Cuantas veces nos creemos que debido a
nuestra educación o a que hemos tenido unos grandes estudios, nos vemos en la
necesidad de llevar siempre la razón. A veces algunas personas sin haber tenido
grandes conocimientos universitarios, son capaces de darnos unos
enjuiciamientos que nos hace pensar. La razón por sí misma, nos permite no
tomar las cosas a la ligera, o sea pensar las cosas dos veces antes de iniciar
cualquier cometido o entablar un negocio, en la que nos lleva a estudiar las
consecuencias lógicas de una acción, una palabra, un pensamiento, etc.
Ese
impulso nace de la necesidad y la adaptación de protegernos cuando nos sentimos
amenazados. Entonces recurrimos a “una razón” sin decisión acertada. En
principio la respuesta nos parece fácil, pero desgraciadamente a la larga no
nos aporta beneficios, puesto que la cuestión no está clara. Por ejemplo cuando
nos enamoramos las emociones toman el mando y todo nos parece bien, pero una
vez que hemos salido de ese estado de ensimismamiento nos preguntamos: ¿cómo es
posible que actuáramos así, sin tener en cuenta más opciones que las que nos
dicta el corazón. E incluso desatendiendo los más elementales principios de
razonamiento, ni de personas que nos pueden asesorar.
Desafortunadamente
hay personas que viven como si la vida fuera una batalla: “O ganas tú o gano
yo” “O tienes razón tú o la tengo yo” Sacando en conclusión ese dicho tan
popular que dice: “Si no piensas como yo, estás en mi contra” Así terminamos de
ver el mundo y de relacionarnos con él. Estas son frases populares que nos
advierten del poder que las emociones tienen sobre determinadas cuestiones,
pero hasta la fecha reciente no se han confirmado ni considerado un elemento
determinante en el cual actúen procesos de auténticos razonamientos.
Ateniéndonos
a lo ante expresado debemos de considerar que todo eso genera tipos de razón;
sí, pero ¿cómo? Disponiendo de un mecanismo que en último término nos advierte
de lo que es más adecuado para nosotros. Y eso ni más ni menos es llegar a una
reflexión para conseguir la auténtica razón. Aunque no siempre son fiables estas
advertencias, llegan a trastornos psiquiátricos en los que se desvirtúan dichas
funciones, las cuales pueden llegar al punto de advertirnos de peligros existentes.
Pero,
he aquí la cuestión: el hecho de que la razón sea prioritariamente una
diferencia y no una superioridad nos puede servir para entender que dicha razón
no sea lo que debemos considerar más elevado de nuestra inteligencia. Esto nos
quiere decir que lo que se ha podido pensar es que naciera de una ilusión,
puesto que es bastante natural y al mismo tiempo lógico; solo contemplar como una
especie de privilegios hace de aquello una de la auténtica y exclusiva certeza.
Solo que esto no es más que un sencillo argumento de orden sentimental y no es
posible tener en cuenta cuando se opone a la auténtica razón
Y
para terminar y aunque parezca una utopía; una de las características de la
inteligencia es aceptar que hay cosas que no sabemos, ni comprendemos, a pesar
que siempre habrá muchas más por aprender. Solo la madurez emocional nos
demostrará que somos capaces de admitir cuando estamos equivocados y así
sabremos entender que a pesar de tener siempre la razón es necesario
disculparnos.
Meditación:
El que cree tener razón entre todas las cosas, la razón de las cosas desconoce
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