Sí, ¿cuántas
veces nos lo preguntamos? ¿Por qué no somos más amables con los demás? Es tan
fácil. Bueno, quizás no, para algunos. La amabilidad es un arma sutil que nos
contacta con lo mejor de nosotros mismos. Solo el hecho de escuchar con
atención los sentimientos de aquello con los que tienes contactos cada día, ya
es un acto de amabilidad. Puesto que la amabilidad requiere dejar tu zona de
comodidad y admitir un sacrificio, intentando salir de la rutina y prestar
ayuda a alguien, aun sabiendo que recibirás nada a cambio.
Aunque
pensándolo bien, nuestro ritmo de vida actual no se encuentra en estado propicio para prodigarse en gestos amables con
los vecinos, amigos, compañeros o desconocidos, pero comprendo que enfrentarse
a los demás con cara de pocos amigos predispone a una comunicación difícil,
dando malos resultados y provocando al mismo tiempo discusiones, porque la
gente parece no tener tiempo para ser amable.
Sin embargo, ser
amable produce muy buenos beneficios, porque podemos lograr lo que queremos,
hacer sentir bien a los demás y comunicarnos mejor; y además es un camino de
ida y vuelta porque favorece el propio bienestar. Para poder ser amable
genuinamente es importante cultivar la paciencia y no exigirle demasiado a los
demás porque no sabemos lo que les puede estar pasando. Aunque nos parezca
raro, el poder de la amabilidad se muestra siempre como una grandeza cuando
podemos controlar nuestros impulsos.
Cuando
utilizamos el poder de la amabilidad, las puertas se nos abren, las gentes, nos
sonríe, haciendo un mundo más agradable. Sin embargo no debemos confundir la
amabilidad que nace del corazón y del reconocimiento al otro como a ti mismo,
con el interés de obtener cosas a cambio. Consideremos que ser amable es tratar
a las personas cordialmente, es así como sacar una sonrisa al que está
desanimado y ver como un mal día, una persona con un acto de amabilidad te lo
puede cambiar.
A veces nos
decimos: bueno, y para qué sirve ser amable, si nadie me lo reconoce. Sólo el
ser amable, ya sirve para uno mismo. Para formarte como persona y obtener una
buena actitud hacia la vida en general. Tengamos presente que amabilidad es una
palabra dulce que anima, levanta, consuela y fortalece. La amabilidad es afabilidad en la conducta,
naturalidad en el obrar, paz en el semblante y benevolencia en la mirada. Ésta
se comunica y trasmite de un solo corazón a los corazones de los demás.
Cuando una
persona es amable suele tener mejores relaciones interpersonales, pues tiene
una actitud pacífica, muestra respeto por los demás, disfruta lo que hace,
teniendo un gran dominio de las emociones.
Para cultivar la
amabilidad se necesita trabajar una serie de pensamientos positivos, como la
alegría, el afecto, la confianza, seguridad y aceptación. Seguro que en tu día
no faltarán oportunidades en que puedas ser amable con algún amigo, con alguien
de tu trabajo o con alguien de la calle. No es necesario que le conozca
personalmente; el hecho de ser amable no cuesta nada.
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