viernes, 28 de noviembre de 2014

Compasión y lástima.

            La compasión es la lástima de un sentimiento por el sufrimiento ajeno. Como casi todas las emociones tiene un aspecto positivo y otro negativo. Podríamos definirla también como el deseo de que los demás estén libres de sufrimiento. Gracias a ella aspiramos a alcanzar la iluminación; es ella la que nos inspira a iniciarnos en las verdaderas acciones virtuosas que nos conducen a un estado el cual nos hace encontrar el camino y el esfuerzo para nuestro desarrollo
            En principio la compasión es una actitud activa de ayuda al que sufre, un intento de evitar ese dolor. Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso consiste en cultivar la empatía o la proximidad hacia los demás. Es como decir: “cumplír con la demanda social para expresar un sentimiento de condolencia… y sigo con lo mío”-
            Cuanto más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir. Para practicar la compasión debemos intentar ser comprensivos con los demás, todos nos equivocamos alguna vez. Piensa en alguna ocasión en que te hayas equivocado y si alguien fue compasivo contigo, haciéndote ver tu error, pero no te juzgó
             Cuando hablo de cercanía no me refiero a una proximidad meramente física, ni tampoco emocional. Es un sentimiento de responsabilidad de preocupación por esa persona. Con el fin de desarrollar esa cercanía es necesario reflexionar sobre las virtudes implícitas de una alegría por el bienestar del otro.   
              Siempre deberíamos ver la paz mental y la felicidad que se deriva de ello, al mismo tiempo que reconocemos las cercanías que provienen del egoísmo y observemos como ésta nos conduce a actuar de un modo complaciente, y cómo nuestra situación actual se basa en la explotación de aquellos que son menos afortunados.
            Con el valor de la compasión reafirmamos y perfeccionamos otros valores como generosidad y servicio, por poner a disposición de los demás aquello que se negaron a ver. También de esa forma participamos con sencillez, puesto que no hacemos distinción entre las personas a las que ayudamos, por tomar en nuestras manos sus problemas haciéndolos  propios, ya que al ponerlos en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda desinteresada.
             La verdadera compasión transforma el sentimiento en acción y va de la mano para acompañar el dolor. Por lo tanto significa comprender el problema del que está a nuestro lado y ponernos en su lugar. ¿Es lícito que si alguien nos defraudó volvamos a confiar en él? Plantear venganza nos estanca espiritualmente. La compasión también nos reclama que elijamos bien nuestras ideas y lo que hagamos no contamine con críticas destructivas.
            En lugar de reconocer las diferencias que tenemos con los demás, tratemos de reconocer las cosas que tenemos en común. Al final de cuentas todos necesitamos de la ayuda de nuestros semejantes, aunque no queramos reconocerlo.
            El punto final de la práctica de la compasión está sencillamente en aliviar el sufrimiento de aquella persona que apreciamos y conocemos, tratando que su estado no llegue a comprometerlo y haciendo que reflexione aunque sea tarde.

 Meditación: La sociedad está plagada de fuerzas que impiden al ser humano lograr su anhelo más esencial: ser feliz.

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