lunes, 10 de noviembre de 2014

Aprender a escuchar.

            A veces adormecido, podemos agudizar ese “sexto sentido” que es la intuición, cuya aportación, siempre protegida por la razón, es de tanta utilidad en las tomas de decisiones y en las resoluciones de muchos de nuestros problemas. Y es que la  mayoría nos hemos acostumbrado a desoírla de forma sistemática.
             En el estado de pareja la capacidad para discutir las discrepancias, es el principal indicador de una relación fructífera, donde saber resolver los problemas requiere saber escuchar. Este enunciado se puede adaptar muy bien a muchos otros aspectos de nuestra vida, por ejemplo, el entorno laboral o escolar, así como para entablar una amistad duradera.
              Es necesario observar qué sentimos, qué decimos, qué hacemos, en definitiva es observarnos con conciencia. Es como un conocimiento interior que podemos ejercitar también con la práctica de la atención plena que nos aportan determinadas disciplinas, como “la meditación, el yoga, la danza y otras disciplinas enfocadas a las sensaciones que nuestro cuerpo percibe”
             Para esto debemos desarrollar nuestra sensibilidad, ya que nuestra intuición es una inteligencia de la que todos disponemos para realizar elecciones, solucionar problemas, comprender el sentido de lo que nos sucede e identificar las señales que puedan guiar nuestra vida.
              Para aprender a escucharnos a nosotros mismos, debemos proponernos, empezando por darnos un momento de calma, en soledad. Una vez cómodamente instalado, intentar visualizar las distintas opciones. Todas estas actitudes se aprenden o se perfeccionan, y quien nace con estas facultades, si no las practica ni las desea perfeccionar, las deteriora o las pierde. Si al imaginar una opción nos sentimos especialmente bien, probablemente vale la pena seguir adelante. Si al contrario, nos invade una sensación de malestar, quizás debamos descartarla o hacer ajustes hasta que nos sintamos de acuerdo con nosotros mismos.
               De esta manera podemos afinar el oído con una escucha atenta, es decir: no estar pensando en lo que vamos a decir antes de que el otro acabe de hablar,  escuchándonos a nosotros mismos para tomar conciencia de si hay concordancia entre lo que decimos, hacemos y pensamos.
               Todos creemos que hacerlo de esta manera es importante, pero. ¿Cuántos de nosotros lo hacemos bien? Mucha gente centra su atención en lo que va a decir antes de que termine de hablar la otra persona y esa, no es la mejor comunicación. Independientemente de los conocimientos que se haya cursado o de la experiencia que cada uno posea, siempre debemos aprender a escuchar.

 Meditación: Así como hay un arte de bien hablar, existe un arte de bien escuchar.
 

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