Siempre hay un momento oportuno para
abordar los conflictos, y nunca es el inmediato posterior a cuando estos
ocurren. Existe una frase muy común cuando éste surge, ante lo cual decimos: “el
tiempo lo cura todo” Es la frase utilizada por antonomasia para aliviar el
dolor que podemos llegar a sentir en un determinado momento. Necesitamos tener
esa esperanza en los momentos más oscuros. Queremos creer que el día de mañana
estaremos mejor. Pero lo cierto es que es una creencia falsa y peligrosa. El
tiempo no lo cura todo. El tiempo por sí solo no cura nada.
Es
bueno querer resolver los conflictos, pero primero debemos resolverlos dentro
de uno mismo. Cualquier tipo de conflicto que se nos presente debemos pensar
que está demasiado “caliente” para al instante ser resuelto. Como seres sociales que somos, estamos
continuamente relacionándonos con otras personas y a partir de esa interacción
aparecen frecuentemente conflictos de mayor o menor gravedad. Generalmente, los
conflictos no suelen implicar violencia o agresividad, aunque sí provocan
malestar o nerviosismo ante la existencia de intereses contrapuestos, bien por
diferencias de una persona con otra o bien porque la elección de una decisión u
otra puede suponer una serie de ventajas e inconvenientes.
A
veces: ¡Qué difícil es entenderse con los demás! Siempre estamos a la
expectativa para reprocharnos de alguna medida que estamos equivocados. Cuántas
veces la intención es sólo compartir alguna reflexión o idea que surja de
improviso, con el ánimo de analizar, comentar o advertir de “algo” que hemos
visto que “eso no es así”. ¡Pues nada! Lo justo para que aparezca la
discrepancia, y los malos entendidos, apareciendo el conflicto
En realidad, el
principal miedo que surge cuando nos enfrentamos a un conflicto es la
discusión, especialmente cuando la otra persona o nosotros mismos somos propensos
a dejarnos llevar por la tensión y el estrés, incluso por el rencor y el
desprecio. Cuántas veces el hecho de solucionar un conflicto nos puede permitir
no solo llegar a un acuerdo, si no a entender aquello que podamos crear una relacione
más sólida.
Por lo tanto, al
fijarnos en los conflictos de forma negativa, dejamos ver las “cosas” que de
alguna manera puedan mejorar la relación, ya que ambos suelen estar empecinados
en una sinrazón que les impide llegar a un auténtico entendimiento. La verdad
es que lo único que se nos viene a la mente es esa conocida frase: ¡Qué
difícil es entenderse! Todos sabemos que la posibilidad de resolver
cualquier tipo de problema no pasa precisamente por la recreación constante de
la misma, haciéndole ver, que tú sólo llevas la razón. Ello equivale a
encerrarse de forma negativa y “tirar la toalla”. Desgraciadamente en muchas
ocasiones, a lo largo de nuestra vida, nos vamos a encontrar ante situaciones
que, teniendo solución, no sabemos resolver. Bien por su dificultad, bien
porque las posturas contrapuestas son aparentemente irreconciliables.
En la mayoría de
los casos, los conflictos o discusiones surgen porque no somos capaces de “dar
nuestro brazo a torcer” o de ponernos en el lugar del otro. Nos encerramos
en nuestro punto de vista y no estamos dispuestos a ceder ni un ápice sobre
aquello que pudo beneficiar a tu oponente.
Meditación:
Entre las dificultades se esconde la oportunidad.
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