Cuantas veces pronunciamos; “yo por naturaleza, soy pesimista”. Lo justificamos con la crisis, la negatividad del día a día, el mundo va de mal en peor, para terminar diciendo, es demasiado tarde para salvar al mundo. A diario somos bombardeados por comentarios que nos transmiten una visión catastrófica del mundo. Hasta tal punto es así que muchas veces parece que ser pesimista es una cosa normal en nosotros.
Todo es cuestión de actitud: “El optimista ve una oportunidad en toda calamidad, mientras que el pesimista ve una calamidad de toda las oportunidades” El verdadero optimista verá siempre el vaso medio lleno en vez de medio vacío. Como podremos observar, todo es cuestión de actitud.
La capacidad de frustración es la clave, ello nos permitirá pensar y aprender de las situaciones negativas de la vida, superarlas y dirigirlas hacia otra dirección más gratificante.
En los momentos de crisis, el optimista, supera el ánimo intentando seguir adelante, confiando en encontrar una solución a través de nuestras capacidades.
De este modo, mientras el pesimista parece invitarnos a una situación de apagamiento, al pensar que hagamos lo que hagamos todo seguirá igual; el optimista nos anima a actuar para superar la adversidad.
El optimista deberá conocer y buscar el modo de satisfacer sus necesidades, no permaneciendo pasivo a espera que nos solucionen los problemas.
Así, encarar la vida con optimismo no significa que debamos obviar los problemas, sino al contrario; debemos ser capaces de afrontarlos y esforzarnos en solucionarlos, confiando en nuestras propias capacidades, pero siendo también conscientes de nuestras debilidades y de las dificultades a las que nos enfrentamos.-
Meditación: El pesimista es aquella persona que, aunque le de la luz, él solo ve la sombra.
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