Nada justifica una relación cuando no te aman y continúas allí esperando absurdamente el milagro de una resurrección amorosa que está claro que nunca llegará. O cuando la autorrealización se ve obstaculizada en nombre del amor o de una “prueba” o exigencia del otro: como por ejemplo, una situación límite, una enfermedad, una prueba compensatoria, etc., ya que eres tú la persona que vas a decidir, hasta dónde vas o no a sacrificar tu vida.
Ni tampoco cuando ese amor puede vulnerar los auténticos principios de tu autonomía. El amor completo posee tres “amores” que lo determina: emoción, razón y conducta. Cada cual debe establecer las proporciones que desee. Es así como tener sexo con tu mejor amistad, con grandes dosis de ternura.
Tampoco se trata de reclamar continuamente pruebas de amor a tu pareja. Una relación no es un juzgado. No creo que haya que jurar nada, sino ir venciendo la relación día a día. La única certeza que puedes exigir de una relación, es que nunca te hagan daño intencionadamente.
Más que proyectos comunes, yo daría más importancia a los acuerdos fundamentales. Por regla general no debemos indignarnos por las mismas cosas, en cuanto a los proyectos comunes, cuanto más vitales sean más unidas estará la pareja.
Existe un egoísmo fundamental, radical y salvaje, que obviamente no puede aceptarse y es una prueba clara de desamor. Por ejemplo los principios no pueden ser negociados, aunque sea en nombre del amor. Reconocerse uno mismo como un sujeto activo y válido en una relación es hacer del amor una experiencia digna y duradera.
Meditación: Ningún ser humano es tan rico que no necesite de un buen amigo y ninguno es tan pobre que no lo pueda tener.
No hay comentarios:
Publicar un comentario