martes, 8 de marzo de 2016

La vida se nos pasa.

           Siempre encontramos frases como: “tenemos tiempo para todo” o “mañana será otro día” y es cierto, ya que de ante manos nos anteponemos a un tiempo para realizar todo aquello que nos proponemos. Todo está en las decisiones y sobretodo en la presteza con que no la tomemos. Cada vez que nos planteamos un objetivo, por mucha o poca relevancia que éste tenga sobre nuestra vida, lo intentamos en base a un proceso racional: tomando para ello decisiones basadas en un análisis subjetivo pero casi nunca a una realidad actual, y sin ningunas pretensiones de desarrollo personal. Nunca pensamos que la racionalidad siempre debe estar atribuida muy por encima de lo más inmediato.
              Para ello creemos que es fácil aprender a desenvolvernos de forma inmediata e independiente, y de esa manera afrontar nuestras propias responsabilidades en el tiempo. Sin embargo, vamos cumpliendo años y no siempre significa que llegamos a convertir nuestros propósitos a pesar de  nuestra madurez, debido a los trastornos que se nos presentan, afectándonos como dependencia emocional
             Hacernos responsable de uno mismo, esa es una gran aventura que empieza en la adolescencia y termina con la muerte, en definitiva es una cuestión que cuesta aceptar hasta que nos damos cuenta que siempre estamos solos en los momentos cruciales de nuestra existencia. Pensemos siempre que existen “líneas” en nuestras vidas que siempre tenemos que cruzar, antes o después, simplemente para poder desplegar todo nuestro potencial y no quedarnos anclados ante una vida empobrecida e insatisfactoria.
             Desgraciadamente vivimos inmersos en la época de las prisas, donde todo se necesita con urgencia y tenemos escasas oportunidades para profundizar en todo lo que nos rodea. Es la época de la tecnología, de la informática y de la comunicación, pero muchas veces tampoco logramos comunicarnos de forma adecuada, debido a que no dedicamos espacio para el diálogo, siempre decimos: “todo está informatizado” y con eso creemos elevado nuestro nivel de competitividad; haciéndonos ver nuestro nivel de exigencias… Sin embargo, a pesar de todo esto, nos sentimos esclavos de nuestras responsabilidades, y nos hacemos dueños de nuestro tiempo. A pesar de todo, es cierto que a través de nuestro entorno se nos ofrece una condiciones idóneas que podríamos  alcanzar una serenidad estable, sin embargo es muy probable que dicha serenidad  tenga que depender más de nosotros mismos que de los estímulos externos.
             Analizando nuestro estado personal, observamos que debemos y necesitamos administrar nuestro tiempo de acuerdo a nuestras necesidades. Y  lo que a veces pueda ser adecuado para una persona, puede no serlo para otra. La cantidad de estrés, insatisfacción o problemas que tenemos, puede ser una señal de la mala utilización de nuestro tiempo. El conocimiento de nosotros mismos, de nuestros valores y creencias personales, siempre nos ayudarán a tomar las decisiones adecuadas cuando distribuimos nuestro tiempo, en las diferentes áreas de nuestra vida. El problema está en que con frecuencia no reconocemos dichos valores y creencias, lo que repercute de manera negativa en el logro de nuestras expectativas.
              Es inevitable que nos demos cuenta de que toda nuestra existencia, depende de lo efímero de nuestra vida, y por mucho que la prolonguemos, jamás podremos llevarnos más de la responsabilidad que cada uno haya compartido en este mundo, siempre con el compromiso pleno de una vida vivida dignamente, como nos exige el día a día

Meditación: La vida no se ha hecho para comprenderla, sino para vivirla.

No hay comentarios:

Publicar un comentario