Nuestro ser tiene dos partes: el interior y
el exterior. El exterior puede ser público, pero el interior no. Si haces
público el interior, perderás tu alma, tu rostro original, y vivirás como si no
tuvieras ser interior.
Todo
lo original está en el interior, puesto que el interior significa tu vida
privada. ¿Te has fijado cómo hacen el amor las mujeres? Un hombre hace el
amor con los ojos abiertos: observa. No se entregan completamente en el acto, no
están totalmente en él. Una mujer tiene más sentido, porque tiene una
conexión más delicada de su interior. Siempre cierra los ojos, puesto que el
amor posee una fragancia completamente única y distinta.
Aunque
en realidad se vive a través de los ojos: el ochenta por ciento de la vida está
influida por la vista. No debería ser así; pero debemos restablecer el
equilibrio También deberíamos tocar, “cómo si viéramos” porque el tacto tiene
algo sublime que no ofrece la vista. Intentemos tocar a la mujer o al hombre
que quieres con luz fuerte y después en la oscuridad. Observemos como a través
de esa oscuridad, el cuerpo se revela mejor, mientras que con la luz fuerte se
esconde.
Cuando
tocamos en la oscuridad, apreciamos algo muy “cercano”. Sin embargo cuando
vemos, parece que estamos lejos. En la oscuridad y, con discreción, se revela
algo que no puede revelarse a plena luz del día. Al igual que las semillas
necesitan oscuridad y vida privada en la tierra, las relaciones profundas e
íntimas se mantienen en el interior. Necesitamos vida privada, un lugar en el
que solo existen dos. Es entonces cuando llega el momento en el que los dos se
funden en uno solo.
No
quiero decir con esto que hayamos de movernos siempre en la oscuridad. La luz
tiene su belleza y su razón de ser. Si la semilla permaneciera en la oscuridad
para siempre y no saliera nunca para recibir la luz del sol, moriría. Por eso,
debemos aceptar el desafío del exterior, pero sólo cuando hayamos conseguido
unas profundas raíces en nuestro interior.
Raramente
debemos permitir que entren en nuestro “templo”, porque así debe ser. Si la
gente entra y sale sin cesar, dejará de ser un templo. Puede ser la sala de
espera de un aeropuerto, pero nunca un templo. Muy raramente debemos permitir
que alguien entre en nuestro ser. Eso es el amor.
Así
que debemos conducirnos en ese espacio, armados de valor y entrar. Incluso si
nos sentimos tristes y solos, no nos preocupemos: es el precio que hay que
pagar. Porque una vez que hayas llegado a la fuente, todo cambiará
completamente y nos convertiremos en individuos. Esa es la diferencia, entre
individuo y persona: un individuo es un fenómeno falso, una persona, es una
realidad. Puesto que solo las persona pueden llegar a amar, mientras que los
individuos solo juegan al amor.
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