Existe un dicho famoso que dice: ¡quién
tiene un amigo tiene un tesoro¡ En fin, de esto, se ha dicho mucho y se pude
interpretar de muchas maneras. No es mi intención dar ninguna lección de ética
personal, pero sí intento comprender que la verdadera amistad, posee una fuerza
curativa a través de sus relaciones afectivas que determinan múltiples beneficios,
como puede ser: proteger el sentimiento de soledad, mejorar nuestro bienestar
personal, etc.
Aunque
así lo expreso, he de reconocer que la amistad en general, es de una gran
fragilidad, es decir; es como el jarrón que cae al suelo y volvemos a
reconstruirlo. Por mucho que lo intentemos, ¡jamás será igual! Por eso quisiera
añadir, que si buscamos la felicidad en el dinero, la juventud, etc. puede ser
que no sea el camino correcto. Pero sí hay un factor que la relaciona
directamente con la verdadera amistad. Puede ser que la base de la felicidad y
el bienestar son lazos que nos unen a otras personas, puesto que en verdad somos
seres sociales y en éste ámbito el poder de la amistad tiene un peso muy
significativo.
Cuando
me expreso a la amistad, me dirijo a la amistad sincera y verdadera. A esa
amistad que en determinado momento te pueda orientar, con confianza, sobre todo
cuando nos hacen ver que nos conducimos por caminos equivocados. De esa amistad
que cuando preguntas: ¿qué tal estás?, esperas una respuesta cordial que genera
toda nuestra confianza. De la amistad que engrandece cualquier acción, sólo por
el mero hecho de compartirla.
En la amistad, el ajuste entre sentimientos y pensamientos es algo muy
importante y complicado. La amistad hay que cuidarla. Los amigos deben
mantenerse en contacto, hablarse, escribirse, pasar ratos juntos. Si
no, la amistad se marchita y muere. Hay quienes afirman que una
verdadera amistad es incompatible con otras, relaciones. Aunque, es posible que
ésta al mismo tiempo sea una sólida y enriquecedora base para el sostenimiento
de unos nuevos vínculos. Así la amistad puede tener tantas formas como
capacidad para dar lo mejor de nosotros mismos adaptándonos a las
circunstancias.
La amistad
cumple una función de apoyo social ya que genera sentimientos de pertenencia y
aceptación. Esto incrementa la percepción de apoyo social y sobre todo de ajuste personal, lo que hace que incida de
una manera efectiva a nuestras emociones.
Estoy
completamente de acuerdo con la afirmación de que en cualquier etapa de nuestra
vida podemos encontrar grandes amigos, incluso los que llegan más tarde pueden convertirse
en imprescindibles y no por eso tienen que venir por interés alguno.
Al
principio hablaba de lo frágil que es una amistad duradera; dicho de otra
manera, la amistad debe pasar pruebas continuas, y superarlas no es fácil. A
veces, el más mínimo desliz puede romperlo todo, aunque se lleven años de
convivencia. Esa amistad que puede unirnos a otra persona, por grande que sea,
sólo durará mientras la mente, es decir, lo que pensamos, esté de acuerdo con
la mente o lo que piense la otra persona. Al más mínimo desacuerdo en la forma
de pensar, la mente se perturba, y la amistad se quiebra, siendo difícil llegar
a la reconstrucción.
Meditación: Todos deseamos tener amigos, pero
pocos se toman la molestia de ser uno.
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