Cuando mentimos
y desgraciadamente lo hacemos con bastante frecuencia, ponemos en juego nuestra
sinceridad, retando a nuestra propia verdad. Es triste ver como en determinados
momentos de nuestra vida, tratamos de decir lo que sabemos que no es cierto, o
lo que aún es peor, intentamos asentar un pensamiento con la certeza de ocultar
lo que verdaderamente pensamos. Por eso, deberíamos pensar que nunca podremos
engañarnos a nosotros mismos.
La
verdad no siempre es contar lo sucedido, puesto que es muy posible que la
“giremos” de tal forma que parezca que aquello que contamos en lo auténtico, de
forma que con el tiempo, hasta nosotros mismos nos lo creemos. La mentira nos
muestra un acto de insuficiencia personal y de incoherencia ante los demás,
queriendo hacer ver lo que realmente no es. Así nos dice un prestigioso
psicólogo: “ninguna mentira es tan fácil de creer como aquella que nos gustaría
que fuese verdad”
Entonces
¿por qué mentimos? Si lo pensamos; mentimos para quedar bien, para excusarnos
ante los demás mostrando una situación irreal, y obtener ciertos derechos y de
esa forma no perder unos beneficios intentando mostrar una mejor imagen de ti
mismo, sin darte cuenta que a la larga le estás ofendiendo. Vivir de esa manera
no es nada fácil, cómo el título indica; es permanecer envuelto en una serie de
condiciones que posiblemente nos generen ansiedad, ya que debes estar alerta de
mantener una personalidad falsa. Personalidad que nunca podrá ser eterna,
corriendo el riesgo de ser descubierto y es cuando tus estructuras se
derrumbarán ante la falsedad. De esta manera podemos corroborar que la mentira
es uno de los peores defectos del ser humano, sobre todo, cuando el único afán
es obtener un beneficio personal.
A veces son
situaciones a que ciertas cosas no son las que deseamos que fueran; y a través
de la mentira las mostramos tal como deseamos que sean, consiguiendo de esta
forma lo que tanto anhelamos. Existe un dicho muy popular que nos dice que: “la
mentira dura mientras la verdad llega” y esto es verdaderamente cierto, puesto
que la mentira, jamás podrá ocupar el lugar que ocupa la verdad. No es fácil
perdonar a un mentiroso, debido a que ya hemos perdido la confianza en él, ese
perdón requiere tiempo y sobretodo empeño en restituir esa confianza perdida,
puesto que ésta hace que siempre prevalezca la desconfianza.
Aunque
no nos demos cuenta, siempre nuestro subconsciente está dispuesto a falsear
cualquier historia, con tal de probar nuestra destreza, a costa de nuestras
mentiras, porque… ¿cuántas veces mentimos para proteger nuestra intimidad? o
simplemente para quedar bien ante los demás. Deberíamos tener por costumbre la
sinceridad y obrar tal como somos, de esta manera evaluaremos los costes que
tiene el saber cuestionar lo que realmente tenemos y somos. De lo contrario
sólo conseguimos perder la confianza en los demás, puesto que de todo es sabido
que alcanzar lo perdido no es tarea fácil, y con auténtica razón las personas
mentirosas difícilmente cambian.
Meditación:
El que miente necesita tener buena memoria.
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