La ternura es una actitud afectiva interior, la cual no se limita a las manifestaciones externas, sino que puede se puramente convencional. A parte de esto, siempre es condicional, interna e íntima, rehuyendo las miradas, considerándola hasta cierto punto de carácter púdico. No suele manifestarse en público, solamente en aquellos que la comprenden y la sienten.
Esta se alimenta de sonrisas, de miradas cálidas y de suaves caricias, de abrazos, de frases alentadoras y sobre todo de consuelo. La ternura es complicidad, camaradería, aceptación y tolerancia con respecto a la admiración por tu semejante; en una palabra, es lo más sublime del sentimiento humano.
La ternura implica, por tanto, confianza y seguridad en uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más paradójico es que su expresión no es ostentosa, ya que se manifiesta en pequeños detalles como: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro sin contrapartidas.
Estas son palabras de Ortega y Gasset en relación con la ternura; ¿Habéis analizado alguna vez la emoción de la ternura? ¿Es alegre, es triste la ternura? ¿No parece más bien la ternura una semilla llena de sonrisa que da el fruto con una lágrima? A veces estas puntualizaciones nos da pena, porque las personas dueña de ella son víctima de las dobles intenciones, las suspicacias malévolas que pueblan nuestra sociedad. La inocencia no nos entusiasma ni nos enoja, la inocencia nos enternece.
Mantener la ternura es un reconocimiento de diferencias, de capacidad para comprender y tolerar para llegar a acuerdos, para construir colectivamente, aprendiendo siempre de los que “no saben” para soñar y reír, para defender las adversidades aprendiendo de las derrotas y de los fracasos, tanto como los aciertos y de los éxitos.
Y si nos preguntamos: ¿cómo se manifiesta? La ternura se manifiesta a través de una comprensión exquisita que va directamente a la intimidad, con el deseo de agradar a otra persona. En el plano sexual es corporal, en el plano afectivo busca los sentimientos más nobles, manifestando dulzura, amabilidad, cortesía, humanidad, haciendo sentir al otro lo que tiene de bueno.
Aunque como decía anteriormente en estas líneas, en la relación de pareja la ternura es decisiva. Cuando escasea, el amor peligra y cae en la peor enfermedad: la rutina. En la rutina se mueve la apatía, el abandono, la dejadez, la despreocupación por mejorar el trato.
Para mantener la ternura y expresarla de manera adecuada hay que estar consciente, hay que darnos cuenta de lo que nos pasa, hacer que nuestros sentimiento procese las emociones adecuadamente y nos permita ejercer cierto grado de control, no para reprimirnos, sino para cambiar y aprender que el otro quiere lo mismo que nosotros y que un buen paso para volver a recrearnos en el otro es precisamente la ternura compartida.
Meditación: El que con palabras enamora, con hechos decepciona.
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