No recuerdo dónde, pero en cierta
ocasión creo haber citado esta reflexión; “La felicidad en esta vida consiste
en tener algo que hacer, alguien a quien amar y algo que esperar” Y es que a fin de cuenta, las
cosas carecen de sentido; somos nosotros los que les brindamos un significado,
y de esta manera les otorgamos un lugar en nuestra existencia. El amor y el
odio el blanco y el negro, la derecha y la izquierda, la noche y el día, el
hombre y la mujer, los sentidos y los sin sentidos, etc.
Si
lo que hacemos, aquello en lo que nos ocupamos lo convertimos en felicidad, en
disfrute, sin duda mantendremos un casi
permanente “estado emocional” que nos reportará incontables beneficios tantos
físicos como psicológicos, sociales y de todo tipo. Pero a veces y no lo
podemos negar, ¿en cuántas ocasiones nos hemos preguntado?
¿Qué sentido tiene mi vida? No
deberíamos buscarle un sentido a la vida. Pues cada uno tiene en ella su propia
misión que cumplir; cada uno debe llevar a cabo un cometido concreto. Los
hechos que parecen robarle el sentido a la vida incluyendo, no solo el
sufrimiento o la angustia, sino también la muerte.
Tener
ese “porqué” y “para qué” es poderoso y gratificante que demos pleno sentido a
nuestra vida ya que nuestra profesión, aquella en que ocupamos el día a día, hace que nos haga sentir bien
con nosotros mismos y con los demás; es la primera y principal causa de ese
maravilloso “estado emocional” que, además de proporcionarnos incontables
momentos de dicha y felicidad, nos blinda y capacita para “soportar cualquier
adversidad, crisis o desgracia.
El pesimista se parece a un hombre
que observa con temor y tristeza como su almanaque, colgado en la pared y del
que a diario arranca una hoja, a medida que transcurren los días se va
reduciendo cada vez más. Mientras que la persona que ataca los problemas de la
vida activamente es como un hombre que arranca sucesivamente las hojas del
calendario de su vida y las va archivando cuidadosamente junto a los que le
precedieron, después de haber escrito unas cuantas notas al dorso. Y así
refleja con orgullo y goce toda la riqueza que contienen estas notas, a lo
largo de la vida que ya ha vivido plenamente.
No
hay otra alternativa en la vida que la firme decisión de vivirla en plenitud,
en una lucha gratificante y motivadora. Si no es así, se hará realidad
inexorablemente lo que antes afirmaba. “Desde que se cesa de luchar por ella,
la vida ya no tiene sentido”
Para
ello debemos dejar más tiempo para escucharnos meditando en soledad, conversar
con aquellos que consideras tus amigos, compartiendo juicios. Desde ahí salen las señales más
potentes que nos marcan el alma, y nos hacen permitir que podamos avanzar. Empecemos
por lograr ser felices, e intentar comprender cuándo lo somos o no lo somos,
puesto que la felicidad es un fenómeno subjetivo, que cada uno lo ve a su
propio estilo y conveniencia. Por lo que plantearnos una felicidad uniforme y
continua es totalmente absurdo. A esto, podríamos meditar lo que Nietzsche nos
dice: “Quien tiene un verdadero porqué para vivir, no tendrá demasiados
problemas para soportar cualquier “porqué” en su existencia”
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