Los adolescentes no son los únicos usuarios de las redes sociales, hoy en día casi todo el mundo está en Facebook. Pero mientras algunos sólo lo miran de vez en cuando otros pasan horas conectados. En definitiva, un vicio virtual del que muchos quieren “desintoxicarse”.
Es cierto que los diseñadores hicieron todo lo posible para que los usuarios pasen el mayor tiempo posible “enganchado” a la citada red.
En realidad debo decir que la “página” está construida de tal forma que no es la información personal del usuario lo que más importa, sino qué dicen los demás del otro, es decir, la interacción. Además, el dispositivo está diseñado para que los “signos de presencia” sean emitidos alternativamente al ser valorado.
Las gentes quedan atrapadas porque a la vez que emiten sus acontecimientos vitales, opiniones y criterios reciben información de sus círculos sociales. Esta actividad subyace al deseo de que los demás no se olviden de nosotros.
El peligro surge cuando la realidad nos parece frustrante y, para hacerle frente buscamos vivencias en el universo virtual. Como en todo proceso de adicción, el riesgo viene cuando usamos Internet para llenar un vacío interior. Incluso hay quien se crea una nueva identidad para conseguirlo. En realidad son personas con baja autoestima que se relacionan a través de una personalidad que consideran más atractiva que la suya, salvando así las barreras que su auto concepto les crea. Sin embargo, dedicar más tiempo a la identidad ficticia que a la real puede producir aislamiento social.
La idea de Facebook es estar siempre vinculados con otros, incluso sin conexión. Nuestros amigos pueden venir a “saludarnos” cuando quieran. Pero ¿por qué usarlo para satisfacer esa necesidad de pertenencia? En definitiva, es una manera de decir ¡¡yo existo!! Y también un lugar donde todo el mundo se puede comparar. Sin darnos cuenta la red, participa en la construcción de una identidad virtual, en una época donde los marcadores de identidad son muy frágiles y por lo más mínimo cualquiera amistad se derrumba.
Meditación: Todos somos como la Luna: tenemos una cara oscura que no enseñamos.
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