La compasión es la lástima de un
sentimiento por el sufrimiento ajeno. Como casi todas las emociones tiene un
aspecto positivo y otro negativo. Podríamos definirla también como el deseo de
que los demás estén libres de sufrimiento. Gracias a ella aspiramos a alcanzar
la iluminación; es ella la que nos inspira a iniciarnos en las verdaderas
acciones virtuosas que nos conducen a un estado el cual nos hace encontrar el
camino y el esfuerzo para nuestro desarrollo
En
principio la compasión es una actitud activa de ayuda al que sufre, un intento
de evitar ese dolor. Si deseamos tener un corazón compasivo, el primer paso
consiste en cultivar la empatía o la proximidad hacia los demás. Es como decir:
“cumplír con la demanda social para expresar un sentimiento de condolencia… y
sigo con lo mío”-
Cuanto
más cerca estamos de una persona, más insoportable nos resulta verla sufrir.
Para practicar la compasión debemos intentar ser comprensivos con los demás,
todos nos equivocamos alguna vez. Piensa en alguna ocasión en que te hayas
equivocado y si alguien fue compasivo contigo, haciéndote ver tu error, pero no
te juzgó
Cuando
hablo de cercanía no me refiero a una proximidad meramente física, ni tampoco
emocional. Es un sentimiento de responsabilidad de preocupación por esa
persona. Con el fin de desarrollar esa cercanía es necesario reflexionar sobre
las virtudes implícitas de una alegría por el bienestar del otro.
Siempre
deberíamos ver la paz mental y la felicidad que se deriva de ello, al mismo
tiempo que reconocemos las cercanías que provienen del egoísmo y observemos
como ésta nos conduce a actuar de un modo complaciente, y cómo nuestra
situación actual se basa en la explotación de aquellos que son menos
afortunados.
Con
el valor de la compasión reafirmamos y perfeccionamos otros valores como
generosidad y servicio, por poner a disposición de los demás aquello que se
negaron a ver. También de esa forma participamos con sencillez, puesto que no
hacemos distinción entre las personas a las que ayudamos, por tomar en nuestras
manos sus problemas haciéndolos propios,
ya que al ponerlos en el lugar de otros, descubrimos el valor de la ayuda
desinteresada.
La
verdadera compasión transforma el sentimiento en acción y va de la mano para acompañar
el dolor. Por lo tanto significa comprender el problema del que está a nuestro
lado y ponernos en su lugar. ¿Es lícito que si alguien nos defraudó volvamos a
confiar en él? Plantear venganza nos estanca espiritualmente. La compasión
también nos reclama que elijamos bien nuestras ideas y lo que hagamos no
contamine con críticas destructivas.
En
lugar de reconocer las diferencias que tenemos con los demás, tratemos de
reconocer las cosas que tenemos en común. Al final de cuentas todos necesitamos
de la ayuda de nuestros semejantes, aunque no queramos reconocerlo.
El
punto final de la práctica de la compasión está sencillamente en aliviar el
sufrimiento de aquella persona que apreciamos y conocemos, tratando que su
estado no llegue a comprometerlo y haciendo que reflexione aunque sea tarde.
No hay comentarios:
Publicar un comentario