Quizás me sea difícil de explicar ese
poder que ejercemos a veces sin darnos cuantas, antes nuestro semejantes. De
forma más o menos ética, tratamos de lograr el favor ajeno, de convencer a
alguien de que esté de acuerdo con nosotros, de obtener una respuesta positiva,
etc. Aunque es muy digno de tener en cuenta, que “el tener buen arte”, es una
capacidad en el ser humano, como la evolución lo ha demostrado.
Siempre
que nos comunicamos tratamos de emitir un mensaje de información en esa
comunicación con carácter persuasivo, que suele está cargado de significados convencionales,
lo cuales implica un sentido de controlar y presionar.
Así,
ya sea en nuestra profesión o personalmente, son necesarias dotes de evaluación
tanto propios como de situación. Debemos ser consciente de cómo somos, de cómo
nos encontramos y de dónde nos posicionan, así como de tener un ojo puesto en
nuestro entorno y en las personas con quien nos
relacionamos. Todo esto, es la base para cualquier ejercicio de la buena
persuasión.
Es
cierto que existen personas con un poder persuasivo innato y natural, pero la
gran mayoría de las personas necesitamos aprenderlo con el paso de los años y,
sobre todo, gracias a nuestras experiencias pasadas en la vida. Evidentemente
son los aciertos y los errores los que nos ayudarán a configurar un alto nivel
y a saber distinguir si un mensaje es adecuado o no para personas y qué momento
concreto.
Siempre
debemos tener en cuenta que todos los procedimientos persuasivos deberán ir
orientados a disminuir la resistencia de los receptores a la comunicación, al
mismo tiempo que a verificar la correcta transmisión del mensaje, para
concentrarnos en captar la atención del auditorio.
Convencer,
seducir y agradar a las personas son claves que forman parte del lenguaje
humano, y se remonta a los orígenes de la evolución. La persuasión es tan
antigua como la vida misma, y manejarla es garantía de inteligencia social.
Saber decir las cosas y ponerse en el lugar del otro, es un buen camino para
lograr el éxito.
Con
frecuencia oímos hablar acerca del poder de grandes comunicadores específicos.
También sabemos que quienes controlan la información son muy poderosos. Cuando
hablamos del poder de la palabra hablada o de algún orador determinado, solo
estamos reconociendo lo que los sabios y expertos nos han dado a entender
durante años; por tanto la comunicación es un arma muy influyente y poderosa.
Muchas
relaciones se han ido al traste por una mala comunicación, pues se han ido
deshilachando debido a un uso equívoco del lenguaje, o directamente, por una
total ausencia de él. Por eso toda buena comunicación y toda correcta
persuasión, implica el buen uso del lenguaje verbal.
En
muchos casos el hecho de ser sincero no significa ser implacable, Las personas
más persuasivas son también aquellas que, aun siendo sinceras, saben recurrir a
la llamadas “mentiras piadosas” A veces la verdad pura y dura es
contraproducente por tanto se trata de encontrar matices y de enmascarar un
poco, no de engañar.
De
vez en cuando, expresarse de forma que la otra persona se dé cuenta de que la
estamos teniendo en cuenta resulta beneficioso. Por eso, cuando nos
comunicamos, no todo versa sobre la información, también prima el hecho de
construir una relación.
Meditación:
Aunque nos parezca sencillo para conseguir esto, hay que ser capaz de
convertir nuestras palabras en una imagen para nuestros oyentes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario