domingo, 8 de mayo de 2016

¡Cuánto debo soportar!

            Nuestra forma de vivir, cuántas veces hace que no nos detengamos a meditar antes la más estricta soledad, diciendo: ¿Cómo somos? ¿Cuánto debo soportar? y, por qué no decirlo, ¿Cuánto podría mejorar? Sólo cuando las grandes adversidades se nos presentan, nos damos cuenta de lo que obligatoriamente debo de superar. Sé que no debería pensar así, pero hay días que me veo inmersos en esas situaciones, diciendo: “Jamás hubiera pensado que pudiera vencer estos problemas”. Sólo cuando los percibos me doy cuenta de la capacidad que tiene el ser humano, para soportar y lograr vencer lo que la vida nos tiene destinado.
            Ese afán de sobre llevarlo, hace que de alguna manera, no llego a entenderme, aunque, poco a poco voy superando esos temores y sin darme cuenta de que, día a día me veo venciendo esas adversidades, que la vida me puso por delante. A veces veo, que por mis mejillas suelen correr lágrimas de tristezas y desesperanza, pero al mismo tiempo de grandes emociones. Si medito y reflexiono, como decía al principio, son verdaderas heroicidades a las que me expongo diariamente. De esta forma me presento ante los demás sin darme cuenta y, motivado por esa lucha constante, viviendo con ese duelo perpetuo que me destroza el corazón.
           A veces me digo: “cuando una persona sufre, me pongo en su lugar, y tomo su problema como si mío fuera” pero al final ese malestar lo veo pasar, pero el mío: ¡Sigue igual! Son situaciones muy personales de cada uno y, al mismo tiempo formas de pensar que en verdad a nadie le importa, sólo los que la padecen, les toca la forma de vencerlas. Hay momentos que incluso no sé con quién estoy, o quién me acompaña en las diferentes áreas de mi vida, siendo tremendamente difícil encontrar en quién depositar mi confianza.    
           El tiempo suele marcar un proceso natural por el que debo transitar, se trata de ir viviendo un día solamente, sin pensar en el siguiente y así sucesivamente. Solo perdura aquella sonrisa de paz dormida en mi recuerdo, y el corazón me dice que por mucho esfuerzo que haga, y por mucho que pueda soportar, jamás podré olvidar, el tiempo que estuvo a mi lado. Es difícil detenerme y pensar: ¿cuándo acaba mi dolor? Desgraciadamente ¡Nunca! Podría decirse que termina cuando mis sentimientos y estados afectivos hallan acabado también con el paso de mis días. A pesar de todo lo dicho, debo reconocer que por mucho que tenga que soportar, los efectos de esa pérdida, siempre estarán ahí sobre mis propias creencias, a pesar que intente disuadirlos
           Decía hace tiempo, que olvidar no es fácil y el camino que me queda  a seguir es bastante doloroso. Es como estar pagando una penitencia, que nunca tiene fin. No debo pensar que con los días, las penas se van, no es así, a veces hasta las amistades, parecen que también se “marchan”, encontrándome día tras día abatido sin remisión. Al final es como un proceso que continuamente debo soportar y, pensar que  irremediablemente tengo que vivir.
           En este caso debo asumir y comprender que no puedo eliminar ese sufrimiento, y que el ser humano no tiene capacidad para ello. Puedo, en determinados momentos, y por cortos espacios de tiempo, escapar de él, pero no eliminarlo. Solo con reflexión y sobre todo con una sincera aceptación, debo comprender que no puedo hacer nada con respecto a mi propio dolor. Solo soportar que de ahora en adelante tengo la necesidad de condicionar mi vida.

 Meditación: Donde hay mucho sentimiento, hay mucho dolor.

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