Sí, me refiero a
la lectura de un libro. Me explicaré: cuando leemos un libro, el autor nos deja
parte de su vida. Posiblemente te consideres un consumado lector o quizás hayas
leído poco, pero seguro que alguno habrás leído. Ese libro que ilustra este
artículo, te invita a que lo consideres como “la metáfora de una vida” ante la
cual el autor te hizo sentir emociones llenas de alegrías. ¿Porque no? Te hizo recordar
momentos que jamás podrás borrar ya de tú subconsciente.
¿Cuánto tiempo
hace que lo dejaste? ¡Mucho tiempo verdad! ¡Quizás años! ¿Por qué no retomarlo
de nuevo? A veces queremos encontrar mil razones, para no emocionarnos con
aquellas palabras que siempre estarán en lo que ya has leído. Es una verdadera
pena dejarlo así y quedar en la incertidumbre de no desear conocer lo que
contiene aquello que aún te queda por leer.
Parte de lo que
su autor escribe son emociones vividas y muchas veces, sin poderlo evitar
surgen lágrimas. Sí, lágrimas de alegría, ¿pero cuántas veces son lágrimas de
dolor? de ese dolor que en la primera parte del libro relataron momentos que
jamás ya no puedes eludir de tu mente;
pero piensas que esas lágrimas quedaron marcas con cicatrices que jamás la podrás borrar. Así
cuando escribimos nos parece que por mucho que lo intentemos no somos capaces
de llegar al nivel deseado para hacer sentir al lector aquello que de forma
imperativa pudo ser real o imaginario, sólo
intentamos que su lectura no deba quedar interrumpida, sin saber cuándo
la intentarás retomar.
Algo
te interesó, cuando después de haber leído parte de ese “hipotético libro”; no dejaste
el clásico separador que nos suelen dar en la Feria del Libro, ni una estampita
milagrosa, ni doblaste una punta de sus hojas. Acto que nunca deberíamos hacer
con un libro, puesto que sería una tremenda falta de respeto hacia el autor.
Piensas siempre que ese “libro” es parte de la vida del que lo narró y tú
voluntariamente quisiste interesarte por él. ¡No lo maltrates! De todas formas;
¡Gracias por haber puesto una flor! Aunque es posible que después de tanto
tiempo esa flor esté marchita, pero siempre y, en cualquier momento puede ser
restituida por otra “bella flor” para que de esa manera, puedas continuar esa
lectura que tanto te impresionó, puesto que leíste casi medio libro, o dicho de
otra forma, supiste “media vida” del autor. Piensas que si lo dejas para
siempre de esa manera, jamás podrás conocer la verdadera identidad de su autor.
A
veces es maravilloso tener un libro entre las manos, piensa que cada hoja de
ese libro, puede ser un mensaje que el autor te desea comunicar. ¡No lo dejes a
media! Si de momento no pudiste asimilar su contenido, tómate un tiempo, pero por
favor: ¡No tanto! ¡No lo dejes! Piensas que parte de sus sentimientos, los
dejaste en ese libro.
Esas páginas que aún te quedan por leer, pueden
contener una profunda realidad y la
palabra escrita hace que supere tu empatía con el resto de la gente, y de esa
manera “ablandará tú corazón”. Todo es debido a que el autor deseó transmitirte
esa confianza, o es posible que su léxico no fuera lo suficientemente
explícito, por lo cual lo abandonaste. ¡Sólo si continúas su lectura,
comprenderás muchas cosas que pudiera ser que nunca llegaste a entender!
Piensas
siempre que cuando te comprometes a leer un libro, es un compromiso que te unen
lazos de amistad con el autor. Ahora te vuelvo a decir: ¿por qué lo dejaste a
medias? ¡Se valiente y retómalo de nuevo! ¡No te arrepentirás!
Meditación:
Toda nuestra vida está en el relato de un “libro”, si lo empezaste no lo dejes
a medias.
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