A lo largo de
nuestra vida ¿quién no ha soñado? Y ¿cuántos hemos deseado que ese sueño se
hubiese hecho realidad? Es posible que hayamos vivido una fase que a través del
sueño, estemos siempre pensando que algún día sea posible que se cumpla. En
muchos momentos, recordar esas “imágenes” que nos han quedado de aquel sueño,
sólo el recordarlas, nos hacen vivir unos momentos de placer que deseamos
buscarle un sentido, diciéndonos; ¿por qué habré soñado esto, con el tiempo que
hace que “viví” aquellos momentos? Sí, esos nos pasa con frecuencia, y de
alguna manera lo percibimos en forma de enigma, produciéndonos a continuación
un deseo de descifrar y desvelar cuanto antes el significado del mismo.
Ante el ambiente
de crispación y hostilidad en que vivimos, deseamos alejarnos, de esos momentos,
es decir: preferimos alejarnos con la mirada perdida y soñamos despiertos.
¿Quién no ha sentido algo así? Sin embargo, ¡Qué tremendo desengaño! Esta
actitud suele llevarnos a un desconcierto aún mayor. Debido a que nuestra vida
es tremendamente combativa y nos encontramos con enormes desperfectos y
continuos desengaños, que nos hacen pensar, que nunca seremos capaces de
hacerlos realidad. Sólo soñando “vemos” que pueden cumplirse. Soñando aprendí
que unos de los mejores triunfos que uno puede tener en la vida, es llamar a
alguien amigo.
Decimos que los
sueños son ilusión, pero la nostalgia nos hace ver que cuando soñamos lo que
siempre hemos deseado, nos embarga una incomparable felicidad, no queriendo que
nunca llegue el despertar. Al despertar a la viva realidad en mi vida, es
cuando comprendo, que aquel sueño solo puedo ser una ilusión. Bueno, parece que
el romanticismo me seduce, y me hace ver la identidad de las cosas “soñando”.
A veces, muchos
de esos sueños que experimentamos a través de nuestras vidas, son como reflejos
de un viaje al interior de nuestro ser. De hecho, muchos sueños no necesitan
interpretación, sólo con disfrutar de su “lenguaje” mientras lo percibimos, hacen
que nos emocionen o nos diviertan. Los sueños nos dan la oportunidad de mirar
dentro de nuestra mente, logrando un mayor entendimiento creyendo que durante
horas e incluso estando despierto, mantengamos la ilusión de que todo aquello es
cierto.
Aunque
no lo creamos nuestra vida cotidiana es un auténtico semillero de nuestros
sueños, puesto que algunos parecen no querer ser comprendidos, sino el solo
hecho de recordarlos ya nos hacemos la idea de la imposibilidad de que se hagan
realidad. Sólo se trata de una experiencia vivida, que nos hizo dejar en el
fondo de nuestra conciencia, sensaciones agradables y de patrones emocionales.
Casi toda las tendencias de los sueños que percibimos nunca nos reflejan una
experiencia completa de auténtica veracidad. Es muy habitual decir al
levantarnos eso de “me desperté en lo mejor” A pesar de todo lo dicho anteriormente, sólo
deciros que nunca dejemos de soñar, nunca dejemos que el miedo se apodere de
nuestras vidas, ya que los años nos pasan factura y nos unen a través de
ese “hilo” que nos atan a los sueños,
puesto que parece que a veces, nadie nos quiere comprender.
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