lunes, 4 de mayo de 2015

La vida no es nada fácil.

            Sí, sé que muchos me dirán: vaya, ¡te luciste! con el título. Lo comprendo, la vida no siempre es fácil, pero a veces nos la complicamos con nuestras ambiciones y nuestros deseos. Los vicios vienen como pasajeros, nos visitan como huéspedes y se quedan para siempre. Nos cuesta entender y bastante, que la vida  en sí misma es normal. Ni buena ni mala, ni cuesta arriba ni cuesta abajo, somos nosotros con nuestras acciones, elecciones, caprichos y decisiones desde que empezamos a caminar por ella, la que la hacemos a veces insoportable.
            Por eso no tiene mucho sentido que encima nos la compliquemos con nuestras actitudes. Cuando nos dejamos arrastrar por esa vorágine en que nos vemos envueltos, es cuando nos aturdimos y a veces no sabemos por dónde tirar. Sólo en esos momentos llegamos a comprender porque complicamos las cosas, si todo podría ser más fácil si llegamos a experimentarla de forma profunda.
            La vida podemos llegar a comprenderla sabiendo, que realmente tiene sentido simplemente, cuando te comunicas y no dejas detrás de ti amarguras, incertidumbres, cuando has dejado amigos y sobre todo cuando tus huellas han dejado un grato recuerdo en todo aquel que te ha conocido. Entonces en cuando la vida tiene sentido.
            La solución a nuestra vida está en los problemas que nosotros mismos nos planteamos, en nuestras personales e intransferibles razones y en cómo la vamos desarrollando. No cabe duda que somos el resultado de cómo la vivimos y la afrontamos en cada momento.
            Cuando nos preguntamos; ¿Por qué me encuentro así? ¿Por qué, en esta situación? Es entonces cuando deberíamos reflexionar sobre cómo hemos utilizado nuestros dones y talentos y deberíamos analizar realmente los méritos que hemos hecho en función del aprovechamiento de dichos dones y talentos. Todos acarreamos sobre nuestras espaldas un cargamento de emociones positivas y negativas. Alguna de estas emociones son la frustración, el sentimiento de culpa, la ira, el rencor, el desprecio, el olvido, etc.
             Esta es una de las consecuencias que nos ocurre frecuentemente. Esta ley es de la más dura aceptación por todos nosotros, ya que no hay acción más ingrata que echar la culpa a los demás de “nuestras desgracias”, esta ley nos invita a mirar dentro de nosotros (de donde todo parte y todo se genera) y dejar de mirar hacia afuera. Porque nos guste o no, en cualquier situación de la vida sea cual fuere, nosotros siempre somos los únicos que decidimos como nos afecta y qué hacer con ella.
            Cuando estas experiencias se forman, nuestro pensamiento tiene en cuenta la opinión del entorno además de su actitud, sus habilidades y capacidades, para solucionar y adaptarnos  a los momentos difíciles. Por eso, tener creencias positivas y optimista implica directamente una mejora de nuestra autovaloración.
            Vivir hoy es como ir a la escuela, cada uno de los acontecimientos que vivimos son lecciones que tenemos que aprender teniendo el convencimiento interno de que el caminar por la vida es una acumulación constante de conocimientos, las dificultades se nos aparecerán como lecciones que hemos de aprender.

 Meditación: La vida es eso que pasa mientras hacemos planes para el futuro.

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