Por mucho que
queramos eludirlas, siempre de alguna manera o de otra se nos presentan a lo
largo de nuestra vida. A veces son de poca importancia, pero reconozco que en
algunos momentos son como una tremenda pesadilla que no acabamos de superarlas. Comprendo que existen ocasiones
que es inevitable preocuparse, pero también debemos pensar que existen
preocupaciones que se pueden evitar. Medítalo con serenidad y comprobarás que
es cierto. Siempre deberíamos decir: Sucederá lo que tenga que suceder;
entonces por qué esa preocupación de ante manos.
Es necesario
enfocar las situaciones en el presente y experimentar la aceptación de lo que
se nos pueda presentar. Si no actuamos así, nos quedamos “anclados” en esa
preocupación, y al final actuamos de forma irresponsable ante nosotros mismos.
Eliminarlas, comprendo que no es nada fácil, pero, nunca aferrarse a ellas de
forma exageradas, ya que solo nos conducirá a un continuo y permanente
malestar, interfiriendo en nuestra forma de vida, al no emplear algún motivo para
combatirlas.
Las
preocupaciones no son más que motivos de ansiedad o miedo a lo desconocido y
sobre todo al futuro, generadas por los conflictos o los problemas, a las que
tenemos que enfrentarnos y en general a la búsqueda de soluciones de forma
anticipada. Pensemos siempre que una vez tomada una decisión, ese estado de
preocupación desaparece. En estos casos es muy frecuente decir: “lo hecho,
hecho está, ya no me preocupo más”. A eso se le dice en Psicología, “estado de liberación mental, ante un estado
emocional”
El condicionante
de las preocupaciones abarcan también el hábito de preocuparse por los asuntos
de los demás, en estos casos son personas que creen que los demás no son
capaces de resolver solos sus problemas, asumiendo ellos una preocupación
añadida. Cada pequeña situación personal, por muy pequeña que sea, la viven
como un problema a resolver, viéndose obligados a sentirse preocupados.
A pesar de todo
lo dicho anteriormente, podemos estudiar las preocupaciones como estados
positivos. Así muchas personas suelen decir: “necesito tener siempre una preocupación”
Quizás para no sentirme como “corcho en el agua” y de esa manera esforzarme
para resolver mejor las adversidades. Estas actitudes y formas de pensar, no
cabe duda que favorecen claramente a conseguir el éxito personal. Justo es
decir que si no aprendemos a vivir con ese cierto malestar, a la larga es
tremendamente complicado llegar a poder realizar una vida tranquila.
Por eso es muy importante
comenzar a recapacitar si realmente vale la pena preocuparse por aquellas cosas
que tal vez carezcan de una importancia relativa. Seamos capaces de aprender y a
jerarquizar ciertas prioridades, renunciando
a “mandatos” internos que nos obliguen a ocupar la mente inútilmente, haciendo
que dejemos de lado experiencias que jamás se repetirán y que a veces, no
llegamos a darle autenticidad a otras preocupaciones mucho más importantes.
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