domingo, 4 de mayo de 2014

La intuición.

           La intuición es un conocimiento instantáneo y directo que se nos presenta dentro de nosotros, con la certeza de que lo captado es auténtico. En verdad ese proceso no se ha producido a partir de ninguna racionalización. Este proceso suele durar pocos segundos. A todos nos ha ocurrido. De pronto, tenemos la sensación de saber sin saber cómo sabemos. Sencillamente “algo” nos dice qué dirección tomar, nos brinda la solución a un problema al que llevamos tiempo dando vueltas, nos advierte de que podemos correr peligro.
           La intuición se nos presenta a veces como un complemento de la razón, permitiéndonos conectar con nuestras verdaderas necesidades y decidir teniendo en cuenta no sólo la lógica, sino también las emociones. Además, nos ayuda a reconocer oportunidades, e incluso a encontrar soluciones en el momento más inesperado.
            En estos casos nos surge la siguiente pregunta: ¿podemos fiarnos de intuición?  Cuando intuimos algo, parece como si nuestro cerebro nos regalara una idea que no sabemos de dónde ha salido. Es como una especie de trabajo subterráneo, y que procesamos inconscientemente. Esto es uno de los aspectos que más lo diferencia del pensamiento racional, para el cual tenemos que hincar los codos, para darle una solución lógica.
             Cuantas veces la intuición puede ser mejor que los modelos de elección racional. En muchos casos es mejor una buena razón que muchas razones parciales para tomar una decisión correcta. Así, ignorar cierta información y dar prioridad a aquella que consideramos más significativa, con mucha probabilidad, será acertado.
             Aunque parezca increíble, al conocer a una persona, la primera impresión solo tarda unos segundos en formarse. Y no tenemos por qué acertar; de hecho, es frecuente cometer errores imperdonables. Cuando un desconocido nos cae bien o mal suele deberse a que un rasgo físico, su forma de moverse, de hablar lo tenemos asociado a otra persona. Obviamente, no nos damos cuenta de que nuestra intuición se basa en una asociación inconsciente.
              En la toma de decisiones, el instinto no siempre nos hace decantarnos por la opción que objetivamente parecería más lógica. Y eso es así porque nos conecta con lo verdaderamente sentimos o queremos. Por ello, la información que nos proporcionan es fundamental. En estos casos la mejor forma de tomar decisiones correctas es apoyándonos en nuestras necesidades, y éstas no siempre siguen las reglas lógicas, casi siempre están vinculadas con nuestras emociones.
              Pero, ¿cómo saber si esa voz interior o esas sensaciones físicas que nos empujan o nos frenan a hacer algo son realmente nuestra intuición y no una proyección de nuestros miedos o nuestros anhelos? Para no confundirnos debemos tener en cuenta el estado de nuestra mente. Un buen criterio es atender dichas proyecciones cuando surgen en un momento de calma, y por tanto, poner en jaque aquellas que aparezcan en un estado de alta motivación.

 
Meditación: La razón teme la derrota, pero la intuición disfruta la vida y sus desafíos.

 

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