Nos hemos planteado alguna vez, ¿para
qué le ponemos tanto esfuerzo personal a la vida si algún día todo se acabará?
Y no me conteste que no te esfuerzas. Cada uno de nosotros sabe mejor que nadie,
que aquellas cuestiones de aspectos relevantes y valiosos de la vida, no se
consiguen sin que pongamos una buena dosis de entrega, sacrificio y esfuerzo
personal por parte de los protagonistas.
Es
frecuente que ante un estímulo pequeño, reaccionemos exageradamente, Es decir,
que cuando el vaso está lleno, una simple gota lo satura y entramos en
conflictos, en querer comprender cuál es nuestra pauta de comportamiento que
pueda ayudarnos a no cometer una y otra vez los mismos errores y a lograr por
fin, tener relaciones equilibradas y satisfactorias. Es un reto complicado,
pero merece la pena.
Lo
que es fácil de alcanzar, lo que no supone en ningún caso una renuncia o una
privación, suele ser algo sencillo y poco valioso en lo que se refiere al
enriquecimiento como ser humano. También es cierto que nos encontramos con
personas a las que la vida les ha venido “rodada”, todo han sido facilidades,
nunca han pasado penurias ni privaciones, no conocen lo que supone ganarse un
puesto de trabajo, porque se lo han regalado, ya que no han pasado por aprietos
o apuros.
Cuantas
veces el ser feliz, depende en un porcentaje elevado, de la voluntad, del
esfuerzo, de la motivación por hacer lo que nos gusta, y de que sepamos extraer
recompensas de nuestras propias experiencias.
Es
evidente que existe el factor suerte, y posiblemente ninguno de nosotros
renunciaríamos a él si tuviésemos esas posibilidades. En estos casos estamos
hablando de lo puramente físico y material. Sin embargo, os puedo asegurar que
nada hay tan reconfortante como tener la oportunidad de presenciar los
resultados obtenidos tras la dedicación y la constancia.
Una
de las conclusiones está clara: nada, o al menos nada importante se construye
sin esfuerzos ni dificultades. Nuestras libertades y nuestros progresos son
conquistas, muchas veces fraguadas al borde del abismo.
La
satisfacción que produce poder contemplar todo aquello que has conseguido por
ti mismo, sin la ayuda de nadie, eleva tu autoestima y al mismo tiempo te
ennoblece y te dignifica. Salvo a algunas personas a las que les llueven los
medios de vida desde el cielo. No se concibe vivir sin algún esfuerzo por
mínimo que sea. Indudablemente se aprende más del esfuerzo al buscar una meta
que una vez alcanzada. Por eso creo definitivamente que tenemos que esforzarnos
y trabajar para alcanzar una calidad de vida satisfactoria.
Solo
cuando hacemos uso de estos elementos, disponemos de la autoridad moral
necesaria para sopesar en su justa medida las dificultades que nos encontramos
a lo largo de nuestra existencia.
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