jueves, 22 de mayo de 2014

¿Por qué no somos indulgentes?

           Existía una tradición en la antigüedad, y sobre todo en países orientales, la cual se le recordaba a los niños que la única forma de llevarse bien con las personas es “siendo estricto con uno mismo e indulgentes con los demás” Sin embargo en la actualidad no es fácil poner este principio en práctica. La razón es que la gente hoy tiende a enfocarse en las imperfecciones y de esa manera se sienten desconectadas e incómodas. Así con esta actitud, su  despecho comienza culpando siempre a los demás.
            Por desgracia vivimos en una sociedad competitiva que premia la victoria sin valorar el proceso. Comúnmente vemos a la gente con cierto realismo, a las que hacen daño a los demás y, sin embargo cuando se trata de un acto de auto-reflexión consigo mismo, nos volvemos confusos e incapaces de reconocerlo.
            Como decía anteriormente, no sólo somos muy competitivos sino que además parece que estamos dominados por unos ideales de triunfo en lo profesional y en lo personal. La indulgencia es una actitud de comprensión, es la capacidad de estar lejos de recriminar y de culpar a las demás personas o mostrar conductas inclementes.
             Es necesario aprender a ser indulgentes con uno mismo, por supuesto, no inmediatamente, pero sí a través de una conducta regulada. Todos nosotros somos seres humanos, y precisamente por eso todos cometemos errores, equivocaciones y faltas. No somos máquinas, ni hemos sido diseñados para ser perfectos, de hecho somos criaturas en constante evolución.
             Es cierto que ese deseo de conseguir sobresalir puede empujarnos a una carrera profesional, pero también puede corromper los cimientos de la sana auto-superación para transformarla en una actitud intransigente con las imperfecciones.
             Este proceso puede alcanzar diferentes grados de intensidad. En las cotas más altas, muchos de nosotros no somos capaces de practicar la empatía hacia los demás, ni siquiera un mínimo de comprensión.
             Esta sociedad competitiva en la que vivimos y de la cual hablaba al principio eclipsa todos los aspectos de nuestra existencia. “Nos pasamos la vida contándonos historias a nosotros mismos de las percepciones de los demás, sin pensar que siempre están sesgadas”. ¿Y qué nos decimos de nosotros mismos? Paradójicamente, empezamos a prestarnos atención cuando ya nos comunican que estamos “graves”.
             Así descubrimos que ¡existimos! Por eso observar los pensamientos negativos en una sesión de meditación  puede ser una experiencia sorprendente, porque filtramos a través de nuestro cerebro racional lo que antes criticamos Esto es una tarea que merece prioridad, puesto que la calidad de nuestra vida siempre depende de la calidad de nuestros pensamientos, llegando a la conclusión de que el pensamiento positivo siempre nos protege. Esto nos ocurre con nuestras emociones, cuando son innatas e involuntarias. Así, siendo consciente de que nos tenemos a nosotros mismo podremos ostentar cambiar nuestra forma de enfrentarnos a las dificultades, llegando a inundar de acciones  positivas todas nuestras emociones.

 Meditación: Las personas que no perdonan los pequeños defectos de los demás, jamás disfrutarán de sus propias virtudes.

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