lunes, 19 de mayo de 2014

¿Tenemos suerte en la vida?

         Aunque no sea más que una forma de interpretar el azar o de tener una mirada optimista sobre el mundo, todos necesitamos, en cierta forma creer en ella. El problema reside en que nos cuesta mucho entender el cálculo de probabilidades, y por ello seguimos creyendo que lo que sucede no es aleatorio y nos empeñamos en encontrar razones allá donde no las hay. Quizás sólo sea, para confiar en la existencia, pero también para actuar y así construir nuestra buena fortuna.
          Todo el mundo quiere tener suerte en  la vida. Pero ¿qué hacen que algunos tengan más éxito que otros? ¿Tiene que ver realmente con nuestras capacidades y estrategias, o con algo mucho más impredecible? En verdad la suerte existe en todas partes y siempre, de manera inconsciente, es como una disposición a vivir un milagro.
            Así caemos en supersticiones. Hay quien pagándole pasa por debajo de una escalera, o que vuelva a su casa y se meta en la cama cuando un gato negro se le cruza en su camino.            ¡Cuanto nos cuesta aceptar las coincidencias! Soportamos mal una explicación basada puramente en el azar, sin embargo, preferimos la necesidad de buscar el destino, la conspiración, el complot, la intención buena o mala. Me pregunto: ¿por qué el azar es tan difícil de admitir?
            Casi todos tenemos “un algo de la suerte” en nuestra cartera o algún amuleto para atraer la buena fortuna. En realidad eso de los amuletos de la suerte tiene su sentido. Como casi todo en la magia blanca, no son otra cosa que formas de encauzar nuestra propia energía. Porque en realidad la buena o mala suerte, aunque pueda tener algo de casualidad parece algo que emana de nosotros mismos.
            Para aceptarla sólo nos hace falta transformar el azar en destino; es decir, darle un sentido a lo inexplicable. Creer en nuestra buena estrella es mucho más tranquilo que vivir en un mundo en el que todo puede ocurrir sin razón, así cada uno de nosotros recurre, para justificar lo que nos sucede, a casualidades múltiples que hacen que los acontecimientos parezcan más o menos gobernables.
           Siempre que nos sale algo mal, es muy probable que exista una cierta razón para ello. Y la gran mayoría de las veces, esa razón tiene una explicación en algún error cometido. Desde luego, no podemos negar que existen cosas inevitables, pero aquí interviene la ley de probabilidades, y no echarle toda la culpa a nuestro cruel destino.
            Nunca podremos evitar que nos llegue una determinada desgracia. Pero sí podemos decidir si nuestra existencia se detiene allí o podemos hacer de ella una experiencia constructiva.
          ¿Cuántas veces fracasamos por perseguir objetivos que no se corresponden con nuestras necesidades?  Esa noción articula la dimensión de nuestra propia vida, o bien aprovechamos las oportunidades cuando se nos presentan y actuamos a favor de nuestra situación, o la dejamos pasar. La suerte es como una mirada sobre el mundo, de esa manera contribuimos a invocarla cuando cultivamos nuestra propia capacidad.

 Meditación: La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.
 

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