Nuestra forma de
vivir, cuántas veces hace que no nos detengamos a meditar antes la más estricta
soledad, diciendo: ¿Cómo somos? ¿Cuánto debo soportar? y, por qué no decirlo, ¿Cuánto
podría mejorar? Sólo cuando las grandes adversidades se nos presentan, nos damos
cuenta de lo que obligatoriamente debo de superar. Sé que no debería pensar
así, pero hay días que me veo inmersos en esas situaciones, diciendo: “Jamás
hubiera pensado que pudiera vencer estos problemas”. Sólo cuando los percibos me
doy cuenta de la capacidad que tiene el ser humano, para soportar y lograr
vencer lo que la vida nos tiene destinado.
Ese afán de
sobre llevarlo, hace que de alguna manera, no llego a entenderme, aunque, poco
a poco voy superando esos temores y sin darme cuenta de que, día a día me veo
venciendo esas adversidades, que la vida me puso por delante. A veces veo, que
por mis mejillas suelen correr lágrimas de tristezas y desesperanza, pero al
mismo tiempo de grandes emociones. Si medito y reflexiono, como decía al
principio, son verdaderas heroicidades a las que me expongo diariamente. De
esta forma me presento ante los demás sin darme cuenta y, motivado por esa
lucha constante, viviendo con ese duelo perpetuo que me destroza el corazón.
A veces me digo:
“cuando una persona sufre, me pongo en su lugar, y tomo su problema como si mío
fuera” pero al final ese malestar lo veo pasar, pero el mío: ¡Sigue igual! Son
situaciones muy personales de cada uno y, al mismo tiempo formas de pensar que
en verdad a nadie le importa, sólo los que la padecen, les toca la forma de
vencerlas. Hay momentos que incluso no sé con quién estoy, o quién me acompaña
en las diferentes áreas de mi vida, siendo tremendamente difícil encontrar en
quién depositar mi confianza.
El tiempo suele
marcar un proceso natural por el que debo transitar, se trata de ir viviendo un
día solamente, sin pensar en el siguiente y así sucesivamente. Solo perdura
aquella sonrisa de paz dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que por
mucho esfuerzo que haga, y por mucho que pueda soportar, jamás podré olvidar,
el tiempo que estuvo a mi lado. Es difícil detenerme y pensar: ¿cuándo acaba mi
dolor? Desgraciadamente ¡Nunca! Podría decirse que termina cuando mis
sentimientos y estados afectivos hallan acabado también con el paso de mis
días. A pesar de todo lo dicho, debo reconocer que por mucho que tenga que
soportar, los efectos de esa pérdida, siempre estarán ahí sobre mis propias creencias,
a pesar que intente disuadirlos
Decía hace
tiempo, que olvidar no es fácil y el camino que me queda a seguir es bastante doloroso. Es como estar
pagando una penitencia, que nunca tiene fin. No debo pensar que con los días,
las penas se van, no es así, a veces hasta las amistades, parecen que también
se “marchan”, encontrándome día tras día abatido sin remisión. Al final es como
un proceso que continuamente debo soportar y, pensar que irremediablemente tengo que vivir.
En este caso debo
asumir y comprender que no puedo eliminar ese sufrimiento, y que el ser humano
no tiene capacidad para ello. Puedo, en determinados momentos, y por cortos
espacios de tiempo, escapar de él, pero no eliminarlo. Solo con reflexión y
sobre todo con una sincera aceptación, debo comprender que no puedo hacer nada
con respecto a mi propio dolor. Solo soportar que de ahora en adelante tengo la
necesidad de condicionar mi vida.
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