos ayuden, es decir: tendemos a intentar siempre resolver solo nuestros problemas a través de nuestros propios conocimientos, pero piensas que, con la ayuda de alguien, sería más fácil solucionar esas decisiones que tanto nos atormentan. Entonces: ¿Por qué no pedir ayuda? ¿Por qué no dejar escuchar a ese “alguien” que tú sabes que sus palabras podrían dejar de atormentarte y adoptar esa tranquilidad de espíritu sólo con sus palabras? Sí, es posible que sea por orgullo personal, pero piensas, que así no se puede ir por la vida. Todos necesitamos de alguien.
Hay muchas formas diferentes de dar y recibir ayuda. A veces sólo necesitamos unas palabras de ánimo. Otras veces necesitamos que nos orienten o nos den una nueva perspectiva sobre las cosas. La ayuda puede ser algo muy específica e inmediata, como el apoyo para llevar a cabo un determinado problema. A fin de cuenta el primer paso, es sentirte seguro de ti mismo y asumir la realidad de todos aquellos que nos rodean y estar convencido de que todo lo hacen por el sólo hecho, de que te sientas bien.
Pensándolo bien nadie debe introducir desconfianzas en nuestro corazón, pero si lo miramos de esa manera, sólo conseguiremos confundirnos nosotros mismos ante un mundo irreal y equivocado. Piensas siempre que pedir es tan necesario como dar. No confundamos nuestros propios recursos a la hora de gestionar nuestras vidas y seamos humildes y sencillos a la hora de solicitar ayuda de otra persona, para conducir esas acciones que nos puedan llevar al fracaso.
Hoy el título de “amigo” se suele dar muy a la ligera, y no nos damos cuenta que, esa amistad que tanto pregonamos es cada vez más débil. Un amigo de verdad es aquel que te conoce bien y sólo desea el bien para ti, pensando que jamás ni dirá, ni hará nada que pueda perjudicarte. A veces te hace encontrar la “luz” donde solo veías oscuridad. Sé que a veces tardamos mucho en darnos cuenta, pero llega un día; recapacitas, y dices: “ahora reconozco que era un amigo de verdad”
Existen momentos en nuestra vida que deberíamos darnos permiso a nosotros mismos para ser, sentir y comportarnos como lo que somos: seres humanos, frágiles y vulnerables ante cualquier adversidad que se nos presente. Esa ayuda que te presta un verdadero amigo, intenta siempre cumplir sus promesas y siempre es de fiar, jamás miente, ni hablará mal de ti a tus espaldas contando secretos o información que hayan sido de tu confianza.
Todos tememos al fracaso y a las intromisiones, cuando se trata de una experiencia vital tan inevitable como enriquecedora, pero no son momentos para la prepotencia ni el orgullo personal, ni por supuesto guardar un permanente rencor eternamente a aquella persona que en su momento solo quiso ayudarte. Todos podemos equivocarnos. Nadie nos enseña a vivir siempre en la auténtica verdad. Ese es el error que a veces cometemos, a pesar de que nunca acabamos de aprender del todo. Por tanto: no juzgues, ni catalogues a aquel que solo quiso ayudarte. Ojalá siempre encontráramos a personas que nos adviertan y nos ayuden de esos errores que la vida nos pone por delante.

Meditación: El orgullo te hará sentir más fuerte, pero jamás te sentirás feliz.

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