martes, 17 de enero de 2012

La amabilidad I

             La amabilidad es siempre un claro exponente de madurez y de grandeza de espíritu, dado su carácter universal, integrador y de cálido acercamiento a los demás seres de la creación, con los que se siente hermanada toda persona amable.
            Una persona amable es un tesoro. Es capaz de desarmar nuestra ira con una sola palabra, de serenarnos con un gesto, de impulsar nuestros deseos y de tendernos una mano para alcanzar nuestros sueños. Una persona amable atesora un alto coeficiente, capaz de desarrollar una gran disposición para hacer el bien. La clave está en una actitud espontánea y generosa quien de forma altruista quiere ayudar. No busca obtener ningún beneficio, solo quiere ayudar, solo poniendo un poco de calor humano. No cabe duda que la persona amable induce afecto. Quien practica el concepto de amabilidad, sostiene que es fruto de estas cinco bandas; simpatía, amor, comprensión, empatía y generosidad.
            Ser amable y generoso te hace percibir a los demás de forma positiva y fomentando la colaboración, al mismo tiempo que disminuye la culpa o el malestar. La auténtica amabilidad es un rango de fortaleza y no se debe confundir con la sumisión o el afán de complacer en contra de nuestros deseos o intereses, e incluso de nuestro propio bienestar. Las personas amables suelen ser valientes, firmes y  dueñas de una excelente gestión emocional.
            Aunque a veces podemos identificar la buena educación con la bondad o confundirla con la falsa amabilidad, podemos decir que una frase cortes no tiene por qué ser indicativa de que una persona es amable, porque la amabilidad va más allá de las normas de cortesía.


Meditación: Procura ser complaciente con los que te rodean cuando te piden un favor o soliciten tu ayuda.

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