Creo que a
veces es mejor no planteármelo, puesto que ni nosotros mismos sabríamos
respondernos. Nos encontramos ante un mundo donde impera las prisas, las
emociones, el ímpeto; pero si sólo fuera eso; es que lo peor son la maldad, la desconfianza, la avaricia de querer triunfar, acosta de lo que sea, ¡qué importa!
Nuestra vida se envuelve en torno a lo exprés, a lo inmediato. Sólo pensamos
que el hecho de vivir, nos enfrentamos a ciertas tinieblas que no queremos ver.
¡Qué desastre! Y terminamos diciendo “todo está mal” así que primero yo y
siempre yo.
Por
todo ello, que bien sería encontrar un significado que nos haga afinar nuestra
situación más halla de muchos de los ciclos ya vividos y que desearíamos no recordar,
pero que irremediablemente son “asignaturas pendientes” que llevamos en nuestra
conciencia. Nuestra inteligencia de vida no dejará de invitarnos a que miremos
el sentido de nuestra vida, haciendo que se abra alguna puerta aunque sea
pequeña, y nos dé acceso a mirar atentos al escenario que nos merezca la pena
vivir.
Es
posible que más allá de esas asignaturas pendientes que decía anteriormente, no
nos sintamos atendidos, por medio de un vacío tan profundo que nos haga
sentirnos ciegos ante la mala utilización de nuestra existencia. Quizás estemos
a tiempo de preguntarnos ¿Qué deseamos, una vez utilizado ese “trecho” de vida
ya vivido? Siempre estaremos a tiempo de reflexionar y remediar muchos de los
males pasados, puesto que tú experiencia considérala siempre muy valiosa y
puede valerte para mejorar, de una y mil formas ante un sentido distinto, para afrontar un mundo mejor.
Muchos
nos dicen que lo malo pasado, es mejor olvidarlo. No, no lo creas, mirar hacia
atrás siempre tiene un beneficio muy significativo ante nuestra trayectoria afectiva. Nunca deberíamos
cerrar ningún capítulo de nuestra historia, ya que ello nos conduciría a una
vida vacía y sin sentido. Así decimos que una vida no examinada
suficientemente, no merece la pena ser vivida.
Continuamente
nos alejamos, dentro de esta sociedad cargada de estímulos, que a veces no
podemos con ellos, y nos olvidamos del verdadero sentido de nuestra vida, la
cual transciende de lo material, lo superficial y de lo rutinario. Muchas son
las condiciones que determinan las formas de darle un sentido a nuestra vida,
tantas que en determinados momentos dejamos de saber si las ideas que
defendemos son fruto de nosotros mismos o si continuamente, nos basamos en
experiencias ajenas.
Nada
nuevo hago al recordar que la felicidad es consecuencia, entre otras cosas, del
esfuerzo y de la satisfacción personal, resultado siempre de nuestros logros y
progresos. La felicidad no se compra, no se presta, ni se regala, sólo tú eres
el único de crearla. No te quepa dudas que un día llegará el momento en que ya
no sentirás enojo ni malestar, y por supuesto no tendrás necesidad de sentir
desconfianza, entonces será cuando le encuentres el verdadero sentido a tu
propia vida.
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