La intuición es un conocimiento
instantáneo y directo que se nos presenta dentro de nosotros, con la certeza de
que lo captado es auténtico. En verdad ese proceso no se ha producido a partir
de ninguna racionalización. Este proceso suele durar pocos segundos. A todos
nos ha ocurrido. De pronto, tenemos la sensación de saber sin saber cómo
sabemos. Sencillamente “algo” nos dice qué dirección tomar, nos brinda la
solución a un problema al que llevamos tiempo dando vueltas, nos advierte de
que podemos correr peligro.
La
intuición se nos presenta a veces como un complemento de la razón,
permitiéndonos conectar con nuestras verdaderas necesidades y decidir teniendo
en cuenta no sólo la lógica, sino también las emociones. Además, nos ayuda a
reconocer oportunidades, e incluso a encontrar soluciones en el momento más
inesperado.
En
estos casos nos surge la siguiente pregunta: ¿podemos fiarnos de
intuición? Cuando intuimos algo, parece
como si nuestro cerebro nos regalara una idea que no sabemos de dónde ha
salido. Es como una especie de trabajo subterráneo, y que procesamos
inconscientemente. Esto es uno de los aspectos que más lo diferencia del
pensamiento racional, para el cual tenemos que hincar los codos, para darle una
solución lógica.
Cuantas
veces la intuición puede ser mejor que los modelos de elección racional. En muchos
casos es mejor una buena razón que muchas razones parciales para tomar una
decisión correcta. Así, ignorar cierta información y dar prioridad a aquella
que consideramos más significativa, con mucha probabilidad, será acertado.
Aunque
parezca increíble, al conocer a una persona, la primera impresión solo tarda
unos segundos en formarse. Y no tenemos por qué acertar; de hecho, es frecuente
cometer errores imperdonables. Cuando un desconocido nos cae bien o mal suele
deberse a que un rasgo físico, su forma de moverse, de hablar lo tenemos
asociado a otra persona. Obviamente, no nos damos cuenta de que nuestra
intuición se basa en una asociación inconsciente.
En
la toma de decisiones, el instinto no siempre nos hace decantarnos por la
opción que objetivamente parecería más lógica. Y eso es así porque nos conecta
con lo verdaderamente sentimos o queremos. Por ello, la información que nos
proporcionan es fundamental. En estos casos la mejor forma de tomar decisiones
correctas es apoyándonos en nuestras necesidades, y éstas no siempre siguen las
reglas lógicas, casi siempre están vinculadas con nuestras emociones.
Pero,
¿cómo saber si esa voz interior o esas sensaciones físicas que nos empujan o
nos frenan a hacer algo son realmente nuestra intuición y no una proyección de
nuestros miedos o nuestros anhelos? Para no confundirnos debemos tener en
cuenta el estado de nuestra mente. Un buen criterio es atender dichas proyecciones
cuando surgen en un momento de calma, y por tanto, poner en jaque aquellas que
aparezcan en un estado de alta motivación.
Meditación:
La razón teme la derrota, pero la intuición disfruta la vida y sus desafíos.
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