jueves, 4 de diciembre de 2014

Ser persuasivo.

            Quizás me sea difícil de explicar ese poder que ejercemos a veces sin darnos cuantas, antes nuestro semejantes. De forma más o menos ética, tratamos de lograr el favor ajeno, de convencer a alguien de que esté de acuerdo con nosotros, de obtener una respuesta positiva, etc. Aunque es muy digno de tener en cuenta, que “el tener buen arte”, es una capacidad en el ser humano, como la evolución lo ha demostrado.
             Siempre que nos comunicamos tratamos de emitir un mensaje de información en esa comunicación con carácter persuasivo, que suele está cargado de significados convencionales, lo cuales implica un sentido de controlar y presionar.
             Así, ya sea en nuestra profesión o personalmente, son necesarias dotes de evaluación tanto propios como de situación. Debemos ser consciente de cómo somos, de cómo nos encontramos y de dónde nos posicionan, así como de tener un ojo puesto en nuestro entorno y en las personas con quien nos  relacionamos. Todo esto, es la base para cualquier ejercicio de la buena persuasión.
             Es cierto que existen personas con un poder persuasivo innato y natural, pero la gran mayoría de las personas necesitamos aprenderlo con el paso de los años y, sobre todo, gracias a nuestras experiencias pasadas en la vida. Evidentemente son los aciertos y los errores los que nos ayudarán a configurar un alto nivel y a saber distinguir si un mensaje es adecuado o no para personas y qué momento concreto.
            Siempre debemos tener en cuenta que todos los procedimientos persuasivos deberán ir orientados a disminuir la resistencia de los receptores a la comunicación, al mismo tiempo que a verificar la correcta transmisión del mensaje, para concentrarnos en captar la atención del auditorio.
            Convencer, seducir y agradar a las personas son claves que forman parte del lenguaje humano, y se remonta a los orígenes de la evolución. La persuasión es tan antigua como la vida misma, y manejarla es garantía de inteligencia social. Saber decir las cosas y ponerse en el lugar del otro, es un buen camino para lograr el éxito.
             Con frecuencia oímos hablar acerca del poder de grandes comunicadores específicos. También sabemos que quienes controlan la información son muy poderosos. Cuando hablamos del poder de la palabra hablada o de algún orador determinado, solo estamos reconociendo lo que los sabios y expertos nos han dado a entender durante años; por tanto la comunicación es un arma muy influyente  y poderosa.
             Muchas relaciones se han ido al traste por una mala comunicación, pues se han ido deshilachando debido a un uso equívoco del lenguaje, o directamente, por una total ausencia de él. Por eso toda buena comunicación y toda correcta persuasión, implica el buen uso del lenguaje verbal.
              En muchos casos el hecho de ser sincero no significa ser implacable, Las personas más persuasivas son también aquellas que, aun siendo sinceras, saben recurrir a la llamadas “mentiras piadosas” A veces la verdad pura y dura es contraproducente por tanto se trata de encontrar matices y de enmascarar un poco, no de engañar.       
              De vez en cuando, expresarse de forma que la otra persona se dé cuenta de que la estamos teniendo en cuenta resulta beneficioso. Por eso, cuando nos comunicamos, no todo versa sobre la información, también prima el hecho de construir una relación.

            Meditación: Aunque nos parezca sencillo para conseguir esto, hay que ser capaz de convertir nuestras palabras en una imagen para nuestros oyentes.

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