Es realmente
cierto que siempre hemos vivido al ritmo que la misma vida nos ha marcado, en
el amplio sentido de la palabra. Nuestra existencia se ha ido desarrollando tal
como se nos ha presentado, sin preocuparnos de que podría haber sido mejor, o
quizás peor. Desde siempre las cosas ocurren cuando es el momento, es decir a
su debido tiempo y el ser humano no ha tenido más remedio que aceptar o actuar
con celeridad según nos fuera conveniente.
A veces pueden
surgirnos causas de interrupción y creemos que nuestra vida se detiene, ¡pero
no! “ella” sigue adelante sin contemplaciones. Es cierto que a veces tenemos
tramos de paz y sosiego, pero cuando nos surge la angustia de una interrupción,
un corte entre una necesidad propia que por una u otra razón, no llegamos a
satisfacer, es cuando reflexionamos, que nos han quitado un trozo de nuestra
vida
Siempre decimos:
hagamos lo que nuestro corazón nos dicte, pero ¿cuántas veces hemos seguido el
impulso de una emoción y luego nos hemos dado cuenta de que, en realidad, no
queríamos aquello que nos llevó a ese impulso? Es verdad que tenemos integrados
multitud de mecanismos para defendernos que desarrollamos a lo largo de nuestra
vida. Sí, tenemos miedo, ya que tal vez en algún momento, no podamos expresar
nuestros deseos con franqueza y confianza, o posiblemente no tengamos tiempo.
De una forma u
otra, lo cierto es que ir por la vida cargando siempre y pensando en nuestro destino, es como tener
que llevar siempre un pesado fardo a nuestras espaldas, que no nos deja ser del
todo felices. El destino que la vida nos tiene reservado está “escrito” en un
lugar cálido de nuestro interior. Cuantas veces la propia vida nos penaliza y
nos vemos obligados a desatendernos de nosotros mismo, solo por miedo a lo que
pasará.
La vida es un camino
a largo plazo, en la que tú eres maestro y alumno; unas veces te toca enseñar; pero
pensemos que todos los días tenemos que aprender. Sí, aprender fue primero que
enseñar. Aprender correctamente es crear condiciones para transmitir
conocimiento nuevo. El que enseña aprende, y también, quien aprende enseña.
Enseñar no existe sin aprender. Todos llevamos un pasajero sentado dentro de
nosotros mismos y sólo de él depende que lleguemos al destino. ¿Cuándo
alcanzamos la meta en el destino final: será difícil si le hemos seguido correctamente
en nuestros actos, sino nos equivocamos, seremos desdichados y no encontremos
la paz. Es una frase corta pero
realmente muy profunda y hermosa. Cuando estudiaba Psicología Experimental y en
el apartado de los clásicos Aristóteles nos dice: “Sólo haciendo el bien se
puede ser realmente feliz”
A través de la
vida, es posible que en momentos determinados tengamos la tendencia a buscar y
esperar rápidos resultados concretos de nuestro trabajo interior. Pero con
frecuencia se nos olvida que la vida es un pequeño proceso que pasa y que no
hay nada estático. Y desgraciadamente a lo largo de toda ella, casi siempre se
lleva lo que más queremos.
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