martes, 4 de noviembre de 2014

Un momento sublime.

            Nuestro ser tiene dos partes: el interior y el exterior. El exterior puede ser público, pero el interior no. Si haces público el interior, perderás tu alma, tu rostro original, y vivirás como si no tuvieras ser interior.
           Todo lo original está en el interior, puesto que el interior significa tu vida privada. ¿Te has fijado cómo hacen el amor las mujeres? Un hombre hace el amor con los ojos abiertos: observa. No se entregan completamente en el acto, no están totalmente en él.  Una mujer tiene más sentido, porque tiene una conexión más delicada de su interior. Siempre cierra los ojos, puesto que el amor posee una fragancia completamente única y distinta.
            Aunque en realidad se vive a través de los ojos: el ochenta por ciento de la vida está influida por la vista. No debería ser así; pero debemos restablecer el equilibrio También deberíamos tocar, “cómo si viéramos” porque el tacto tiene algo sublime que no ofrece la vista. Intentemos tocar a la mujer o al hombre que quieres con luz fuerte y después en la oscuridad. Observemos como a través de esa oscuridad, el cuerpo se revela mejor, mientras que con la luz fuerte se esconde.
              Cuando tocamos en la oscuridad, apreciamos algo muy “cercano”. Sin embargo cuando vemos, parece que estamos lejos. En la oscuridad y, con discreción, se revela algo que no puede revelarse a plena luz del día. Al igual que las semillas necesitan oscuridad y vida privada en la tierra, las relaciones profundas e íntimas se mantienen en el interior. Necesitamos vida privada, un lugar en el que solo existen dos. Es entonces cuando llega el momento en el que los dos se funden en uno solo.
              No quiero decir con esto que hayamos de movernos siempre en la oscuridad. La luz tiene su belleza y su razón de ser. Si la semilla permaneciera en la oscuridad para siempre y no saliera nunca para recibir la luz del sol, moriría. Por eso, debemos aceptar el desafío del exterior, pero sólo cuando hayamos conseguido unas profundas raíces en nuestro interior.
             Raramente debemos permitir que entren en nuestro “templo”, porque así debe ser. Si la gente entra y sale sin cesar, dejará de ser un templo. Puede ser la sala de espera de un aeropuerto, pero nunca un templo. Muy raramente debemos permitir que alguien entre en nuestro ser. Eso es el amor.
             Así que debemos conducirnos en ese espacio, armados de valor y entrar. Incluso si nos sentimos tristes y solos, no nos preocupemos: es el precio que hay que pagar. Porque una vez que hayas llegado a la fuente, todo cambiará completamente y nos convertiremos en individuos. Esa es la diferencia, entre individuo y persona: un individuo es un fenómeno falso, una persona, es una realidad. Puesto que solo las persona pueden llegar a amar, mientras que los individuos solo juegan al amor.

 Meditación: Nuestra vida interior no consiste es tener buenas cartas, sino en saber jugar bien con las que  tienes.

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