jueves, 13 de noviembre de 2014

¿Debemos ponernos límites?

              Cuantas veces por hábitos o imitaciones, nos inventamos mundos fabulosos, donde nos encontramos buenos, malos y mártires o, desgraciadamente nos sentimos víctimas injustamente elegidas por la Providencia. En realidad nada tiene de malo soñar un poco, si uno es capaz de despertarse y diferenciar esos sueños de la realidad.
              La crisis de los valores, la tendencia al aislamiento o al anonimato, y la sistemática invasión de la privacidad ajena, son asuntos relacionados con un tema en el cual  no se deberían perder de vista en ningún momento los derechos individuales. Derechos que tendríamos que incluir, por lo menos o ser tratados con respeto, al mismo tiempo de poder sentir, pensar y creer diferentes posiciones sobre nuestros límites; es decir: decidir sobre las propias cosas y cambiar de opinión sin autorización; y muy especialmente, deberíamos incluir con letras grandes y claras nuestro derecho a decidir.
               Nadie nace temeroso de ser quien es, eso se aprende poco a poco y, paradójicamente, de la mano de quienes más queremos. Casi al mismo tiempo, confirmamos que darle espacio a nuestro verdadero deseo ocasiona regaños, enojo y abandono. Pero si bien ese mecanismo puede parecer normal durante los primeros años de vida, no lo es, al seguir anclado a una insaciable búsqueda de atención y aprobación cuando somos adultos.
             Exigir respeto empieza por respetarse a uno mismo; y si acepto, aunque sea esporádicamente, el maltrato o la ofensa, se considera consentida personalmente. Por otro lado, es casi una constante que las personas que no han desarrollado su capacidad de ejercer o defender sus derechos, tienden a sobrevalorar los derechos, la fuerza, la habilidad y las armas de los demás, denigrando y despreciando las propias.
             Se calcula que solamente en España hay más de cuatro millones de personas que padecen algún tipo de ansiedad social. Es en estas personas las que se hace más nítido y urgente aprender a decir que “no”. Hablando con sinceridad, ¿cuales son nuestras fantasías cuando no nos atrevemos a decir que “no”?  Seguramente se molestarán con uno mismo. Pensarán que somos una mala persona e incluso dirán que no le queremos lo suficiente.  Después de todo, nunca defraudaremos con un “no” a aquellos que nos aprecian como somos, y que son, obviamente, los únicos que nos aprecian verdaderamente.
              En efecto, si aprendemos a decir “no” y a valorar nuestro “si”, habremos dado un gran paso en la conquista de una mejor calidad de vida sin renunciar al gozo del encuentro con los demás.
 Meditación: La busca de los límites es una rigurosa reflexión en torno a los temas más fundamentales del saber humano.

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