Y es cierto, ser humilde parece que no
nos gusta. Parece que es cosa de pobre, de “poca cosa”, de sentirnos inferior ante
los demás… hoy interesa demostrar que tenemos, que poseemos, que somos, que
sabemos, etc. Santo Tomás nos dice “que la humildad y la sabiduría se encuentra
en el hombre en tanto que la humildad dispone a la sabiduría.
Por
tanto, podemos deducir que el hombre humilde posee los conocimientos necesarios
para actuar correctamente y elegir la mejor opción entre diferentes
alternativas. La principal muestra de la humildad es el desinterés; es sentirte
satisfecho por el acto que estás haciendo sin esperar nada a cambio. Una
persona sin necesidad de un agradecimiento, muestra siempre actos de humildad.
Cuando admites que puedes haber cometido algún error en tus acciones y a
continuación haces un gran esfuerzo para demostrar que estuviste mal, eso es un
acto de humildad. Aunque parezca mentira, eso demuestra una gran fortaleza de
carácter.
La
humildad no es un concepto, es una forma de conducta, un modo de ser, un modo
de vida. Es una de las virtudes más noble del ser humano. Los que carecen de
humildad, carecen de la base esencial para un continuo progreso. Si poseemos un
gran cúmulo de cualidades sin humildad, podríamos decir que tenemos un cuerpo
sin alma.
La
vida está compuesta por una sucesión de retos y no de problemas. La diferencia
entre quien triunfa y quien fracasa no es el número de obstáculo que encuentra
sino la actitud ente esos obstáculos. Es decir, es la sabiduría de aceptar
nuestro auténtico nivel evolutivo. Sin embargo si provoca alguna alteración en
nuestra actitud personal, no puede ser considerado como poseedor de humildad.
Así
podríamos decir que cuando algo nos cuesta solemos dejarlo a un lado. Las
dificultades no queremos tenerlas Vamos pasando por la vida procurando realizar
en menor esfuerzo, diciendo: “no están los otros; que lo hagan ellos” o “para
qué lo voy hacer si no sirve para nada”. Reconozcamos que nos cuesta
sacrificarnos. Humildad es sacrificio. Realizar aquello que nos cuesta y a
veces no nos gusta, pero sabemos que por el hecho de hacerlo ya realizamos un
bien. Gran parte de sentirnos humildes consiste en aceptar que cometemos
errores. Pensemos siempre que todos cometemos errores y así nos quitaremos un
peso de encima.
Analicemos
que cuando las cosas nos van bien es obvio que queremos lucirnos y recibir todo
el crédito posible para parecer la persona más grandiosa en la faz de la
tierra, aunque reflexionando, no es necesario que actuemos así. Mirado desde
otro punto de vista la humildad y la marca personal, andan siempre cogidas de
la mano en una relación de equilibrio inestable como la mayor parte de las
cosas importantes de la vida.
Por
eso si el objetivo de nuestra marca personal es ser la opción relevante, el de
la humildad es el de no vanagloriarse por ello. Decía al principio que la
humildad es una muestra de aceptación de nuestro comportamiento, pero nunca una
resignación. Si aceptamos la humildad como un defecto, ésta nos impedirá hacer
posible nuestros logros. Es decir; éste es el grado más alto de la humildad,
porque más que superarnos a través de los demás se trata de vivir la caridad,
sencillamente vivir con amor.
Creo que esta virtud puede ayudar a comprendernos mejor no sólo a nosotros mismos, sino también a los demás con sus aciertos y errores. "El qué esté libre de pecado, que tire la primera piedra". Un abrazo.
ResponderEliminarGracias por tu comentario: saludos cordiales.-
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