Quien no está preso de sus necesidades,
está preso de sus propios miedos. Unos no duermen por la ansiedad de tener las
cosas que no tienen y otros por el pánico de perder lo que ya tienen. Vivimos
entre temores. No es que carezcamos de
valor, es que nuestra actitud nos ayuda
a caer a veces en la temeridad y la cobardía, siendo la perseverancia la virtud
para no caer en los extremos.
Muchas
veces tenemos miedo… miedo a lo que podríamos no ser capaces de hacer. Miedo a
lo que podrían pensar si lo intentamos. De esta manera dejamos que nuestros
temores se apoderen de nuestras esperanzas. Dichos temores nos azuzan la
existencia cotidiana, con punzadas imperceptibles y no como aliciente.
La
ansiedad o la angustia son situaciones que aparentemente significan lo mismo:
en general es un estado de ánimo relacionado con el miedo, que provoca en
nosotros una inquietud y un malestar interior, así como una reacción corporal
que nos predispone a enfrentarnos a un peligro inminente.
Existen
situaciones que nos paralizan. Realmente, en cada situación habitan
posibilidades inquietantes, asuntos que podrían derivar en malas direcciones.
Sin embargo no debería ser así, No deberíamos tener miedo a todo lo que no
podemos controlar, ni miedo a lo desconocido, ni a lo diferente, sólo a lo que
podamos vivir como un peligro amenazante a nuestra forma de vida. El hecho es,
que ese temor nos acompaña como una sombra casi constitutiva, pensando siempre
en lo que ocurriría de no ir bien las cosas. Hay quien siempre y en cada
instante está pensando en lo que sucederá.
El
miedo adopta diferentes formas, miedo a no ser recompensados, miedo a fracasar,
miedo de nuestra propia debilidad, miedo al sentimiento que genera en nosotros
tener que llegar a cierto punto y no ser capaces de lograrlo, etc. Sólo el
hecho de vivir, es encontrarse con esos temores, compartiendo con ellos la
jornada diaria. Y a través de vivirlos debemos ser capaces de sobreponernos a
estas persecuciones permanentes, o al menos saber “caminar” a su lado.
Todo
lo que hacemos, lo hacemos con el pensamiento. Pero nos preguntamos, si debemos detener el pensamiento, en una
pregunta poco acertada, pues quien quiere detener el pensar, siempre estará
sometido s continuos temores.
Tenemos
que tener presente que el tiempo y el pensamiento son las fuente del miedo.
Debemos estar siempre dispuestos a ver la realidad de las cosas. Siempre es
necesario que pongamos todo nuestro ser en descubrir la relación que tenemos
con el mundo, para dominar nuestros propios temores, asumiendo con fuerza y en
cada instante, estar disouesto a elegir en cada momento las mejores
resoluciones, e incluso afrontar las consecuencias de los hechos.
Siempre
un conjunto de pequeños temores, nos pueden evitar todo un profundo miedo infundado y
conseguir una victoria personal antes cualquier empeño que estemos dispuesto a
realizar.
Meditación: El sabio puede tener temor a equivocarse. El
necio nunca.
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