Hay momentos en nuestra vida, que cuando
empezamos a meditar, partimos de la idea de que vamos a buscar un estado de
tranquilidad o de bienestar, considerando que para alcanzarlo tenemos que
encontrar un medio acorde, como el silencio.
Desde
el silencio abriremos nuestra conciencia a voces, la cual nos pide menos
egoísmo, más razonamiento, más bondad,
menos avaricia y más entrega. Oiremos llamadas de amigos olvidados, de
soñadores que buscan a alguien que les dé una mano para construir un mundo
mejor, de compañeros que han quedados relegados a la soledad.
Nuestro
subconsciente nos pide momentos de silencio. Sin darnos cuenta estamos invitados
al “desierto” para renovar pactos, para susurrarnos al oído, que a veces
estamos equivocados. Por eso,
encontrar momentos de silencio interior no depende del lugar donde nos
encontremos, sino de entrenar nuestra capacidad de atención plena.
¿Cuántas
veces hemos sentido que todo nuestro mundo de derrumba? ¿Que nada nos sale
bien? Es aquí donde el silencio puede darnos la respuesta, ya que es un espacio
que nos permite escucharnos a nosotros mismos. Sin embargo, lo peor que puede existir
para un ser humano, es no sentir el silencio interno; es decir; no querer
escucharse. Este puede provocar sentimientos de vacío y desazón, y se produce
porque se reprime lo que se siente, son momento, en los cuales nos sentirnos
invadido por ideas y afectos negativos, silenciando de esa manera nuestra
mente.
Consideremos
que el silencio, por el hecho de ahondar en nuestra conciencia, aumenta la
potencia de nuestra mente y de toda nuestra personalidad de un modo
extraordinario. Gracias al silencio se desarrolla nuestra sensibilidad interna,
es decir, que nos capacitamos para afinar nuestra percepción, Esta percepción
abarca en las vías intuitivas, así como decir en las vías conscientes, las
cuales a través de ellas podremos captar en las profundidades de las personas
sus situaciones. Y a nivel subconsciente, nos vincula con toda la vida en
cualquiera de sus formas y manifestaciones.
En
nuestro “desierto” uno parece caminar por un sinfín de dudas y contradicciones,
por un camino que no parece tener rutas definidas, en los que el consuelo de
los demás no es suficiente para nosotros de paz interior. Es, en estos momentos
en los que aún más hay que confiar en la Providencia; es el momento de
abandonarse. Lo más importante es no perder el deseo de humildad. Abrirse
caminos en nuestra vida propia, aunque lo único que podemos hacer es ofrecer el
deseo de encontrarnos con los demás.
El
silencio es parte de nuestra vida, no debemos tener miedo de él, conocerlo nos
puede permitir entendernos mejor a nosotros mismos
Creo que en el ajetreado y rutinaro ritmo de vida de cada persona, cuesta pararse. Sin embargo, si lo hacemos con frecuencia, podremos ir encontrando respuestas a su debido tiempo e, igualmente sentirnos queridos por Aquel que nunca nos falla. Un abrazo
ResponderEliminarGracias por su comentario. Tal es así, que a veces no damos las gracias permanentemente por todo lo que nos brindan a cada instante. Sin embargo, en esta ocasión, deseo expresarle toda mi gratitud por su atención. El sevillano.-
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