A veces adormecido, podemos agudizar ese
“sexto sentido” que es la intuición, cuya aportación, siempre protegida por la
razón, es de tanta utilidad en las tomas de decisiones y en las resoluciones de
muchos de nuestros problemas. Y es que la
mayoría nos hemos acostumbrado a desoírla de forma sistemática.
En
el estado de pareja la capacidad para discutir las discrepancias, es el
principal indicador de una relación fructífera, donde saber resolver los
problemas requiere saber escuchar. Este enunciado se puede adaptar muy bien a
muchos otros aspectos de nuestra vida, por ejemplo, el entorno laboral o
escolar, así como para entablar una amistad duradera.
Es
necesario observar qué sentimos, qué decimos, qué hacemos, en definitiva es
observarnos con conciencia. Es como un conocimiento interior que podemos
ejercitar también con la práctica de la atención plena que nos aportan
determinadas disciplinas, como “la meditación, el yoga, la danza y otras disciplinas
enfocadas a las sensaciones que nuestro cuerpo percibe”
Para
esto debemos desarrollar nuestra sensibilidad, ya que nuestra intuición es una
inteligencia de la que todos disponemos para realizar elecciones, solucionar
problemas, comprender el sentido de lo que nos sucede e identificar las señales
que puedan guiar nuestra vida.
Para
aprender a escucharnos a nosotros mismos, debemos proponernos, empezando por
darnos un momento de calma, en soledad. Una vez cómodamente instalado, intentar
visualizar las distintas opciones. Todas estas actitudes se aprenden o se
perfeccionan, y quien nace con estas facultades, si no las practica ni las
desea perfeccionar, las deteriora o las pierde. Si al imaginar una opción nos
sentimos especialmente bien, probablemente vale la pena seguir adelante. Si al
contrario, nos invade una sensación de malestar, quizás debamos descartarla o
hacer ajustes hasta que nos sintamos de acuerdo con nosotros mismos.
De
esta manera podemos afinar el oído con una escucha atenta, es decir: no estar
pensando en lo que vamos a decir antes de que el otro acabe de hablar, escuchándonos a nosotros mismos para tomar
conciencia de si hay concordancia entre lo que decimos, hacemos y pensamos.
Todos
creemos que hacerlo de esta manera es importante, pero. ¿Cuántos de nosotros lo
hacemos bien? Mucha gente centra su atención en lo que va a decir antes de que
termine de hablar la otra persona y esa, no es la mejor comunicación. Independientemente
de los conocimientos que se haya cursado o de la experiencia que cada uno
posea, siempre debemos aprender a escuchar.
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