Aunque no queramos
reconocerlo, lo cierto es que no nos agrada que nos corrijan o nos ayuden, es
decir: tendemos a intentar siempre resolver solo nuestros problemas a través de
nuestros propios conocimientos, pero piensas que, con la ayuda de alguien,
sería más fácil solucionar esas decisiones que tanto nos atormentan. Entonces:
¿Por qué no pedir ayuda? ¿Por qué no dejar escuchar a ese “alguien” que tú
sabes que sus palabras podrían dejar de atormentarte y adoptar esa tranquilidad
de espíritu sólo con sus palabras? Sí, es posible que sea por orgullo personal,
pero piensas, que así no se puede ir por la vida. Todos necesitamos de alguien.
Hay muchas formas
diferentes de dar y recibir ayuda. A veces sólo necesitamos unas palabras de
ánimo. Otras veces necesitamos que nos orienten o nos den una nueva perspectiva
sobre las cosas. La ayuda puede ser algo muy específica e inmediata, como el apoyo
para llevar a cabo un determinado problema. A fin de cuenta el primer paso, es
sentirte seguro de ti mismo y asumir la realidad de todos aquellos que nos
rodean y estar convencido de que todo lo hacen por el sólo hecho, de que te
sientas bien.
Pensándolo bien
nadie debe introducir desconfianzas en nuestro corazón, pero si lo miramos de
esa manera, sólo conseguiremos confundirnos nosotros mismos ante un mundo
irreal y equivocado. Piensas siempre que pedir es tan necesario como dar. No
confundamos nuestros propios recursos a la hora de gestionar nuestras vidas y
seamos humildes y sencillos a la hora de solicitar ayuda de otra persona, para
conducir esas acciones que nos puedan llevar al fracaso.
Hoy el título de
“amigo” se suele dar muy a la ligera, y no nos damos cuenta que, esa amistad
que tanto pregonamos es cada vez más débil. Un amigo de verdad es aquel que te
conoce bien y sólo desea el bien para ti, pensando que jamás ni dirá, ni hará
nada que pueda perjudicarte. A veces te hace encontrar la “luz” donde solo
veías oscuridad. Sé que a veces tardamos mucho en darnos cuenta, pero llega un
día; recapacitas, y dices: “ahora
reconozco que era un amigo de verdad”
Existen momentos
en nuestra vida que deberíamos darnos permiso a nosotros mismos para ser,
sentir y comportarnos como lo que somos: seres humanos, frágiles y vulnerables
ante cualquier adversidad que se nos presente. Esa ayuda que te presta un
verdadero amigo, intenta siempre cumplir sus promesas y siempre es de fiar,
jamás miente, ni hablará mal de ti a tus espaldas contando secretos o
información que hayan sido de tu confianza.
Todos tememos al
fracaso y a las intromisiones, cuando se trata de una experiencia vital tan
inevitable como enriquecedora, pero no son momentos para la prepotencia ni el
orgullo personal, ni por supuesto guardar un permanente rencor eternamente a
aquella persona que en su momento solo quiso ayudarte. Todos podemos
equivocarnos. Nadie nos enseña a vivir siempre en la auténtica verdad. Ese es
el error que a veces cometemos, a pesar de que nunca acabamos de aprender del
todo. Por tanto: no juzgues, ni catalogues a aquel que solo quiso ayudarte.
Ojalá siempre encontráramos a personas que nos adviertan y nos ayuden de esos
errores que la vida nos pone por delante.
Meditación:
El orgullo te hará sentir más fuerte, pero jamás te sentirás feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario